Cuando en Madrid se conducía por la izquierda: por qué fue la última ciudad en cambiar de sentido
Madrid era el único lugar de España donde se conducía todavía por la izquierda hasta que el Consistorio emitió una orden que fue muy polémica.
10 febrero, 2024 03:17Aunque no podamos imaginar cómo ni por qué, en Madrid se empezó a conducir por la izquierda. Es decir, los coches, como en Reino Unido y ahora todos los países de la Commonwealth, tenían que guiarse por su siniestra más que por su diestra.
Y no hace tanto que los responsables del Gobierno de la capital tomaran una decisión drástica: cambiar el sentido de la circulación para que los vehículos fueran por su lado derecho siempre.
Otra de las cosas que parecen inauditas es que por aquel entonces aún era posible que nevara en julio en Madrid. "Y cuando en la acera de la derecha dé el sol y sea julio, ¿habremos de achicharrarnos a la fuerza?", preguntó un periodista a Juan Pradillo, ingeniero municipal de la Inspección de Carruajes y "director de tránsito" del Ayuntamiento, sobre la norma que a partir del 10 de abril obligaba a los peatones a caminar siempre por la acera derecha de las calles.
"En primer lugar, es posible que en julio esté nevando todavía", respondió Pradillo. "Pero tampoco se llevarán las cosas hasta ese extremo. Solo en las calles de mucho tránsito y aceras muy estrechas".
"Otro caso peliagudo", insistió el reportero de Heraldo de Madrid. Si va uno por la derecha y en dirección contraria –y por la acera opuesta, naturalmente–, sobreviene una señora 'de bandera', ¿no podrá uno cruzar para verla de cerca? Esto es muy interesante para los miopes". "Hombre, como yo no soy miope, no había caído en eso", se excusó el joven ingeniero. "Pero si lo fuera… cruzaría. En todo caso desandaría un poco el camino andado".
Era el 7 de abril de 1924, hace cien años, y la ciudad era un hervidero de dudas, de preguntas, de opiniones encontradas, de chistes… sobre las dos grandes medidas con las que el Consistorio iba a tratar de regular la circulación de Madrid, tanto de vehículos como de peatones: todos tenían que circular siempre por su derecha.
Veintidós años después de la matriculación en 1902 del primer coche en la capital, en la ciudad convivían automóviles, motocicletas, tranvías, taxis, carruajes tirados por caballos y carretas… Casi todos los días la prensa informaba de accidentes y atropellos de consecuencias fatales: "Ayer tarde a última hora ocurrió en el paseo de las Delicias, frente a la calle del mismo nombre, un atropello de automóvil, del que fue víctima un muchacho de trece años de edad llamado José Rivero Martín, con domicilio en la calle de Trifón Pedrero, núm. 12".
Por aquel entonces, Madrid era una gran ciudad de algo más de 800.000 habitantes, en la que aún no se habían integrado algunos de los distritos que hoy la conforman, pero en la que todo el mundo parecía conocerse.
La prensa facilitaba desde el domicilio de la víctima, hasta la matrícula del coche que lo atropelló "11.794", la identidad del conductor, "don Carlos Resines Cardeazábal" y del doctor "Echenique" y su ayudante "señor Marcos", que le atendieron en la Casa de Socorro y solo pudieron certificar la defunción del niño.
Meter en vereda a Madrid
"Las principales ventajas son para los automovilistas", defendía la decisión del Ayuntamiento el ingeniero Pradillo en La Correspondencia de España, porque "dado el gran desarrollo que ha tenido este medio de transporte, salen y entran diariamente en Madrid por las carreteras varios centenares de automóviles".
Las colisiones eran habituales, "pues el conductor de un vehículo que viene de cualquier provincia y está acostumbrado a caminar por su derecha, instintivamente tiende a caminar de la misma manera, causando choques y atropellos", razonaba.
Y es que en aquel 1924, en toda España los automóviles circulaban ya por la derecha, salvo en Madrid, donde aún se hacía por la izquierda, pese a que la mayoría de los modelos (como el exitoso Ford T con el que Henry Ford revolucionó la automoción) estaba equipado con el volante a la izquierda.
Así, cuando un coche o un carro cargado con productos de los pueblos vecinos donde se circulaba por la derecha llegaba a la ciudad, estaba obligado a cambiar la dirección de su marcha. Y cuando salía de ella, igual. Pero los despistes, el desconocimiento y la costumbre de los conductores y cocheros provocaban accidentes a diario.
Había llegado el momento de meter en vereda a Madrid. "La razón más poderosa", argumentaba Pradillo, "es que es más fácil amoldar una sola provincia al modo de circular en el resto de las carreteras y provincias, de una nación, que cambiar todas estas al de la primera, que es única".
Basta una mirada a las fotografías antiguas de la ciudad de principios del siglo XX para comprobar aquella estampa hoy extraña de vehículos y carruajes transitando por la izquierda de las calles de Madrid. Como si la fotografía se hubiera revelado al revés.
