Del líder tribal a Rafa Nadal: la evolución del carisma a lo largo de la Historia
Si no eres una persona carismática, olvídate de triunfar. Es una máxima que nos sirve en la mayoría de las ocasiones, aunque hay excepciones. El carisma es una cualidad que puede influir significativamente en el éxito personal y profesional de cualquiera de nosotros. Es un atributo que no todo el mundo tiene, aunque sí se puede adquirir, aprender y cultivar. Es algo intrigante que ha activado a individuos y sociedades a lo largo de la historia.
La influencia del carisma se extiende mucho más allá de la apariencia física, aunque esta ayuda mucho a generar esa capacidad de atracción en las personas. Su poder se extiende a las esferas más profundas de nuestras interacciones sociales y profesionales.
Esto nos lleva a preguntarnos qué hace que una persona sea carismática y por qué es tan importante en el mundo actual. En primer lugar, hay que tener claro que el atractivo personal es una puerta de entrada a las relaciones profundas y significativas. Ese primer impacto del magnetismo que generamos donde primero se percibe es en el ámbito personal.
La comunicación efectiva
Una persona carismática posee la habilidad innata para cautivar a quienes la rodean, tanto por esa presencia física, que es el paso inicial para causar una buena primera impresión, como por su capacidad para comunicarse de manera efectiva y conectar emocionalmente con los demás. Para lograrlo necesitamos contar con la ayuda de un lenguaje corporal positivo y de mucha empatía.
Pensemos que el carisma y la empatía deben ir unidos para que el primero sea efectivo. Cierto es que hay personas carismáticas sin un ápice de empatía, pero suelen ser malas personas. Con todo ello, logramos convertirnos en imanes sociales, atrayendo toda la atención, el afecto y la confianza de las personas con las que interactuamos.
De las cavernas al siglo XXI
Parece claro que el concepto de carisma ha evolucionado a lo largo de la historia. El equivalente a un ejecutivo en la época de las cavernas manifestaba su carisma de forma diferente a como lo entendemos en la actualidad. Así y todo, en ambas épocas era algo fundamental para el desarrollo social.
Imaginemos a un líder tribal en la prehistoria, en una comunidad de cazadores y recolectores. Esa persona necesitaba ser carismática para crear y mantener la cohesión de ese grupo humano, para motivar a sus cazadores a salir a buscar alimentos y para resolver los distintos conflictos internos que a buen seguro irían surgiendo en ese grupo a lo largo de sus vidas.
El equivalente a un ejecutivo en la época de las cavernas manifestaba su carisma de forma diferente a como lo entendemos en la actualidad. Así y todo, en ambas épocas era algo fundamental para el desarrollo social.
Un buen ejemplo de carisma en esa época podría ser ese líder con habilidades excepcionales para contar historias junto al fuego. Unos relatos que serían capaces de inspirar al resto de los miembros de la tribu. Esto permitiría fortalecer los lazos de la comunidad y la transmisión de conocimientos útiles sobre la caza, los peligros de su entorno y la supervivencia de la tribu.
En este contexto el carisma no necesitaría estar ligado a la apariencia física o al magnetismo personal en el sentido moderno. Se encontraría estrechamente unido a las habilidades sociales y comunicativas, enfocadas en todo momento a la supervivencia del grupo.
En la actualidad, en muchas ocasiones, consideramos que una persona es carismática cuando tiene estilo para vestir y habilidad para comunicarse. Hace miles de años ese carisma estaba basado en la búsqueda de la supervivencia más primaria. Podríamos decir que en las sociedades prehistóricas el carisma se ejercía en estado puro.
El liderazgo carismático
En el competitivo mundo de los negocios la persona carismática tiene muchas ventajas sobre el resto. Sus posibilidades de triunfar son mucho mayores y el camino hacia el éxito será considerablemente más corto que para el resto de los profesionales.
La gente que está bendecida con esta cualidad dispone de una ventaja cuando tiene que negociar su salario, buscar una promoción interna, un trabajo en otra empresa o crear una red profesional sólida.
Esta habilidad para influir en otras personas nos permite liderar eficazmente, inspirar a nuestros equipos y cultivar relaciones de confianza, que resultan esenciales para prosperar en el ámbito laboral.
La gente carismática dispone de una ventaja cuando tiene que negociar su salario, buscar una promoción interna, un trabajo en otra empresa o crear una red profesional sólida.
Se trata de figuras inspiradoras con la suficiente capacidad como para fomentar un ambiente de trabajo positivo y productivo, articulando una visión de conjunto convincente y motivando a los equipos.
Todo ello tiene su correspondiente beneficio colectivo e individual. Colectivamente hablando, esa tremenda habilidad para conectar con las personas y generar confianza beneficiará a la empresa en términos de oportunidades de negocio. Pero también tiene su recompensa a nivel particular porque al fortalecer la reputación de la empresa y su posición en el mercado estamos consolidando nuestra propia marca personal.
Si comparamos el liderazgo carismático de las cavernas con el de hoy en día, vemos que tanto en su momento como ahora, es esencial para el éxito de las organizaciones. Antes era la tribu y su rudimentaria forma de vida que solo buscaba sobrevivir, ahora se manifiesta en un contexto empresarial mucho más sofisticado y globalizado.
Los ejemplos de Nadal y Banderas
Rafael Nadal y Antonio Banderas son dos buenos ejemplos de personas carismáticas, que se han hecho a sí mismas a base de trabajar muy duro. Nadie les ha regalado nada y han triunfado y siguen triunfando por méritos propios.
El tenista español es conocido en todo el mundo por su carisma, tanto dentro como fuera de la cancha. Tiene pasión, determinación y humildad lo que le ha convertido en uno de los deportistas más respetados y queridos en todo el mundo. Es conocido por esa capacidad que tiene para superar los obstáculos, por muy mal que se estén poniendo las cosas, y por una actitud tremendamente positiva.
Estas características le convierten en una persona que inspira no solo a los aficionados del tenis sino a mucha más gente. Ese carisma y tenacidad ha contribuido considerablemente a su éxito a nivel deportivo y nos ha beneficiado a todos los españoles por el impacto que tiene como embajador de nuestro país en todo el mundo.
El caso de Antonio Banderas es similar, aunque no tenga nada que ver con el mundo del deporte. Ha trabajado incansablemente para lograr sus objetivos y es reconocido por su carisma y talento en la industria cinematográfica a nivel internacional. Es admirado tanto por el magnetismo que transmite en la pantalla como por su carácter amable y cercano fuera de ella, lo que le ha llevado a ser uno de los actores españoles más reconocidos y respetados a nivel mundial.
Tanto Nadal como Banderas disfrutan de una cualidad que comparten y que les ha permitido llegar hasta donde han llegado. Me refiero al sentido común, algo de lo que no todo el mundo dispone y que cuando se consigue no siempre es fácil de retener. Ellos dos sí parecen haberlo conseguido y retenido.
**Juanma Romero, es experto en carisma y empatía
www.carismayempatia.es