Un donante anónimo ayudó a los 11 alumnos del Ciudad de Valencia que habían perdido a sus padres en el 11-M
Veinte años más tarde, los docentes recuerdan cómo todo el claustro tuvo que quedarse "horas" porque nadie venía a recoger a algunos niños.
11 marzo, 2024 02:54Eran las 07:38 horas del 11 de marzo de 2004 cuando, el tren número 21713, que estaba estacionado y acababa de cerrar puertas en la estación de Santa Eugenia, estallaba. El coche 4 se reducía a cenizas y el estruendo resonaba en las aulas del CEIP Ciudad de Valencia, a unos metros de la estación.
Muchos alumnos ya estaban en el centro porque, como es habitual, acudían antes para los llamados 'desayunos'. Una forma de adelantar la jornada escolar para la mejor conciliación de los padres que entran a trabajar temprano.
Entre los casi 200 fallecidos de los atentados del 11-M, de los que ahora se cumplen 20 años, se encontraban padres, madres y abuelos de alumnos que, ese día, tuvieron que esperar a la puerta de su colegio porque "nadie venía a recogerles".
La historia del colegio público Ciudad de Valencia tal vez sea una de las que menos se recuerda de aquellos años. Pero, ahora, 20 años después, algunos de sus profesores ponen en valor el trabajo de todos aquellos docentes, ayudantes de comedor y administrativos, que se quedaron hasta altas horas para hacerse cargo de aquellos niños a los que nadie iba a buscar.
Los mismos docentes que, durante los años siguientes, tuvieron que lidiar con el luto de una comunidad educativa que había sido sacudida por un atentado terrorista.
Una de las cosas que no se conoce tras la historia de este colegio, y que todavía es un misterio, es el donante anónimo que durante años estuvo colaborando económicamente con el colegio y las víctimas de los atentados.
Madrid Total tampoco ha conseguido descubrir la identidad del donante altruista. Aunque parece que él (o ella) tampoco quiere que lo descubran. Prefiere quedarse en el anonimato de aquel que, en un momento de oscuridad, quiso poner algo de luz y ayudar a los 11 alumnos que habían perdido a sus familias en los atentados.
Este diario ha hablado con una de las docentes que en ese momento daba clase y todavía hoy ejerce. En total, hay cuatro profesores que daban clase en esa época y todavía hoy siguen allí.
Todos ellos recuerdan lo que sus alumnos ya han olvidado de aquella tarde interminable del 11 de marzo de 2004 y los meses que le siguieron. "El día en sí, fue una locura, nadie sabía nada. Llamamos a las familias que pensamos que podían haber estado afectadas", explica ahora esta maestra.
No fue hasta el día siguiente cuando supieron quiénes eran las víctimas e intentaron volver a una "normalidad anormal". "No se paró, porque somos un servicio público, lo que sí hicimos fue recuperar la normalidad sin hacer mucho hincapié en lo que había pasado", recuerdan ahora.
Grupo de profesores
Varios docentes se unieron alrededor de una agrupación con ayuda de varios psicólogos que les enseñaron a gestionar el duelo y la difícil situación por la que pasaban algunos alumnos.
Fue una especie de "curso formativo de gestión de emociones". Desde ese grupo nació la idea de crear un equipo de acompañamiento en el que profesores y padres del APA (asociación de padres) trabajaron al respecto.
Las cosas, como recuerda esta profesora, eran diferentes a cómo se hacen ahora. Por eso no hubo una atención especial a los profesores o ayuda psicológica externa. Fue la orientadora del colegio, la que se encargó de gestionar la situación. Una orientadora que, recuerdan, ni siquiera llegó por los atentados, sino porque el centro entraba en un programa de "necesidades educativas especiales".
Una placa
Si alguien pasea hoy en día por el CEIP Ciudad de Valencia, no encontrará nada que haga pensar que allí se vivió la más absoluta de las tristezas hace 20 años. Sólo una pequeña placa -pagada por el propio colegio y la asociación de padres-, recuerda a las víctimas. No sólo las vinculadas al colegio, sino a todas aquellos que perdieron la vida en los atentados.