Regular el caos
En 1924 no existía una Dirección General de Tráfico (sería creada en 1959) y gran parte de la aún incipiente normativa de circulación recaía sobre cada municipio. Cuatro años antes, el 24 de julio de 1918, se había publicado el primer reglamento para la circulación de vehículos con motor mecánico de España.
Este trató de poner orden en el caos circulatorio que asolaba el país y estableció, entre otras medidas sobre las condiciones de los vehículos y las matrículas, que los automóviles circularan en las vías públicas siempre "llevando su mano derecha, excepto en los términos municipales de aquellas ciudades cuyos ayuntamientos hayan adoptado disposiciones especiales".
Así, mientras en Madrid se circulaba por la izquierda, en Barcelona, por ejemplo, se hacía por la derecha. No fue hasta febrero y marzo de 1924 cuando Juan O'Donnell y Vargas, gobernador militar y civil de Madrid, decidió regular la jungla circulatoria en la que se había convertido la capital.
Militar de larga trayectoria experimentado en Filipinas, Cuba y el Ejército de África, el III duque de Tetuán había apoyado en septiembre de 1923 el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera, del que esperaba "la regeneración de España". Y cansado de que las "autoridades se crucen de brazos" ante "la gran dificultad que ofrece la reglamentación del tránsito por las calles de esta villa y corte", en vez de "procurar resolverlo poco a poco", decidió afrontarla.
El 8 febrero de aquel 1924, O'Donnell proclamó un bando en el que limitó a 20 kilómetros hora la velocidad que podían alcanzar los automóviles en Madrid. Y el 22 de marzo, otro para regular el tránsito de peatones y vehículos en las calles de la ciudad.
"Desde el 10 de abril próximo venidero todos los vehículos irán por la derecha de las calzadas, tanto en las calles como en las plazas", recogía su primera disposición. "Los peatones deberán caminar siempre por la acera derecha de las calles, según la dirección en que vayan, quedando prohibido en absoluto estacionarse dentro de las mismas y de ambular (sic) por las calzadas", ordenaba su artículo décimo.
La norma, sin embargo, concedía: "En las aceras de gran anchura podrá tolerarse, por excepción, que los viandantes sigan discurriendo en las dos direcciones, como hasta ahora".
Régimen derechista
Rápidamente, las 13 disposiciones del bando del gobernador se convirtieron en la comidilla de los periódicos de la época, que durante un mes publicaron innumerables artículos de opinión y viñetas satíricas sobre la nueva ordenanza. "Ramona: búscame la mano del almirez", pedía una cocinera en una viñeta de Tovar impresa por La Voz, el 11 de abril. "La derecha o la izquierda", replicaba su ayudante.
"Ya lo sabes, desde el 10 de abril irás siempre por la derecha", le recordaba un personaje de Bagaria a otro en una viñeta publicada por El Sol, el 25 de marzo de 1924. "¿También en eso?", se preguntaba el otro.
La alusión a la dictadura de Primo de Rivera se atisba igualmente en la crónica que Heraldo de Madrid publicó sobre las primeras horas de circulación tras la entrada en vigor de la norma: "Inauguración del régimen derechista. Hoy ha creído la gente que andaba hacia atrás", tituló el diario.
"Urge que se adopten para el aire disposiciones inspiradas en el mismo sentimiento que mueve a dictar las que rigen para la tierra", se ironizaba el 7 de abril también en La Voz. "Siendo el aire tan ancho, ¿cómo es posible que choquen dos aeroplanos a unos cientos de metros de altura? Y, sin embargo, ocurre. (…) Como el que manda para todos, se va a mandar que de aquí en adelante los aeroplanos vayan también por la derecha".
"El gobernador de Granada ha dispuesto que a partir de hoy los montes de la provincia de su mando circulen solamente por la derecha", se anunciaba en una viñeta en El Liberal, el 12 de abril.
Incluso La Acción publicó el 12 de abril una copla del escritor Luis de Castro sobre la normativa: "A la jota, jota / del auto y peatón; / ya por la derecha / no habrá confusión. (…) A la jota, jota / del auto ligero; ya por la derecha / no habrá un atropello".
Instrucciones para dar la vuelta en la plaza de la Independencia
El 7 de abril, la edición de noche del Heraldo de Madrid publicó un "Manual del perfecto automedonte" (en la mitología griega, Automedonte era el auriga que conducía el carro de Aquiles) para explicar a los conductores y peatones cómo debían actuar a partir del día 10.
"Se recomienda a todos los automovilistas que coloquen en el parabrisas la inscripción 'Marchad por la derecha'; de esta forma se recordarán unos a otros constantemente la nueva disposición", señalaba, antes de detallar cómo debía girarse a partir del 10 de abril en las rotondas.
