La azarosa excursión del presidente del Gobierno a una serie de países del África Occidental guarda una maravillosa similitud con la realizada a la imaginaria Azania por el inolvidable personaje de Evelyn Waugh, Basil Sea, en su satírica novela “Merienda de Negros”. Lejos de ser un viaje de Estado, cómo pretendía el Líder Supremo y su antecesor Seal, se ha convertido en una caótica y abracadabrante embajada.

D. Pedro Sánchez ha logrado la proeza de plantear una tesis y su antítesis, pero no ha sido capaz de llegar a una síntesis hegeliana. Sólo ha mostrado algo de sobra conocido: el Gobierno carece de una estrategia, de cualquiera, en materia de inmigración. La aventura subsahariana del jefe socialista es sólo otra de sus innumerables fugas hacia adelante.

Sin duda, la afluencia de inmigrantes ilegales desde el continente africano a España es una cuestión de candente actualidad y motivo de muy justificada angustia en algunas partes del territorio nacional.

"Escasa contribución podrán realizar personas sin cualificación alguna a la generación de riqueza y a la productividad"

Pero, con independencia de otros factores, ese hecho es el resultado directo de la actuación del Gobierno social comunista que, de forma consistente, ha producido un efecto llamada y transformado España en un imán para los flujos de inmigración irregular por dos razones básicas: primera, la concesión a los ilegales de prestaciones en dinero y en especie al entrar en España, segundo, la promesa tácita, cuando no expresa, de que antes o después se les regularizará.

La hipótesis conforme a la cual España necesita inmigración ante el envejecimiento de su población y para el crecimiento de la economía, que no para hacer sostenible el insostenible sistema de pensiones, es cierta. Ahora bien, la venidera de África, guste o no, no satisface esa necesidad.

De acuerdo con los datos de Eurostat y de la OCDE, 3/4 partes de los inmigrantes venidos de África en edades de entre 25 y 54 años no han cursado ni siquiera la educación obligatoria en sus países de origen. Por tanto, escasa contribución podrán realizar personas sin cualificación alguna a la generación de riqueza y a la productividad de un país enfrentado al desafío de la economía del conocimiento. Este planteamiento es herético para la religión de la corrección política dominante, pero es la pura verdad.

De igual modo, la responsabilidad del lamentable estado de un buen número de países africanos y la huida de ellos emprendida por muchas de sus habitantes no es de España ni de Europa ni de Occidente, sino de los gobiernos que han aplicado y aplican programas que impiden su desarrollo y tienen una inveterada propensión al uso de la violencia contra sus ciudadanos.

Transcurridas décadas desde su independencia, son los africanos los responsables de sus males y no las democracias occidentales que les han suministrado una billonaria asistencia por tiempo inmemorial. Esas ayudas, como señaló el padre de la moderna teoría económica del desarrollo, Peter Bauer se han traducido en cobrar impuestos a los pobres de los países ricos, para dar su dinero a los ricos de los países pobres. Pues bien, suministrar plata a los gobernantes sobre la base de la pobreza de sus súbditos no es solidaridad. Sólo sirve para remunerar e incentivar las políticas de empobrecimiento.

"Son los africanos los responsables de sus males y no las democracias occidentales"

Dicho esto, es importante poner en su verdadera dimensión el tema de la inmigración en España. Este se ve con demasiada frecuencia distorsionado por la demagogia y, por el intento, de sacar partido a un tema controvertido.

A pesar de los pesares y del dramatismo de lo acaecido en los últimos tiempos es preciso contemplar con perspectiva y con datos la radiografía de los residentes extranjeros en la Vieja Piel de Toro. Esto puede resultar sorprendente e ilustrativo para quienes se han aproximado a este asunto con las anteojeras de la ideología o de la desinformación.

Sudamérica, América Central y el Caribe suponen más del 50 por 100 de los extranjeros que se asientan en España y casi un 65 por 100 de los que provienen allende la UE; es decir, gente de un ámbito cultural similar al nuestro.

Y, tema ignorado u olvidado, el porcentaje de inmigrantes con nivel educativo bajo ha descendido del 45 por 100 en 2008 al 30 por 100 en 2022 mientras aquellos con altas cualificaciones han subido su participación sobre el total del 20 por 100 al 43 por 100 en ese espacio temporal (Cuadrado P., Sastre T y Gómez A.L., Una caracterización de los flujos migratorios hacia España y otros países de la Unión Europea, Boletín Económico, Artículo 06, 7/8/2024, Banco de España).

Por otra parte, el 80 por 100 de los llegados a España en el último decenio estaban en edad laboral y vienen a trabajar. Su tasa de actividad es del 78 por 100, una de las más altas de la UE por encima de la registrada en Alemania (73 por 100), Italia (71 por 100) o Francia (70 por 100) y superior a la de la población nativa, 58,9 por 100 según la última EPA.

Por añadidura, el porcentaje de mujeres inmigrantes, alrededor del 50 por 100 desde los años prepandemia hasta 2022 es superior al de la mayoría de los estados de la UE y el proveniente de África es marginal.

"España no tiene a día de hoy, en la inmigración, un problema para su estabilidad social pero terminará por tenerlo"

El empleo de los residentes extranjeros se concentra en el servicio doméstico, en la hostelería, en los servicios administrativos y auxiliares, en la construcción y en el transporte. En este contexto se plantea una observación paradójica e interesante.

Según el indicador de la LFS de Eurostat, que mide el porcentaje de trabajadores con una cualificación superior a la requerida en su puesto de trabajo, en 2022, España era el país junto a Italia con una mayor proporción de trabajadores extranjeros sobrecualificados (50 por 100), mientras que en Alemania y Francia este porcentaje se situaba en torno al 30 por 100.

España no tiene a día de hoy, en la inmigración, un problema para su estabilidad social, pero terminará por tenerlo si persiste el régimen y la política migratoria desplegada por este Gobierno. Es preciso acabar con el "efecto llamada" y eso no se consigue haciendo un desordenado, confuso y un caótico periplo africano.