En el siglo XII el monje inglés Guillermo de Ockham abrió la puerta a la modernidad al diferenciar la metodología de la filosofía de la teología. La teología parte de la existencia de Dios como axioma. Por eso su metodología es profundizar en los libros sagrados. La filosofía se pregunta, entre otras cosas ¿existe Dios? Su metodología es la especulación racional. A partir de ahí, no sin esfuerzo, se inició la ciencia moderna con el positivismo, la razón y la demostración empírica como instrumentos para su desarrollo. 

El iluminismo, en buena parte de origen francés, dominó los siglos XVII al XIX y la mitad del XX. La ilustración fue una de sus manifestaciones políticas. Científicos como Darwin, filósofos como Kant y sociólogos como Durkheim dieron bases a estudiosos de la ciencia política como Montesquieu, economistas como Adam Smith o ideólogos como Carlos Mark. 

A mediados del siglo XX la pregunta cambió. La modernidad había producido un desarrollo material de la humanidad occidental. Pero ¿Nos había hecho más felices? Nacidos a principio del siglo pasado, filósofos como Sartre o psicólogos como Freud, existencialismo y psicoanálisis, cuestionaron las bases de la modernidad. Pero fue en mayo del 68 francés y la revolución hippy de california donde explosionó la postmodernidad. Para los postmodernos lo íntimo, lo existencial, la emoción, el sentimiento definen al hombre tanto o más que lo racional. 

¿Seguimos en la postmodernidad?  Algunos de sus rasgos sociales permanecen. Sin embargo, la revolución tecnológica, sobre todo la IAGen (Inteligencia Artificial Generativa), está cambiando la sociedad ¿Entramos en una nueva era?

La capacidad de aprendizaje autónomo de la IA es la diferencia con el uso de los instrumentos en épocas anteriores. Son máquinas que aprenden. En el argot inglés learning machines; capaces de generar nuevas ideas, conceptos, … a partir de los datos originales en base a sus propias experiencias.

La capacidad de aprendizaje autónomo de la IA es la diferencia con el uso de los instrumentos en épocas anteriores

Esa forma de aprendizaje es la diferencia. Diferencia que potencia la capacidad del ser humano que lo utiliza. Es una revolución.

Nunca la humanidad había tenido acceso a un conocimiento “generado” de manera autónoma por una máquina (algoritmo) y eso la hace distinta.

En las dos eras anteriores los instrumentos debían seguir las directrices humanas. Conforme se iba extendiendo el uso de las máquinas, el ser humano era más eficaz. Pero el aprendizaje era inferido por la inteligencia de la persona. Ahora no es así. El instrumento aprende por sí mismo y aporta al ser humano y la sociedad lo que genera. De ahí la definición de IAGen.

En esta nueva era la inteligencia humana es compartida, complementada … y ¿superada? por este nuevo instrumento (IAGen). Eso creará comportamientos sociales distintos.

La humanidad y el ser humano cambian en esta interacción con las máquinas inteligentes. Es una ciber-humanidad. Una sociedad compuesta por humanos orgánicos (antropo) y maquinas cibernéticas. Por eso he dado en llamarla: la era de la antropo-cibernidad.

La humanidad y el ser humano cambian en esta interacción con las máquinas inteligentes

La persona será (lo es ya en parte) la conjunción de su ser orgánico e instrumentos cibernéticos. La metáfora utilizada por Daugherthy (Harvard) para definir esa persona es: centauro. Ser mitológico mitad persona, mitad caballo.

En esta nueva era el ser humano está compuesto por su organismo/razón/emoción/sentimiento y la IA que utiliza. Por ejemplo, hoy en día una persona es lo que es, junto con su móvil ¿Se puede concebir la vida sin ese instrumento? Por supuesto que sí. Pero no la vida integrada en la sociedad antropo-cibernetica.

Muchos ideólogos, pensadores, filósofos, … alertan sobre el riesgo de la IA y el peligro de deshumanización. Pero lo que va a ocurrir es una forma diferente de humanidad. Con grandes ventajas y retos a los que enfrentarse. Como ocurrió con los modernos sistemas de transporte (coche, avión …) tendremos que acostumbrarnos y manejar con prudencia y, a la vez, con eficiencia, la IA. 

La UE está preocupada por defender los derechos humanos del mal uso de la IA. Ya ha legislado (marzo, 2024). Pero debe ocuparse también de que se use, para no quedar atrasados respecto a EEUU y China, por ejemplo.   

Salga lo que salga en las elecciones inglesas o las francesas, lo seguro es que los nuevos instrumentos permanecerán. Aprovechémoslos. 

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.