“Ten true summers we'll be there and laughing too” Jon Anderson.
Estoy haciendo una gira de dos semanas por países de Latinoamérica dando conferencias. La evidencia de la última década es la de un crecimiento extremadamente pobre, productividad estancada y elevada inflación.
Gran parte de Latinoamérica se ha entregado al socialismo y el resultado es devastador. Todos los países que han sido infectados por el virus del Grupo de Puebla han empobrecido a sus ciudadanos, especialmente a los más desfavorecidos, como ocurre siempre con el socialismo.
La evidencia empírica del fracaso del socialismo se une al equivocado diagnóstico de los problemas de la región. Desde México a Colombia, Brasil, Uruguay o Chile, se repite constantemente que sus problemas vienen de aplicar recetas neoliberales. Una falacia, porque la realidad de la región es que los países que aplicaron políticas de libre mercado y apertura económica son significativamente más ricos y prósperos que los que abrazaron el socialismo.
En Chile, un país próspero y desarrollado, se quejaban de la desigualdad sin darse cuenta de que apostaban por un Frente Amplio, el equivalente a Sumar español, que ha empeorado la situación para todos y ahora ven con tristeza que el país no crece apenas, plagado por la inseguridad jurídica y fiscal… ¡Con qué facilidad se ha convencido a los ciudadanos de que no podían estar peor y que por ello no había riesgo en apostar por el socialismo! Ahora saben que no solo pueden estar peor, sino que son los más desfavorecidos los que han sido perjudicados por la política del robo y la ignorancia económica.
Es aterrador ver cómo los ciudadanos ven la llegada de exiliados venezolanos, nicaragüenses o cubanos, y a la vez les parece que la mejor idea es votar a partidos que replican las políticas del chavismo.
Es aterrador ver cómo los ciudadanos ven la llegada de exiliados venezolanos, nicaragüenses o cubanos, y a la vez les parece que la mejor idea es votar a partidos que replican las políticas del chavismo
El virus mortal de Latinoamérica es el Grupo de Puebla. El virus que infecta a las sociedades con la receta de la envidia y el robo prometiendo una prosperidad que jamás ha conseguido el socialismo.
En México se ha aprobado la politización de la justicia, y el gobierno de Sheinbaum avanza en su objetivo chavista: Controlar el poder judicial, acabar con la constitución y la independencia del banco central. El plan del Grupo de Miseria (no debería llamarse de Puebla) es siempre el mismo: instigar la violencia y la revuelta desde la injerencia de las dictaduras cubana y venezolana, forzar un proceso constituyente que acabe con las instituciones y las someta al poder político, destruir la independencia de las autoridades monetarias y tomar el control de la economía sabiendo que hunden el crecimiento económico y el poder adquisitivo de la moneda. ¿Por qué lo hacen? Porque su objetivo no es el progreso, sino el control. Al crear pobres, crean clientes rehenes dependientes del Estado.
Que México esté en estancamiento es un insulto a su potencial. Que Chile vea sus estimaciones de crecimiento caer mientras el cobre se dispara, es una vergüenza. Que Uruguay elija a una chavista convencida cuando tiene a una hora de viaje el ejemplo del desastre de lo que dejaron los Kirchner demuestra que al socialismo se le perdona la miseria pensando que otros lo aplicarán mejor. Sin embargo, el problema del socialismo no es quién lo aplica, sino la receta.
Pues bien, el antídoto contra el virus del socialismo y el cáncer del grupo de Puebla existe: Milei y Bukele han demostrado que el fallo de los partidos de centro derecha en la región ha sido caer en la falacia del gradualismo. En Latinoamérica, los partidos de ultraizquierda siempre tienen urgencia y convencimiento a la hora de destruir el crecimiento. Sin embargo, a la derecha se le exige ser gradual cuando llega al poder, y es un error. La gangrena socialista no puede combatirse con medidas graduales. Hay que cortar y amputar.
El problema de Latinoamérica es que el socialismo y el estatismo le han cercenado el potencial de crecimiento. Y los mayores perjudicados, como siempre, son los que los líderes populistas fingen proteger.
En Latinoamérica, los partidos de ultraizquierda siempre tienen urgencia y convencimiento a la hora de destruir el crecimiento
Latinoamérica tiene dos opciones: Abrazar la revolución liberal que trae Milei, las ideas de la libertad y del crecimiento económico, o hundirse en el vómito pestilente del socialismo promovido por el Grupo de Puebla, que solo trae miseria para todos menos para los líderes que roban los dólares que entran en la economía.
La libertad avanza. Si Latinoamérica se une a la ola de libertad, disparará su crecimiento y prosperidad. Si, en cambio, sigue por el camino del socialismo, el resultado será la miseria de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
La lección para el centro-derecha es clara: hay que dar la batalla cultural, defender las ideas de la libertad sin complejos y cercenar la gangrena socialista con contundencia cuando se recupere el poder. El gradualismo es lo que ha traído el virus socialista. El antídoto es la libertad y el capitalismo sin complejos.