La profesora, que ahora decide hablar con Madrid Total, quiere destacar el valor y la memoria de todo lo que pasó en ese día para que no quede en el olvido. Lo hace como un homenaje a las víctimas y, además, una forma de resaltar la labor de todos aquellos docentes y ayudantes de comedor o equipo directivo que se dejó la piel para que los niños no se vieran todavía más sacudidos por la tragedia.
Ni siquiera los días posteriores al atentado hubo grandes movilizaciones. Pintaron un mural con manos blancas e hicieron algún acto puntual, pero nada más. De hecho, esta profesora asegura que muchos de los alumnos a los que hoy en día da clase, no saben todo lo que se vivió.
Una de las grandes incógnitas alrededor del centro es ese donante anónimo que siempre quiso evitar que transcendiera su nombre y que donó grandes cantidades de dinero para aquellos alumnos que habían sido sacudidos por el 11 de marzo.
Ese dinero, según cuenta la docente, se invertía para las matrículas de los alumnos, incluso fondos para su futura etapa universitaria. También pagaba las escapadas y viajes que hacían los menores junto con el citado grupo de profesores que se prepararon específicamente para gestionar estos casos. "Hacían viajes en verano y Navidades", montando una especie de grupo que les mantuvo "unidos" frente a la tragedia.
El donante anónimo estuvo más de seis años realizando aportaciones al colegio. Tiempo más que suficiente para que se creara una bolsa de dinero para los niños afectados. "Entre seis o siete años", enfatizan ahora.
Una vez que los alumnos abandonaron el centro, las donaciones pararon y, con ellas, quedó en el olvido la existencia de este filántropo del que todavía no se sabe nada. Los docentes lo recuerdan como algo "bonito y altruista". Un gesto en el silencio del luto que hoy, 20 años después, sigue siendo una incógnita
Hermandad con Valencia
Como su propio nombre indica, el Ciudad de Valencia está hermanado con la capital de la Comunidad Valenciana. De hecho, Rita Barberá y todo el equipo de fútbol del Valencia acudieron el año de los atentados a visitar a los alumnos.
Los docentes todavía recuerdan como la exalcaldesa y líder de los populares valencianos invitó a los alumnos de sexto de primaria, entre los que había un niño que había perdido a uno de sus padres, a visitar la Ciudad de Valencia con los gastos pagados durante toda una semana.
Seguramente estos regalos, viajes y becas no colmaron el vacío que deja el haber perdido a un padre, a una madre, o a un abuelo; pero sí ayudó a normalizar una situación que para los docentes era "muy difícil de gestionar".
El colegio se encuentra frente a las vías del tren. Solo les divide una pasarela. Eso quiere decir que, cada día, todos aquellos alumnos que habían escuchado las bombas de sus aulas o que habían vivido en sus propias carnes la pérdida de algún familiar o amigo, tenían que recordar lo que habían pasado.
En ese momento el Ciudad de Valencia tenía seis líneas educativas. O lo que es lo mismo, en cada curso había seis clases con más de una veintena de niños. Eso significa que había más de 1.000 jóvenes en el centro.
Muchos de ellos vivían en Vallecas, y ya que los trenes que explotaron pasaban por el barrio madrileño, no era de extrañar que alguien tuviera no solo un familiar fallecido en los atentados, sino también algún vecino, el padre de un amigo, o un conocido que hubiera perdido la vida o hubiera resultado herido.
Reyes de España
De los pocos recuerdos que quedan de esa época es el libro de condolencias en el que todas las autoridades que pasaron por el centro dejaron su mensaje. Una de las firmas más recordadas es la de los ahora Reyes de España, Felipe VI y Leticia. Por aquel entonces Príncipes de Asturias.
Acudieron al centro en una visita que todavía recuerdan sus docentes y quedó reflejada en dicho libro. También la de autoridades políticas, personalidades reseñables, etc.
Pese a todo ello, las firmas que recuerdan con más cariño los todavía maestros son las de toda la comunidad educativa. Todos ellos, conscientes de lo que había ocurrido en sus aulas y de lo difícil que es gestionar estas situaciones en niños tan pequeños, les mostraron el mayor de los apoyos.
"Ha pasado mucho tiempo, pero lo recordamos todavía con mucha angustia", se despiden ahora los profesores que, con la voz entrecortada, insisten en agradecer el trabajo de aquellos compañeros y personal de comedor que dieron todo de sí mismos. "Se hizo un esfuerzo grandísimo. Fue muy duro".