Las personas somos seres de costumbres y las estaciones nos determinan en parte. Así, el final de año suele ser una etapa más reflexiva e, inevitablemente, tendemos a hacer balance. Es un momento propicio para analizar, reorganizar las experiencias y encontrarles sentido para prepararnos mejor para el futuro.
La oportunidad de valorar si estamos como queremos o si deseamos hacer cambios. En medio de esa revisión, sin embargo, es fácil perderse en cifras, poner la mirada, por ejemplo, en cuánto hemos ahorrado o invertido y olvidar una pregunta que me parece fundamental: ¿para qué quiero realmente este dinero?
Por recurrir a los clásicos, Scrooge es un viejo avaro, cuyo objetivo vital parece ser acumular dinero, mientras que desprecia a los demás. Pero en Nochebuena recibirá la visita de los fantasmas de la Navidad, la pasada, la presente y la futura.
Dickens utiliza esta excusa para plantear la idea de que las personas tenemos la oportunidad de evaluar las decisiones, nuestro propósito vital y decidir si ese es el camino por que queremos seguir. La moraleja que nos traslada, básicamente, es que la verdadera riqueza consiste en compartirla o que la riqueza sin propósito es solo dinero.
Es una idea importante. A lo largo de mi carrera ayudando a personas a alinear la gestión de su patrimonio con su proyecto biográfico, con sus objetivos, he visto que para desarrollar una vida verdaderamente rica -partiendo de tener las necesidades cubiertas, por supuesto- es necesario pararse de vez en cuando a analizar nuestra situación y definir un propósito claro, para poder trazar un plan que ponga al dinero al servicio de nuestro proyecto.
La verdadera riqueza consiste en compartirla o que la riqueza sin propósito es solo dinero
Teniendo un plan se consiguen dos cosas: la primera, mejorar la relación de las personas con el dinero, para hacerlo no desde el miedo, la desconfianza o la avaricia, sino desde la confianza y con la vista puesta en lo colectivo, que va desde la familia más cercana a la sociedad en general. Es la manera de tener una relación más equilibrada y constructiva con el dinero.
La segunda, es que un plan bien diseñado nos acerca al objetivo, contribuye a que tengamos éxito. Los típicos propósitos de Año Nuevo no tienen muy buena prensa, muchas publicaciones se encargan de recordarnos cada doce meses que la mayoría de la gente los abandona y que no funcionan.
Pero también hay estudios que ponen de manifiesto que quienes se marcan objetivos concretos y establecen metas claras junto con un plan de acción aumentan la probabilidad de conseguirlos (uno de estos estudios es de la American Psychological Association).
Tener claro ese propósito ayuda a que nuestras decisiones financieras se orienten hacia lo que de verdad importa y no respondan a los impulsos del corto plazo. Evita que tomemos decisiones movidos por las emociones (tanto negativas como positivas). Como explicaba el economista conductual Dan Ariely, “cuando no tenemos un plan, tomamos decisiones por impulsos o bajo presión, lo que a menudo nos lleva a resultados que lamentamos. Un objetivo claro crea una estructura que nos permite actuar con más sentido y menos reactividad”. Al plantearnos “para qué” queremos el dinero, el foco cambia.
El dinero ha sido tradicionalmente una fuente de seguridad, un recurso para cubrir necesidades esenciales y asegurarse un futuro. Sin embargo, más allá de esta función, aparece otra cuestión esencial: ¿qué papel debería tener el dinero en nuestra vida?
En este sentido, y como parte del ejercicio de reflexión de final de año, algunas preguntas clave pueden ayudar a establecer prioridades: ¿qué proyectos son importantes para mí y mi familia?, ¿qué estilo de vida quiero mantener?, ¿qué quiero que el dinero me permita hacer? Responderlas con honestidad, más allá de cifras o productos financieros, nos ayudará a mirar la luna en lugar del dedo (en referencia al proverbio de origen chino).
Así pues, en estas semanas, cuando cerramos un ejercicio y abrimos otro, os invito a dedicar un momento a la reflexión y al análisis, a definir de forma clara vuestro proyecto biográfico para poder trazar el plan que os acercará a vuestros objetivos, que os ayudará a enriquecer vuestras vidas y la de vuestros seres queridos.
*** Belén Alarcón es socia directora de Planificación patrimonial de Abante.