A lo que parece este país funcionará sin presupuestos para 2025. Tampoco tendrá las reformas fiscales que exige la UE. A cambio el Gobierno pacta una pseudo-reforma que aumentará, pero poco, los ingresos tributarios y será más demagógica que real para reducir el déficit.

A pesar de ello no habrá elecciones. El bloque parlamentario pro Sánchez, lo sostendrá. Sólo aprobarán medidas que: a) supongan reparto de poder, como el Consejo de RTVE; b) prebendas locales, como la aproximación y encarcelamiento de etarras; c) ventas de mensajes electorales, como la petición de Puigdemont de financiación todo el déficit de la Generalitat o mantener el impuesto sobre las eléctricas un tiempo si financia las haciendas forales (PNV); d)…

Pero de gobernar nada. El bloque pro Sánchez no quiere ordenar las finanzas públicas. Menos aún dirigir una estrategia de país. Sólo busca sobrevivir en un Congreso fragmentado en el que la “geometría variable” se ha convertido en el arte de la prestidigitación parlamentaria. 

La derecha del bloque pro Sánchez, se equilibra con la izquierda del mismo. Conviven capitalistas partidarios del mercado con antisistemas. El pegamento para juntar ideologías dispersas e intereses divergentes es: la participación en el poder y el reparto del dinero. En ese juego están PNV y Junts, junto con Sumar, Bildu y Podemos. Mientras ERC y la izquierda múltiple del grupo mixto se resignan a ser comparsas.

La ley fundamental de la democracia es el Presupuesto. Los parlamentos europeos iniciaron su camino para moderar los poderes reales en el establecimiento de los impuestos y, mas tarde, para influir en el reparto de lo recaudado.

La derecha del bloque pro Sánchez, se equilibra con la izquierda del mismo. Conviven capitalistas partidarios del mercado con antisistemas

Sin Presupuesto no hay gobernabilidad. Es el reflejo numérico, por tanto real, de las políticas financieras, tributarias, sociales, de inversión, de desarrollo, educativas, … No se entiende la acción de gobierno sin él. De hecho, siempre hay presupuesto. Si no se consigue aprobar una nuevo se prorroga el anterior. Pero es una anomalía. No  digamos si se prorroga dos años. En una democracia normal supondría una disolución del parlamento y convocatoria de elecciones.

¿Por qué no disuelve Sánchez? Porque a sus coligados parlamentarios les parece que les iría peor con la alternativa. Al débil gobierno Sánchez le sacan hasta las hijuelas.

Por eso, cada encuesta en la que los grupos parlamentarios de la oposición parecen vencer, aleja la posibilidad de la disolución. Pone nerviosos a los partidos pro Sánchez y reafirman la lealtad a su pseudo-proyecto de gobierno. 

La única encuesta que invitaría a Sánchez a disolver es la del CIS de Tezanos. La que le da vencedor. Lo que pasa es que ni Sánchez se la cree, porque su resultado responde a la orden que el propio presidente dio a Tezanos mientras le mantiene al mando del CIS. Por eso no le sirve.

Mientras la España real trabaja, se esfuerza, paga más impuestos, su PIB crece por encima del 3% anual. Pero, aun así, su renta per cápita se estanca respecto a la media europea con una clase media esquilmada por un Estado devorador.

Sin Presupuesto no hay gobernabilidad

Sólo la extraña combinación de independentismo e izquierdismo, algo contra natura, mantiene la extemporánea figura de un gobierno en minoría minoritaria. Combinación fruto de una ley electoral que permite el chantaje permanente de los que en teoría quieren destruir el Estado, cuando en la práctica lo vampirizan a costa de la mayoría.

Por tanto, a esperar. Ni la DANA valenciana ha conmovido a este gobierno. 210 muertos son sólo un accidente en el camino. Cómo premio a su ineficacia, a la ministra Ribera se le ha impulsado a Comisaria de la UE. Es la paradoja de la tecnocracia europea donde lo importante es el equilibrio de poderes entre las corrientes ideológicas, aunque no sea “políticamente correcto” como es el apoyar comisarios de Meloni o Urban.

Parece que en la UE nos esperan cinco años de coalición popular-socialdemócrata europea con reparto de las áreas del presupuesto europeo a todos, incluyendo lo que llaman la derecha radical (por decirlo suavemente). 

Al menos ese reparto permite que sobreviva el pacto que se inició en el tratado de Roma, allá por 1957.

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.