Pedro Ortiz, el relojero de la Puerta del Sol.

Pedro Ortiz, el relojero de la Puerta del Sol. Sara Fernández El Español

Madrid Capital

Pedro, el relojero que lleva 28 años sin cenar con su familia para dar las Campanadas en la Puerta del Sol: "No está pagado"

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Pedro Ortiz pasa todas sus Nocheviejas trabajando dentro del reloj de la Puerta del Sol desde hace 29 años. "Esto no está pagado. Lo que hacemos nosotros no lo hace nadie". Se refiere, más concretamente, a su entrega en cuerpo y alma al reloj que más miradas acapara durante la última noche del año.

Pero es su pasión por la relojería antigua lo que le hace no faltar ni un sólo año a su cita de las Campanadas junto a su hermano Santiago Ortiz y su socio Jesús López-Terradas. Los tres, fundadores de la Relojería Losada de Madrid, desde que ganaron el concurso público para restaurar y mantener el reloj de la Puerta de Sol, son los únicos que pueden acceder a él por las estrechas escaleras de caracol que llevan a lo más alto de la Real Casa de Correos.

Desde entonces han cambiado pasar la Nochevieja en familia —"No cenamos con ellos desde el 97"—, por los nervios para que todo salga perfecto y a no tener tiempo ni para sentarse minutos antes de la medianoche dentro del Kilómetro 0 de la capital.

Pedro Ortiz en el reloj de la Puerta del Sol.

Pedro Ortiz en el reloj de la Puerta del Sol. Sara Fernández El Español

A su vez, ser el encargado del reloj más famoso de España conlleva someterse desde hace casi tres lustros a decenas de entrevistas —al fin y al cabo, muy repetitivas— que conceden, siempre con una sonrisa, unos 10 días antes a todos los medios de comunicación. "En el 97 no había tantos medios. Prácticamente, venía RNE y TVE, y ya está", recuerda Pedro Ortiz.

4 segundos de retraso

Jesús, Pedro y Santi se adentran cada 31 de diciembre a las 21.30 horas en el reloj de la Puerta del Sol, para abandonarlo de madrugada en un año nuevo. Durante las Campanadas, están de todo menos quietos. Por eso, dentro del reloj de Sol no hay ni una silla.

Una gran estructura de hierro, acero y latón llena de engranajes, manecillas, ruedas... es lo que tienen que vigilar para asegurar el buen funcionamiento del reloj más mirado de España. "Si se parte algo... a rezar. Pero es prácticamente imposible", asegura el relojero Ortiz.

Pedro Ortiz ajustando una manivela del reloj de la Puerta del Sol.

Pedro Ortiz ajustando una manivela del reloj de la Puerta del Sol. Sara Fernández El Español

"Lo más importante a tener en cuenta es que la primera campanada de las 12 tiene que ser superpuesta con la sexta en el horario, o sea, en el mismo segundo. Eso hay que vigilarlo con el observatorio astronómico, que es con el que tiene que estar sincronizado la máquina", informa.

El reloj tiene una variación de más o menos cuatro segundos al mes. "Para eso estamos nosotros aquí, entre otras cosas, porque si no hubiera nadie, se iría acumulando". Por ello, acuden a vigilar y ajustar el reloj un par de días a la semana durante todo el año. Conforme se acerca el 31 de diciembre, esa frecuencia pasa a ser diaria.

El reloj es una gran estructura de hierro, acero y latón llena de engranajes, manecillas, ruedas, etc.

El reloj es una gran estructura de hierro, acero y latón llena de engranajes, manecillas, ruedas, etc. Sara Fernández El Español

"Según se va acercando la hora, va subiendo de tono. Aquí lo oímos perfectamente. Y, sin embargo, aquí hay un silencio sepulcral", ya que, dentro del reloj, en la última noche del año, los tres relojeros no tienen tiempo ni para tomar las uvas. Cada uno tiene una función diferente. Están pendientes de cualquier imprevisto y, por ejemplo, "el mecanismo de la bajada de la bola, se hace manualmente". 

En sus 28 años dando las Campanadas, nunca han tenido ningún imprevisto. "La mejor anécdota es que no hay ninguna anécdota", bromea. "Que a lo largo de tantísimos años nunca haya pasado nada es muy difícil. Creo que ningún reloj del mundo podría decirlo".

El interior del reloj de Sol.

El interior del reloj de Sol. Sara Fernández El Español

El reloj de la Puerta del Sol es único por su precisión a pesar de su edad. Formado por cuatro esferas visibles desde la calle y ocho agujas, fue un regalo del relojero español José Rodríguez Losada, exiliado en Londres, y se lo regaló al pueblo de Madrid, que lo puso en marcha en 1866.

"El oficio se ha acabado"

Pedro Ortiz tiene 66 años y su socio Jesús, 80. No tienen en mente faltar las próximas Navidades, pero "ninguno somos eternos". En ese caso, confiesan no saber quiénes van a ser sus sucesores. "No hay aprendices que quieran aprender. Como no hay, el oficio se ha acabado. Yo fui el último alumno que salió de la Escuela de Relojería de Madrid, que se cerró en 1975", afirma el relojero.

El relojero Pedro Ortiz.

El relojero Pedro Ortiz. Sara Fernández El Español

A pesar de la escasez, están formando a un par de personas, aunque tiene que ser la Comunidad de Madrid la que decida quiénes serán los próximos guardianes del reloj de Sol.