(I-D) La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz; el presidente del gobierno, Pedro Sánchez y el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, durante un encuentro con representantes de los agentes sociales (CEOE, CEPYME, CCOO y UGT)

(I-D) La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz; el presidente del gobierno, Pedro Sánchez y el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, durante un encuentro con representantes de los agentes sociales (CEOE, CEPYME, CCOO y UGT) EP

Opinión La máquina invisible

Antídotos contra la mediocritacia

Mediocri-tacia: la prosperidad del mediocre. 

María Millán
Publicada

Admítelo: es imposible no sentir impotencia ante el poder de los "líderes" mediocres. 

La mediocridad está en todas partes: gobierno, oposición, instituciones, empresas, e incluso en nuestras propias familias. Parece que cuanto más mediocre es alguien, más prospera y se aferra a puestos clave.

Como un virus resistente, la mediocridad se propaga con asombrosa facilidad. 

Su arma secreta: un agudo instinto de supervivencia y un marketing personal efectivo. Los mediocres no necesitan inventar la rueda; les basta con comunicar ideas genéricas y mensajes polarizantes que se difunden como la pólvora en las redes sociales. 

Una vez afianzada, la mediocridad contamina a todo su ecosistema; es un pilar fundamental de la cultura del grupo y, quien se atreve a desafiarla, es expulsado.

Pero cuidado, la "mediocritacia" no es una anomalía. Es tan natural como la ley de la gravedad.

Es imposible no sentir impotencia ante el poder de los "líderes" mediocres

Los seres vivos tienden a hacer el mínimo esfuerzo para lograr sus objetivos. 

Es la estrategia más inteligente desde el punto de vista evolutivo. 

Por eso, luchar contra la mediocridad es nadar contracorriente; requiere una fuerza de voluntad extraordinaria.

La pregunta es: ¿Dónde estaríamos hoy —y dónde vamos a estar— si no le damos la vuelta a esta inercia? Y más importante aún, ¿existen antídotos contra la mediocridad?

Evidentemente, no hay soluciones de raíz, pero sí antídotos para limitar el brutal impacto de la mediocritacia. Veamos cuatro de ellos:

1.- Reconocer y posicionarse: El primer paso es reconocer la ubicuidad de la mediocridad y elegir nuestra postura ante ella, decidir cómo nos vamos a posicionar en el rebaño corporativo. 

Para esto, necesitamos una autoestima saludable, un propósito vital claro y lucidez mental; facetas que se le presuponen a cualquier líder, como el coraje a los soldados. 

Sin embargo, en política —tanto en la pública como en la corporativa—, la creación de un pensamiento único es una prioridad para controlar el poder. 

Enfocar nuestras propuestas con un ángulo diferencial y basado en datos que incentive —de manera directa y clara— a los líderes a escuchar y apoyar nuestra aportación de valor única, es un antídoto eficaz. 

2.- Elevar la mirada: Para inspirarnos e idear soluciones, debemos ver más allá de los titulares sensacionalistas y centrarnos en el panorama general. 

Es como mirar un bosque en lugar de obsesionarnos con un solo árbol. Indignarnos y comentar en bucle el contenido de cada anécdota particular no va a revertir tendencias; ni a provocar las dimisiones que anhelamos. 

Por ejemplo, en lugar de centrarnos en criticar la última pirueta del Catalanismo, conviene dirigir la conversación hacia estrategias y tácticas específicas y realizables para limitar la inequidad entre autonomías, protegiendo a ciudadanos de a pie.

Generar mensajes provocadores, empíricos y que llamen a la acción a través de las redes sociales no es tarea fácil, pero es ciertamente más productivo que criticar en detalle. 

3.- Curiosidad pragmática: Ante cualquier desafío, necesitamos explorar más allá de nuestra zona de confort. Es como ser un explorador en territorio desconocido. Busquemos soluciones diversas y orientadas a resultados. Por ejemplo, aprendamos de otros países que han gestionado mejor los fondos europeos. A finales de mayo de 2024, España había recibido solo el 24% de los Fondos Next Generation, mientras que Francia, Italia y Dinamarca superaban el 50%. En lugar de lamentarnos, aprendamos de sus estrategias.

4.- El cambio es personal: Para avanzar, necesitamos un compromiso firme y una práctica cotidiana. Cualquier postura contra el orden preestablecido exige disciplina, constancia y firme gestión de nuestra salud mental y emocional. Si elegimos ir más allá de la mediocridad, el compromiso es, ante todo, con nosotros mismos.

Gestionar nuestra respuesta a la mediocritacia es como correr un maratón, reducir nuestra huella de carbono, o transformar a fondo un negocio.

Es un camino solitario e incómodo que se hace paso a paso y que responde a una llamada interior a aprovechar nuestro potencial, a resonar con nuestras creencias.

No hacer nada, dejarse englutir por la mediocridad, es ciertamente la opción más sencilla y fructífera personalmente; pero hay quien no puede resistir la tentación ir más allá, de superar límites y de crear valor diferencial; contra todo pronóstico. 

*** María Millan