El evento de Tesla de la semana pasada, titulado “We, Robot” en referencia a la película de título homónimo pero en primera persona del singular dirigida por Alex Proyas y protagonizada por Will Smith, ha dado lugar a gran revuelo y especulaciones de muchos tipos, y también, de forma muy llamativa, a una caída muy fuerte en las acciones de la compañía. 

Cuando en un evento ves, de manera completamente tangible —tan tangible, que los que estuvieron allí como invitados pudieron tocar, experimentar e interactuar con todo lo presentado— cosas como taxis completamente autónomos sin volante ni pedales, autobuses igualmente autónomos con capacidad para veinte personas, y robots capaces de caminar entre la gente, servirles copas y entrar en animada y natural conversación con ellos, las reacciones son verdaderamente curiosas. 

De acuerdo, es posible que muchas de las funcionalidades que se vieron en el evento estuviesen, de alguna manera, preparadas: algunos afirman que los vehículos que los asistentes pudieron probar estaban, en realidad, dirigidos por control remoto, y que los robots conversaban de forma tan natural porque había actores encargados de hacerlos hablar a distancia. Aún así, eso es algo que hacen todas las compañías: los famosos concept cars con los que las marcas de automoción presumen en las exposiciones de la industria son poco menos que de cartón piedra, y como eso, infinidad de productos más. 

Por supuesto, el gran protagonista del evento, Elon Musk, no aventuró ninguna fecha exacta sobre cuándo esos productos podrían estar disponibles para el mercado, e incluso bromeó con que sus estimaciones de tiempo suelen ser demasiado optimistas, algo que todos hemos podido comprobar en numerosas ocasiones a lo largo de los años. 

Pero a pesar de ese optimismo, los productos que Musk presenta, aunque tarde, suelen convertirse en realidad, y eso también es una gran verdad que podemos comprobar no solo en Tesla, sino también en otras aventuras suyas, como SpaceX o Starlink, que suponen, si cabe, retos infinitamente mayores. ¿De verdad alguien creía en su momento que este hombre iba a ser capaz de recuperar y reutilizar piezas de cohetes, de revolucionar el transporte espacial como lo ha hecho, o de llenar la atmósfera de satélites? Pues ahí están. 

Los productos que Musk presenta, aunque tarde, suelen convertirse en realidad

Sin embargo, y a pesar de todos los evidentes logros de una persona que ha sido capaz de revolucionar industrias de enorme complejidad, la presentación del pasado jueves, brutalmente futurista y sobre todo, razonablemente tangible, dio lugar a una caída de la compañía que no solo fue cuantitativamente muy importante, de casi un 10%, sino que además, no se ha recuperado aún. Poco importa que las ventas de la compañía vayan razonablemente bien, que presente modelos con cada vez más autonomía o incluso, como acaba de hacer, que sea capaz de atrapar al vuelo un cohete mientras aterriza para acelerar su reutilización, dejar claro que pretende llegar a Marte pronto, y convertir a la Humanidad en una especie transplanetaria: las acciones de su única compañía cotizada se han dado un bofetón impresionante. 

¿Qué hace que los mercados den la espalda al que, sin duda, es uno de los grandes genios de nuestro tiempo? Obviamente, dedicarse a exponer vehementemente sus ideas políticas en medio de lo que parece una enorme crisis de personalidad, le ha ayudado a granjearse las antipatías de la mitad de la población del país en que vive, brutalmente polarizada y que no quiere saber nada de la otra mitad, y de un sinnúmero de habitantes del planeta que ven que un “progresista” en los Estados Unidos es como un conservador en el resto del mundo, y que un “conservador” en los Estados Unidos es como un ultraderechista en cualquier país civilizado. 

Que un tipo como Musk se dedique a apoyar al candidato a la presidencia que todo el mundo cree que provocará la mayor crisis de los Estados Unidos en toda su historia y, potencialmente, un relevo en la hegemonía mundial con posible cambio de la divisa de referencia que podría traer todo tipo de catástrofes —esos cambios, históricamente, se han acompañado de guerras— es algo verdaderamente inquietante. 

Que lo haga, además, cuando ese candidato odia todo lo que Musk representaba, desde los vehículos eléctricos a las energías renovables, y que éste se avenga a traicionar todos sus principios para proporcionarle su apoyo suena, además, a fariseísmo descarnado. No en vano muchos propietarios de vehículos Tesla en los Estados Unidos llevan ahora una pegatina que dice “lo compré antes de que Musk se volviera idiota”. 

Si los republicanos han sido siempre petrol-heads y negacionistas del cambio climático, ¿qué diablos hace Musk apoyando a alguien que es, ya no republicano, sino el más ultra de todos ellos, al responsable de que un partido conservador, pero razonablemente civilizado, se haya convertido en una auténtica caricatura de sí mismo? En este momento se puede dudar sobre si las elecciones las ganará Kamala Harris o — dios no lo quiera— Donald Trump, pero de lo que no se puede dudar es que si las gana la primera, al partido republicano le va a costar muchos años recuperarse de la resaca de haber entregado las riendas a semejante personaje, completamente indigno para alcanzar ya no el cargo de presidente, sino cualquier cargo con un mínimo de responsabilidad. 

No en vano muchos propietarios de vehículos Tesla en los Estados Unidos llevan ahora una pegatina que dice “lo compré antes de que Musk se volviera idiota”

¿Está el mercado, en realidad, descontando el hecho de que, tras su apoyo a Donald Trump, ya nadie se cree a Elon Musk, a pesar de todos sus logros? En los Estados Unidos, la media de los votantes demócratas tiene un diploma superior, mientras que la media de los votantes republicanos actuales no ha llegado nunca a tenerlo. Para Musk, pasar de apelar a la élite universitaria para alinearse con los ignorantes y negacionistas del cambio climático puede ser un pecado muy difícil o imposible de expiar. Y los mercados no los hacen ni los influencian personas sin diploma universitario: para ser analista de bolsa, hay que estudiar un montón. 

¿Se ha convertido Musk en una carga para sus compañías? Eso sería un problema, porque tengo pocas dudas de que sus compañías son lo que son gracias a Musk. Pero si antes venía Musk, te hablaba del futuro y te hacía desearlo, ahora llega, te lo enseña, pero muchos reaccionan vendiendo sus acciones y considerándolo poco menos que un payaso, aunque haya demostrado sobradamente que, al menos en la vertiente tecnológica, no lo es. 

Ya lo decía mi abuela (y le hice caso)… “no te metas en política”. Ya podía Musk haber tenido una abuela como la mía.   

***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.