El crecimiento económico de un país y, por ende, el bienestar de sus ciudadanos, viene dado por la interrelación entre el capital físico, el humano y las ideas para combinarlos (tecnología vertebradora).
Para que este trinomio funcione son indispensables instituciones de calidad que se alineen con el interés general. Por ejemplo, la propiedad privada, mercados libres, competitivos y abiertos, sistemas legales robustos y justos, estabilidad política, gobernantes honestos, prensa libre…
Estados Unidos es uno de los pocos países que ha cumplido bastante bien la teoría económica y esto le ha permitido crecer ininterrumpidamente durante los últimos doscientos años, creando una economía muy rica y eficiente.
La bolsa, como no puede ser de otra forma, ha sido un reflejo fiel de este proceso económico. Sin embargo, todos los que nos dedicamos a la asignación de activos nos encontramos, a día de hoy, en una encrucijada en relación con la bolsa americana.
Cuando analizamos los índices bursátiles amplios, representativos de sus economías, el S&P 500 refleja la economía americana de manera bastante fidedigna. Sus compañías son más rentables (la rentabilidad de los recursos propios agregados del índice está muy por encima de la del resto de selectivos) y el dinero que invierten sus empresas es muy superior (payout -porcentaje de los beneficios que una compañía dedica a la retribución de sus accionistas- más bajo).
Pero la pregunta es si el índice descuenta adecuadamente las expectativas futuras o existe una sobrerreacción a esas expectativas. Algo que no es fácil responder, a priori, dado que el mercado es bastante eficiente.
Esta pregunta es fruto del nivel alcanzado por un sencillo indicador, que no es fácil de manipular, y no es otro que la relación del valor de las compañías y sus ventas (precio dividido por las ventas o valor de la empresa entre ventas).
El S&P 500 refleja la economía americana de manera bastante fidedigna
En cualquiera de los casos, la ratio está en la actualidad en el máximo de los últimos cuarenta años, alcanzando cifras superiores a 3 veces (precio/ventas), cuando el promedio está alrededor de 1,5x, ya de por sí exigente. ¿Tiene esto sentido?
Profundicemos algo más con una perspectiva macro. Analicemos la historia reciente de la economía estadounidense en relación con el mundo en su conjunto.
En la década de los 60, la población americana suponía un 6% de la población mundial, cayendo desde entonces hasta el 4% actual. En aquel momento, el PIB estadounidense equivalía al 40% del PIB mundial, perdiendo después cuota de forma ininterrumpida hasta el 25% actual.
Los gráficos de las dos ratios correlacionan perfectamente, como no puede ser de otra forma. Hasta aquí nada nuevo y todo bastante lógico. Pero si superponemos la ratio de la capitalización de las empresas americanas cotizadas vs la capitalización bursátil agregada de todo el mundo llega la sorpresa. Por desgracia, esta ratio, que nos proporciona la base de datos de Bloomberg, no tiene registros anteriores a 1990.
Aun así, los resultados son sorprendentes. La evolución es muy parecida a la de la ratio del PIB hasta 2015, para separarse rápidamente a partir de entonces, suponiendo hoy el 50% de la capitalización mundial.
En resumen, una economía, la más rentable y eficiente, sin duda alguna, que representa el 25% de la economía mundial y un 4 % de la población mundial, descuenta que va a generar los próximos años el 50% de los beneficios bursátiles del mundo. ¿Les cuadra a ustedes?
Los grandes valores de la bolsa por capitalización cambian por decenios en función de la narrativa del momento
Es difícil entender la situación actual. En los momentos más álgidos de la crisis puntocom, en el año 2000, la ratio alcanzó un 40%. Ahora ha pulverizado esos registros.
Volviendo al índice americano, si analizamos el S&P500 Equal Weight (todos los valores pesan lo mismo) el resultado es totalmente distinto. La ratio sobre ventas no se encuentra en máximos y está ligeramente por encima de su promedio histórico,
alrededor de 1,7x.
La conclusión es que todo sigue desajustado por la Inteligencia Artificial (IA) y las empresas relacionadas con la misma.
Pocas dudas caben acerca de que la IA es una revolución tecnológica que va a cambiar muchas cosas y es posible que sirva para paliar el estancamiento de la productividad de la economía de EE.UU. desde la Gran Crisis Financiera.
Pero la historia de la bolsa americana de muy largo plazo también nos indica que las revoluciones tecnológicas pasadas con las mejoras en productividad que implicaron sirvieron para mantener las rentabilidades históricas de este mercado, que siempre ha convergido a sus datos históricos, ya de por sí muy exigentes como decíamos con anterioridad y no tanto para incrementarlas.
Es difícil saber si hay un exceso en esas compañías o no, pero recuerden lo que dijo Schumpeter: "La única constante en el tiempo es el cambio". Los grandes valores de la bolsa por capitalización cambian por decenios en función de la narrativa del momento.
En los 80 era el petróleo, en los 90 Japón, en los 2000 las TMT, en los 2010 China y ahora la IA. Para que una revolución tecnológica se implemente tiene que permear al resto de sectores de la economía y entonces todo volverá a cambiar.
Sea prudente con los pesos asignados a las compañías americanas ligadas a la IA. Hay que tenerlas, sí, pero creemos que la exposición tendría que ser muy inferior a lo que hoy refleja el S&P500.
*** Pedro Mas Ciordia es director general de Santander Private Banking Gestión.