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Blue Monday

De ricitos de oro al cisne negro

12 agosto, 2024 02:32

En medio de una sofocante canícula que entorpecía los sentidos, resonaron de repente las cornetas del miedo. La abrupta caída de Japón sacudió a los inversores, ya inquietos tras la aparición de uno de esos inusuales indicadores que, aunque poco conocidos, resultan infalibles como precursores de crisis.

El lunes 5 de agosto, el Nikkei 225 sufrió una de las mayores caídas de su historia. El índice se desplomó 4,451 puntos, lo que representa una reducción del 12.4% en un solo día. Este desplome es destacable no solo por su magnitud, sino también porque se registra como la mayor caída en puntos absolutos en la historia del Nikkei 225, superando incluso el “Lunes Negro” de hace casi cuatro décadas.

El hecho de que el Banco de Japón (BoJ) había modificado radicalmente su enfoque de política monetaria era ya una realidad, después de mantener las tasas en negativo desde diciembre de 2015, siendo la única economía que persiste en una política monetaria tan laxa. Tasas bajas, control de la curva de rendimientos e intervenciones constantes explican esta situación anómala.

A pesar de las particularidades de Japón, su economía no ha podido escapar de la sincronía global marcada por la inflación, y las recientes subidas han encendido las alarmas entre los inversores, provocando un sell-off histórico pero también histérico.

Durante años, el llamado carry trade, que consiste en endeudarse en una moneda con tasas de interés más bajas para invertir en activos con mayores rendimientos, se derrumbó abruptamente. A pesar de que este desenlace era previsible, el repliegue masivo generó un terremoto en forma de ventas de dólares, llevando al yen a un ajuste cambiario espectacular del 7.3% en tan solo unos días.

A pesar de las particularidades de Japón, su economía no ha podido escapar de la sincronía global marcada por la inflación

Recuerdo un episodio similar cuando comenzaba en el mundo de las inversiones, específicamente el 4 de octubre de 1998, cuando el yen japonés se apreció dramáticamente frente al dólar estadounidense, cayendo aproximadamente un 15% en una sola sesión arrastrando a las bolsas de todo el mundo. Ya saben el dicho: “cuando el río suena…”.

Esta tormenta monetaria se suma al debate suscitado por el Índice Sahm, creado por la economista Claudia Sahm, cuyo objetivo principal era proporcionar un sistema fiable para detectar cambios en la economía basados en el mercado laboral, y no como un indicador técnico bursátil. El índice se activa cuando la tasa de desempleo de tres meses aumenta en 0.5 puntos porcentuales o más respecto a su nivel más bajo en los 12 meses anteriores. Históricamente, este aumento ha sido un indicio confiable de que la economía ha entrado en recesión o está a punto de hacerlo.

El valor de este indicador radica en su precisión: desde 1970, ha señalado con exactitud todas las recesiones de la economía estadounidense. Sin embargo, curiosamente, rara vez se menciona en las presentaciones de los grandes bancos, cuyas narrativas suelen apoyarse en indicadores más convencionales.

Hasta la fecha, el discurso goldylocks de los gestores estaba basado en una desaceleración económica lenta, inflación baja y ritmo pausado de bajadas de tipos para de repente tornar al de un cisne negro causado por un mercado laboral advirtiendo de una recesión más dura. Ya ven que al inversor le gustan las analogías.

Nada de lo ocurrido hace presagiar aparentemente el más mínimo grado de desastre. Los inversores saben que en la ecuación el elemento clave son los tipos de interés y con estas turbulencias es muy probable que los tipos aceleren el ritmo de recortes, lo cual beneficia a las bolsas… y a la renta fija, cuya segunda parte del año vengo diciendo desde hace tiempo tiene que ser más protagonista de lo que lo ha sido hasta la fecha.

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