"En las plazas la circulación será también por la derecha, debiendo marchar siempre en esta forma, aunque sea preciso dar la vuelta a toda ella, por ejemplo: un carruaje que, saliendo de la calle de Alfonso XII, haya de dirigirse a la Cibeles, deberá dar la vuelta por toda la plaza de la Independencia, dejando a su izquierda el monumento central: igualmente girará el que viniendo por la parte alta de la calle de Alcalá se dirija a la de Alfonso XII. Sirva esto de regla para todas las plazas y encuentros de calles a todas las horas del día y de la noche".
Un "espectáculo" escandaloso
El cambio no convenció a todos: "Antes por la izquierda, ahora por la derecha. Lo mejor será llevar la contraria... que es lo castizo", lamentaba el protagonista de una viñeta publicada por La Acción, el 29 de marzo.
Pero se llevó a cabo. Y a las doce en punto de aquel 10 de abril de 1924, Madrid cambió de rumbo. Así lo recogió el Heraldo de Madrid: "Con la última campanada de dicha hora, un coro nutridísimo de voces bien timbradas prorrumpió en gritos, diciendo todos la misma frase: '¡Media vuelta a la derecha!' Inmediatamente, en medio de un griterío ensordecedor y una lluvia de frases humorísticas, muchas de buen ingenio, aurigas y conductores de automóviles se dispusieron a cumplir con lo ordenado; es decir, a cambiar de mano, pasándose la izquierda a la derecha".
"El espectáculo resultó pintoresco y curioso", recordaba horas después La Correspondencia de España, "porque al mismo tiempo todos los 'chauffeurs' empezaron simultáneamente a hacer sonar las bocinas, armando la algarabía consiguiente, y fueron desfilando alborotadamente por la Carrera de San Jerónimo, calle de Sevilla, calle de Alcalá, hacia la Cibeles, para tomar allí la dirección de la derecha con el fin de regresar a la Puerta del Sol. Los automóviles ostentaban en el cristal del parabrisas un visible letrero en el que se leía: '¡Llevad la derecha!'".
La Compañía de Tranvías fue la que desplegó el mayor operativo. Al filo de la medianoche retiró sus coches, mientras decenas de obreros se lanzaban a cambiar las agujas de las líneas. Sin tranvías, los taxis y simones "fueron tomados por asalto" a la salida de los teatros y muchos no tuvieron más remedio que caminar un largo trecho para regresar a sus domicilios. A las ocho de la mañana se restableció el servicio, tras modificar seiscientas agujas en la vía y los cables.
"Apenas despertó, y luego de desperezarse voluptuosamente, Madrid se echó a la calle. Los primeros tranvías fueron acogidos con admirativos ¡ah! y asombrados ¡oh! La gente creía que andaban hacia atrás". "Esto ha hecho cambiar el aspecto de algunos sitios", se recordaba en La Correspondencia de España, puesto que la animación de los apeaderos se ha trasladado a parajes antes menos concurridos. Las preocupaciones que el viajero toma para subir y bajar son inmensas, hasta que se acostumbre al cambio de dirección. En esto hace bien. No así como así se puede uno jugar la vida o una pierna por la tontería de dársela de valiente".
"Aquí no comemos, pero nos reímos mucho"
Satisfecho por el resultado del operativo, el gobernador civil facilitó a los periodistas una nota en la que mostraba "su agradecimiento por lo bien que han sido secundadas sus órdenes, destacándose, principalmente, el Real Automóvil Club y la Sociedad General de Tranvías, que en un período cortísimo de horas ha cambiado la marcha de sus vehículos, y el público que, con su buena voluntad, ha subsanado las deficiencias naturales al implantarse una transformación tan radical como representa el cambio de mano".
Tres meses después, en julio de 1924, el duque de Tetuán era nombrado subsecretario de Guerra y delegado del Directorio Militar de Primo de Rivera y en noviembre, ministro de la Guerra.
El "cambio de mano" de la circulación comenzaba a transformar la fisonomía de la ciudad, sustituyendo las paradas ordinarias por otras nuevas en el lado opuesto de las vías y trasladando el tránsito de los viajeros a la acera de enfrente. Pero no frenó en seco, sin embargo, los accidentes en la capital. El primer día de la nueva norma un vehículo colisionó en el paseo de Recoletos, esquina a la calle Prim, con el tranvía número 7. "El choque fue violentísimo, hasta el punto de que el automóvil dio casi la vuelta de campana".
Mientras, un poco más norte, en la glorieta de Emilio Castelar, un grupo de verduleras paseaba con la cesta colgada del brazo derecho y un cartelito en el asa en el que se leía: "¡Llevadla en la derecha!" "Al paso de las alegres verduleras de hortalizas", se publicó en La Libertad al día siguiente, "los transeúntes se olvidaban de las patatas, de la carestía de las verduras, y se entregaban por completo al chiste, en algún momento verde, jugando en la frase aguda la derecha, la izquierda y el centro. Y así todo el día, aprovechando lo propicio de las circunstancias. Porque aquí no comemos, pero nos reímos mucho".