En Ciudad Pegaso parece que no ha pasado el tiempo. Sigue igual que siempre. Eso, en una ciudad que cambia a un ritmo frenético, parece síntoma de buena salud, de que las cosas se hicieron bien desde el principio, de que no hay que tocar nada.
Este pequeño y desconocido enclave de Madrid es un vestigio de otra época. Fue inaugurado en 1956 como una pequeña 'ciudad dormitorio' de los trabajadores de la empresa estatal ENASA, la que fabricaba los automóviles Pegaso. De ahí el nombre.
Pegaso tiene una superficie de unas 60 hectáreas y no puede crecer más, porque está delimitado por tres carreteras: la A-2, la M-40 y la M-14. Situado al final de la calle Alcalá, parece un pequeño pueblo aparte de la capital. Sin embargo, no es un distrito como tal, ni siquiera un barrio. Pertenece a San Blas-Canillejas, concretamente, al barrio Rejas.
En su día, los trabajadores de ENASA alquilaban las viviendas por un precio simbólico. Tras el desmantelamiento de la empresa, comprada mayoritariamente por la italiana Iveco, los inquilinos pudieron comprar esas casas a precio de coste. Un chollo. No hay otra manera de definirlo.
Es el caso de Pablo, vecino nonagenario de Pegaso, que trabajó como chapista tanto en ENASA como en Iveco. "Este es el mejor barrio del mundo", afirma. "Aquí se vive muy, muy bien". En sus palabras se reconoce cierto orgullo de pertenencia, como el que se siente privilegiado por pertenecer al "poblado" —así lo llaman— del caballo alado.
El "poblado" revalorizado
La Ciudad Pegaso fue peculiar desde sus inicios. Ya en los años 50 contaba con unos servicios envidiables: colegio, instalaciones deportivas, piscina, cine, consultorio médico, iglesia y amplias zonas verdes.
Hoy, sigue todo más o menos igual. El cine es ahora un centro de mayores donde Pablo y muchos jubilados de aquella industria se reúnen. En el antiguo campo de fútbol se construyeron algunas viviendas. Pero poco más.
"Hay algunos chavales que todavía trabajan en Iveco, pero muy pocos. Son hijos de los que hemos trabajado aquí. Antes había por la mañana 60 autocares para llevar a los trabajadores de la fábrica", recuerda este anciano.
Lo que sí ha cambiado en Pegaso es el precio de la vivienda. En eso, ha ido acorde a todo Madrid.
Las casas que los trabajadores compraron a precio de coste hoy se venden fácilmente por 300.000 euros, tal como se puede ver en el portal Idealista. Apenas hay 38 inmuebles a la venta. Para alquilar, menos de 10.
Los chalés
Pero en Pegaso no solo hay pisos para trabajadores. También se construyeron chalés para los ingenieros y directivos de la empresa. La zona norte del "poblado" lo constituyen chalés bajos, agrupados en cuatro viviendas adosadas, que estaban destinadas a técnicos cualificados, peritos y cargos medios de la empresa.
Por último, hay diez grandes chalés unifamiliares, de 300 metros cuadrados, que estaban destinados a los cargos más altos. Estos, además, tenían su propio club social donde solo podían acceder ellos. "El nivelazo de Pegaso", los llamaban. Las jerarquías sociales, por aquel entonces, estaban muy marcadas. Actualmente, ese club social es el centro cultural del vecindario, desde cuyo tejado está tomada la foto que abre este texto.
Como en cualquier 'pueblo' que se precie, en Pegaso hay una iglesia. El santo elegido para darle nombre fue San Cristobal, patrón de los viajeros y los conductores. Muy apropiado para un lugar donde los vecinos trabajaban haciendo coches.
Las fiestas de Ciudad Pegaso se celebran en julio, en torno a la festividad del santo, y es tradición que se bendigan los coches de todo aquel que lo desee. "Sí, todavía se siguen bendiciendo coches. ¡Y mascotas también!".