El valor de las startup españolas se calcula por encima de los 100.000 MM de euros. El tercero de Europa después de Alemania y Francia. Un sector emergente al que los poderes públicos deberían prestar atención.
Crean puestos de trabajo y valor añadido. Si triunfan, forman parte de un ecosistema tecnológico situado en zonas geográficas determinadas.
Valencia, Cataluña, Málaga, el Noroeste de Madrid, Euskadi, … son ejemplos. El aeropuerto de Málaga tiene cuatro vuelos diarios a Eindhoven, centro innovador de Holanda. Las Rozas ha creado la empresa “Las Rozas Innova” para fomentar el emprendimiento.
Alrededor de universidades y escuelas de negocios hay viveros de empresas, business angels y fondos inversores de todo tipo, que querrían participar de su desarrollo.
Bien es cierto, que sus mecanismos de financiación del crecimiento adolecen de músculo. Sin embargo, poco a poco, tanto emprendedores, como los inversores, empiezan a canalizar recursos. Pero aún no hay una cultura consolidada para ello.
Alrededor de universidades y escuelas de negocios hay viveros de empresas, business angels y fondos inversores de todo tipo
España quedó retrasada en la revolución industrial; motor económico del siglo XX. Aunque aprovechó el auge de los servicios de su segunda mitad, nunca consiguió competir con países como Alemania, Francia, … incluso la misma Italia. No tenía ni el capital, ni la tecnología, ni los recursos humanos adecuados.
En lo que va del siglo XXI la economía puntera no necesita fábricas, ni obreros de cuello azul, ni maquinaria pesada. Se basa en tecnologías cibernéticas y cerebros humanos. Ambos disponibles en España.
Curiosamente factores que en el siglo pasado frenaban el desarrollo industrial en España, ahora pueden ser motores del tecnológico.
El clima, que favoreció el turismo (12/16 % del PIB), puede ser un aliciente por calidad de vida para talento nacional y extranjero. Además, la producción de energía renovable es más asequible y ecológica que las fósiles. Energía necesaria para el desarrollo y, sobre todo, la aplicación de avances tecnológicos
La situación geográfica, a caballo de Europa y Africa, frente a América con el mediterráneo a sus espaldas, alejaba al país de mercados y materias primas. Ahora es un aliciente cuando las conexiones para viajar nos ponen en un centro favorable, incluso, a la distribución logística.
En lo que va del siglo XXI la economía puntera no necesita fábricas, ni obreros de cuello azul, ni maquinaria pesada. Se basa en tecnologías cibernéticas y cerebros humanos
Nuestras universidades tecnológicas pueden competir en formación con muchos países. La ciencia se desplaza a nivel mundial con el inglés como lengua franca. Una de las carencias españolas que las nuevas generaciones están superando. Un amplio programa de ayuda al intercambio de investigadores e investigaciones a nivel internacional, es un aliciente para el desarrollo de la ciencia básica y aplicada base de esta economía futura.
Queda por favorecer el aporte de capital y recursos financieros, así como hacer apetecible la fiscalidad para empresas, emprendedores, inversores, directivos y trabajadores del cerebro.
Sería necesaria una legislación fiscal que favorezca la inversión directa en las startup; con exenciones, tanto en la aportación de capital, como en los beneficios obtenidos por ese riesgo. Los primeros cinco años de estas empresas deberían tener ayudas fiscales y reducciones en los costes de la Seguridad Social.
Además de favorecer la investigación pública, apropiada para la ciencia básica, se debería animar fiscalmente a la investigación aplicada privada.
La regulación universitaria debe desembarazarse de la burocracia académica. ANECA y las anecas regionales deben pasar de ser organizaciones controladoras a instituciones de apoyo. La exigencia de requisitos académicos para el profesorado crea guetos que alejan el binomio universidad-empresa. Los famosos “doctorados industriales” no acaban de florecer.
La creación de Universidades debe flexibilizarse y su control referirse a sus resultados (calidad de salidas de sus exalumnos, y creación de empresas, patentes o investigaciones relevantes). Hay que olvidar el mercadeo de las “certificaciones académicas” y las publicaciones en “Journals” controlados por la burocracia y los “avispados” del “negocio académico”.
España tiene la oportunidad de convertirse en un centro de atracción de cerebros y organizaciones tecnológicas. Es una ocasión única.
Mis últimos artículos se caracterizan por haber ido a contracorriente del pesimismo económico experto general. Mis proyecciones de crecimiento por encima del 2,5% del PIB de este año ya no son “imaginaciones excesivamente optimistas”.
En el desarrollo tecnológico apuesto por lo mismo. A poco que el Gobierno aplique políticas liberales al sector, el futuro de España sería espectacular ¿Lo lograremos?
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.