El Nobel de Economía 2024 debería hacer reflexionar a España y los españoles.

Dicen los galardonados, Acemoglu, Johnson y Robinson, que el bienestar de la población y el crecimiento económico dependen en gran parte de la calidad de sus instituciones y del derecho cómo regulador social.

Sin instituciones serias los esfuerzos de los emprendedores se dirigen a la especulación; se desincentiva la inversión productiva a medio y largo plazo; se acelera la huida de capital financiero e intelectual hacia otros lugares.

Los estudios de los galardonados se basan, en parte, en la observación de la evolución de muchas ex-colonias. Su evolución posterior a su independencia depende de la calidad de las instituciones que construyen. Singapur es un caso paradigmático. De puerto-colonial británico se ha convertido en uno de los centros financieros del continente asiático. 

El libro más conocido de Acemoglu y Robinson se titula: Por qué fracasan los países. En él se resumen todas sus investigaciones al respecto.

Los estudios de los galardonados se basan, en parte, en la observación de la evolución de muchas ex-colonias

De manera que, para ellos, la robustez de las instituciones es el motor a largo plazo de la prosperidad de las naciones.

Por eso los expertos juristas, economistas, sociólogos y politólogos están tan preocupados en España. 

Nuestras instituciones parecen sólidas. Han funcionado, por ejemplo, ante los ataques de ETA o el desafío del Process. Además, contamos con el paraguas de la Unión Europea que nos vigila -aunque debía hacerlo más- especialmente en materia de derechos humanos y estabilidad macroeconómica.

Sin embargo, de vez en cuando, aparece un ramalazo cesarista en nuestros dirigentes. La frase de “democratizar la justicia” es una de las que más se oyeron a partir de la transición. Es peligrosísima, implica la intromisión de los otros poderes del Estado en el poder garante de la aplicación del derecho como norma reguladora de la vida social.

La lucha por el control de Consejo General del Poder Judicial, o del Tribunal Constitucional, colocando “amigos” en sus sillas, es una tentación que debilita la independencia de ese poder.

La robustez de las instituciones es el motor a largo plazo de la prosperidad de las naciones

La corrupción muestra de la debilidad de las instituciones. En particular cuando atañe a las instituciones públicas.

La ONG “Transparencia Internacional”, en 2023, sitúa a España en el puesto número 38 de 180 en su índice de “percepción de la corrupción”. Podría decirse que no está mal. Pero eso supone una puntuación de 60, frente a Dinamarca que tiene 90 (la de menor percepción de corrupción). También ir por detrás de casi todos los países de la UE, incluyendo Portugal (nº35), nuestro vecino, aunque por encima de Italia (nº43), Grecia o Chipre (pobre consuelo) o por detrás de Chile, Israel, … Por supuesto más abajo que EEUU (nº25). Y ya que mencionamos Singapur figura en el nº5 de países con menor percepción de corrupción.

De manera que, aunque España no tenga instituciones públicas tan débiles como Sudáfrica o el Gabón, tampoco es el paradigma de la transparencia, ni la robustez de nuestras instituciones públicas.

Por eso es tan importante cuidar de ellas. Defenderlas, a la vez que denunciar sus errores para reconstruir su prestigio, eficacia y eficiencia.

Dentro de esas instituciones no son las menos necesarias los “partidos políticos”. De ellos surgen los dirigentes de las demás. Por eso es tan importante su limpieza.

He sido vicesecretario, con responsabilidad financiera de un partido con representación parlamentaria. Antes y después de aprobada la Ley que regula sus finanzas. Aseguro que con los fondos que se reciben de los presupuestos del Estado y de las cuotas de los afiliados es posible funcionar si se hace de manera profesional. Cuando mi partido se disolvió, pagamos a todos los proveedores y las indemnizaciones de los empleados. También, con el remanente, trasmitimos una pequeña cantidad a una fundación sin ánimo de lucro.

Por tanto, no entiendo cómo se puede financiar ilegalmente un partido después de aprobada la ley al respecto. Sólo la ineficacia, la ineficiencia, la avaricia y la estupidez llevan a la corrupción de las finanzas de los partidos.

Las últimas noticias nos dicen que todos estos vicios aparecen de cuando en cuando. Es obligación de sus dirigentes el “vigilar” para que no ocurran y, si los hay se corten de raíz. A buen entendedor pocas palabras bastan.

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.