Un mar en pleno monte de Madrid donde hasta la Armada y la Casa Real prueban sus barcos
El Centro de Experiencias Hidrodinámicas de El Pardo (CEHIPAR) es un espacio de investigación único en España. Fue construido en 1933.
16 abril, 2023 02:03El Canal de Aguas Tranquilas hace honor a su nombre. Nada perturba la calma de esta enorme piscina de 320 metros de largo, 12,5 de ancho y casi siete de profundidad. En esta impresionante masa de agua, con el volumen de 14 piscinas olímpicas, se han probado todos los barcos de la Armada española, los que compiten en la Copa América y hasta el yate de la Familia Real, el Fortuna. Casi 3.000 embarcaciones han sido testadas en este desconocido emplazamiento que, curiosamente, está a más de 300 kilómetros de cualquier océano.
Su nombre oficial es Centro de Experiencias Hidrodinámicas de El Pardo (CEHIPAR), pero en los círculos navales se lo conoce simplemente como “el canal”. Pertenece al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) del Ministerio de Defensa, un organismo público dedicado a la investigación y el desarrollo tecnológico en los ámbitos de la aeronáutica, espacio, hidrodinámica, seguridad y defensa.
El corazón de la investigación naval del INTA está en el monte de El Pardo, en Madrid, a escasos cinco kilómetros en línea recta del Palacio de la Zarzuela. El centro está bajo la dirección del capitán de navío Francisco Javier Pérez Villalonga, que recibe a Madrid Total para mostrar este curioso espacio desconocido para la inmensa mayoría de los madrileños.
El canal fue encargado por el rey Alfonso XIII en 1928 e inaugurado en 1933. “Se empezó construyendo con una longitud de 220 metros. Pero en el año 50 se alargó hasta 320 metros”, explica el capitán de navío Pérez, que también es ingeniero naval.
Por el CEHIPAR no solo pasan embarcaciones militares, ni solo españolas. Miles de barcos mercantes y extranjeros han sido testados en estas aguas, por ejemplo, el Tina Onassis, el petrolero más grande del mundo en los años cincuenta.
En realidad, lo que se prueba en este canal no son los barcos reales, sino modelos a escala. Sería impensable meter un portaaviones en esta piscina, por grande que sea. “Trabajamos con modelos de unos ocho, nueve hasta hasta 15 metros”, explica el capitán de navío.
¿Y para qué? La clave está en el ahorro de combustible y la optimización de las hélices de la embarcación. Los ensayos y pruebas en el canal pueden reducir entre un 1 y un 2% el consumo de combustible y, por tanto, las emisiones contaminantes. Antaño, cuando los diseños estaban menos “afinados”, se conseguía reducir hasta un 12%.
“Probar un barco en el canal es barato. Si tienes en cuenta que más del 80% del tráfico de mercancías mundial viaja en barco y que los barcos navegan 300 días al año y tienen una vida de 30 años, lo que tú te gastes en un ensayo lo ahorras con creces en la vida del barco”.
Un ensayo completo en el CEHIPAR le cuesta a la casa armadora —el cliente— en torno a 250.000 euros. El coste de ese 1% de combustible que consigue de ahorro supera con creces el coste del ensayo. Por eso muchos barcos, de muchos países y con fines muy distintos pasan por aquí.
Un organismo autónomo
En el CEHIPAR se hace todo: se proyectan las futuras embarcaciones en 3D, se construyen los modelos en madera, se pintan y se prueban. Además del Canal de Aguas Tranquilas hay otro, algo menor, que puede simular oleaje. Es el llamado Laboratorio de Dinámica del Buque, cuya fotografía abre este reportaje.
“Este es algo distinto. Aquí generas oleaje. El barco lo arrastras por aquí, vas viendo como se mueve. Cuando pruebas una plataforma, pues la dejas flotando aquí. Aquí también investigamos accidentes. Hemos acabado de ensayar el naufragio del Villa de Pitanxo”, es decir, el pesquero gallego hundido en el mar de Terranova (Canadá) en febrero de 2022.
“Los modelos se hacen en madera de balsa porque es una madera fácil de trabajar. Se traza un cerchado en capas de madera, se pone boca abajo en una talla de cinco ejes y se va haciendo. Después el barco se pinta y se prueba en el Canal de Aguas Tranquilas”.
Además de los modelos, en las paredes de las instalaciones hay expuestas miles de hélices, no mayores que el diámetro de un plato. Son todas las que han probado en los 90 años de vida de este complejo y que, a día de hoy, siguen sirviendo para estudiar cuál es la hélice óptima para un barco nuevo. Como se suele decir, la experiencia es la madre de la ciencia.
“Tenemos un túnel de cavitación que también es único. Una de las cosas que vigilas cuando construyes un barco es que la hélice no cavite. En una hélice lo que sucede es que en la cara de delante baja la presión y es la que tira el barco. Esa bajada de presión provoca que el agua deje de ser agua y pase a ser vapor de agua y se forman unas burbujas que cuando colapsan hacen muchísimo ruido. Entonces, hoy en día ya no es solo eficiencia energética, sino también la reducción de ruido”.
Esta reducción de ruido interesa igual a un barco de la Armada que a un crucero de lujo. Nadie quiere ser oído cuando navega por aguas infestadas de piratas, ni nadie quiere que sus vacaciones tengan como banda sonora un rugido constante en la popa del barco. “Nosotros cuidamos mucho el ruido, porque cada vez hay más demanda de barcos silenciosos”.
—¿Puede ocurrir que un armador venga diciendo: “Mira, no tengo ni idea de qué hélice ponerle a mi barco”?
—Sí, ha pasado. Tenemos abajo un futuro patrullero de la Guardia Civil que nos llegó con un proyecto horroroso.
Lo habitual es que el modelo se cree y se pruebe antes de construir el barco real. Ahora mismo, el CEHIPAR está testando el modelo de un barco para el Instituto Español de Oceanografía. También el futuro Poseidón, el primer buque de la Armada dedicado al rescate de submarinos. Todo pasa por aquí antes de que se empiece a trabajar en el astillero. “A veces hemos ensayado barcos ya hechos”, explica Pérez. Un ejemplo: el portaaviones Juan Carlos I, al que van a cambiar próximamente los motores.
El mismo agua desde 1950
El Canal de Aguas Tranquilas tiene 23.000 metros cúbicos de agua. “Una piscina olímpica son 50 metros y este tiene 320. Lo que pasa es que es más estrecho y más profundo”. El fondo no se ve, y en la superficie del agua se refleja el techo de la nave.
El agua del canal nunca se ha cambiado. Es la misma que se trasvasó del Manzanares en 1933, cuando se creó. Posteriormente, con la ampliación de 1950, se rellenó del mismo río. El canal solo pierde una pequeña parte de su volumen por evaporación y las pruebas de los modelos, es decir, apenas unos litros al año.
Un total de 45 personas trabajan en el CEHIPAR, tanto personal militar como civil. Gracias a los proyectos privados que llegan a estas instalaciones, el canal de El Pardo facturó el año pasado cerca de un millón de euros.