Mario Draghi

Mario Draghi EP

La tribuna

El ultimátum de Draghi y el trasfondo de una guerra comercial con China

El informe Draghi, presentado esta semana en el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo, es la enésima alerta ante la preocupante pérdida de competitividad global de la UE. La ausencia de unidad política y el plausible riesgo de una guerra comercial con China abonan la incertidumbre y agravan la situación. 

20 septiembre, 2024 02:36

O la UE se transforma o le espera “una lenta agonía”. Es la sobria, pero contundente conclusión de Mario Draghi en el marco de la presentación de su esperado informe sobre el futuro de la competitividad de la UE, defendido esta semana ante los eurodiputados del Parlamento Europeo en Estrasburgo. El ex primer ministro italiano y antiguo presidente del BCE dibuja un panorama tan certero como demoledor, pero el valor no radica tanto en el diagnóstico, por todos conocido, sino en el detalle de sus propuestas.

Propuestas que llegan en un contexto especialmente relevante, tanto en el ámbito doméstico, por ser el arranque de la nueva legislatura comunitaria con la presentación estos días de los futuros candidatos a comisarios, como geopolítico, por la posibilidad cada vez más real de que los 27 se vean inmersos en una guerra comercial con China a cuentas de la política de competencia europea y los masivos subsidios chinos a la producción de coches eléctricos, que ha dañado severamente la producción comunitaria.

La UE acumula una serie de variables que contribuyen a una ecuación fatal que hace que su competitividad languidezca a pasos agigantados: crisis de productividad, enormes dificultades y barreras para el crecimiento empresarial e industrial, creciente pérdida de poder adquisitivo de los hogares y un envejecimiento acelerado de su población. Los datos de este declive son muy reveladores: mientras que el PIB de Estados Unidos ha crecido el 60% entre 1993 y 2022, el de la UE se ha incrementado por debajo del 30%.

Además, desde el año 2000 la renta disponible de las familias estadounidenses ha crecido el doble de rápido que el de las europeas y no se ha creado en Europa ninguna empresa de más de 100.000 millones de capitalización en las últimas décadas.

Una pandemia, guerras, crisis energética, alimentaria y de suministros, una inflación galopante y unas hostiles condiciones financieras han marcado el tablero de la gobernanza y han dibujado un entorno macroeconómico difícil en los últimos años, sin duda.

No se ha creado en Europa ninguna empresa de más de 100.000 millones de capitalización en las últimas décadas

Ahora bien, centremos el tiro: todos los grandes actores geopolíticos se mueven en circunstancias similares. En consecuencia, ¿cuál es el problema específico de la UE? ¿Acaso somos tan inoperantes como para perder el pulso en la carrera por la competitividad global? 

En opinión de Draghi, hay tres ámbitos a los que conviene prestar especial atención. El primero pasa por estrechar la brecha de la innovación con Estados Unidos. El bloque comunitario parte de una posición muy débil, tanto en inversión (apenas un 2,3% en 2020 frente al 3,26% de Japón y el 3,45% de EEUU) como en estrategia, con infinidad de normativas incoherentes y restrictivas que limitarán las oportunidades de crecimiento de la inteligencia artificial (IA) y su impacto en una amplia batería de sectores adyacentes, tales como el farmacéutico, el automovilístico y el de defensa.

Asimismo, la creación de un entorno de negocios e innovación favorable exige actuaciones acuciantes en varias direcciones: facilitar a los investigadores la comercialización de las ideas, mayor cultura de apego por la colaboración público-privada para la inversión en tecnologías de vanguardia y en infraestructuras informáticas y de conectividad, así como la reducción de la burocracia para el acceso a la financiación, especialmente para pymes y start-ups.

Además, deviene imprescindible impulsar una política de formación ambiciosa de atracción y retención de talento que dote a los trabajadores de las habilidades necesarias para afrontar los retos laborales en las industrias más innovadoras y disruptivas. 

Por otra parte, urge completar la reforma del mercado energético para acompañar de forma mucho menos traumática la transición hacia la descarbonización y convertirla en una oportunidad con beneficios reales para hogares, empresas e industria. Desde la importancia de que las renovables tengan un mayor impacto a la hora de marcar los precios tanto de luz como de gas hasta la retención del liderazgo europeo en ciertos sectores de manufactura y fabricación, tales como la energía eólica y los combustibles bajos en carbono.

La creación de un entorno de negocios e innovación favorable exige actuaciones acuciantes en varias direcciones

En tercer lugar, la progresiva reducción de las dependencias estratégicas existentes de países terceros, tanto en materia de seguridad y defensa como de materias primas y componentes críticos. El hecho de que la UE solo ostente una cuota del 10% del mercado mundial en la fabricación de microchips, esenciales para la mayoría de productos tecnológicos; o la importación de más de un 70% de los paneles fotovoltaicos de países como China, Corea del Sur y Malasia dibuja una foto del alcance de estas dependencias. 

¿Y qué hay de la financiación? ¿Puede la UE competir con Estados Unidos o China? A escala nacional; esto es, país a país, ni puede ni debe, pues el margen de maniobra fiscal de cada Estado miembro difiere sobremanera, lo que favorecería la fragmentación entre aliados que persiguen una misma causa de crecimiento e inversión.

La apuesta de Draghi pasa por trabajar en dos vertientes: profundizar el mercado único y completar la Unión de Mercados de Capitales para favorecer el flujo del crédito e inversión privado y, por otra parte, un impulso sin precedentes a la inversión pública con más de 800.000 millones de euros anuales (casi el 5% del PIB europeo), financiado de forma equilibrada por el conjunto de países (una suerte de eurobonos) para dotar de respaldo presupuestario a los grandes “campeones industriales y digitales” con sello UE. Claro que resulta difícil prodigarse en estos recetarios y atraerse el favor de la opinión pública dado el historial de corrupción e ineficiencia en la gestión de los fondos europeos en ciertos países.

Sea como fuere, por encima del conjunto de reformas estructurales necesarias, hay un factor más determinante: la unidad y la voluntad de acción política. Ahí la advertencia de Draghi es, si cabe, aún más contundente: o vamos todos juntos o la UE se verá abocado a la irrelevancia geopolítica y a ser una reliquia económica en las próximas décadas.

Esa falta de hoja de ruta compartida ha quedado muy patente en días, desde el rechazo de los ministros de finanzas alemán y holandés, los liberales Christian Linder y Eelco Heinen, a la idea de la financiación conjunta hasta los mensajes dispares en la estrategia con el gigante asiático.

Pedro Sánchez en su reciente viaje a Pekín es exponente de esto último, apelando a reconsiderar los aranceles al coche eléctrico chino, contrariando así la línea dura mantenida por la Comisión Europea. El objetivo (bienintencionado) de Sánchez es proteger al sector porcino español de las represalias chinas, dirán algunos, pero la pregunta siempre nos devuelve al mismo escenario: ¿lograremos no ser absorbidos si seguimos en lógicas e intereses nacionales y no pensando y actuando de forma conjunta? 

En palabras del excanciller alemán Helmut Kohl, "sólo si Europa habla con una sola voz y pone en común sus fuerzas podrá hacerse valer como actor internacional". En los tiempos tan inciertos que atravesamos, conviene no olvidarlo. 

*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.

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