En la isla de Spitsbergen del archipiélago noruego de Svalbard, bajo tierra y a prueba de bombas, se encuentra la cámara del fin del mundo. Un espacio que almacena un millón de variedades de especies de todos los climas y continentes en los que, a partir de ahora, va a formar parte la Comunidad de Madrid

Y es que, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, se ha unido a la expedición internacional que va a ampliar la reserva de cultivos del planeta en el Banco Mundial de Semillas de Noruega. Lo hará con semillas de tomates, trigo duro, cebada y avena. 

Hasta ahora, este depósito enterrado conserva más de un millón de muestras, a temperaturas bajo cero, para que la humanidad pueda afrontar una hipotética catástrofe. Semillas entre las que, desde este momento, también habrá especies 100% madrileñas. 

[La bóveda del fin del mundo: el Arca de Noé que podría salvar el recuerdo de España en caso de guerra nuclear]

La selección ha partido del reservorio regional hacia el Banco de Germoplasma Vegetal de Alcalá de Henares y ha llegado esta misma semana. 

Hay que recordar que este banco, construido en 2008, abre sus puertas tan sólo dos veces al año, a fin de ampliar sus reservas. En esta apertura de puertas, la región ha aportado trece variedades regionales.

La Bóveda Global de Semillas de Svalbard

El Gobierno regional ha elegido estas especies y las ha enviado a través del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA). La selección está compuesta por cinco variedades de tomate, cuatro de trigo duro, tres de cebada y una de avena. 

El objetivo de este Banco Mundial de Semillas es hacer frente a una hipotética catástrofe y salvaguardarlas para la alimentación mundial. Desde este momento, en esa supuesta repoblación tras una guerra nuclear, los ciudadanos del futuro podrán comer tomates de Madrid. 

De hecho, las semillas de tomates enviadas por Madrid aún se comercializan en el mercado. 

En lo que respecta a las variedades de cereales, no están catalogadas para su venta. Eso sí, la Comunidad asegura que "se conserva su material genético porque permitiría obtener alimentos mejorados, con mayor tamaño de grano y nutrientes, así como mejora en el rendimiento de los cultivos".

Un experto selecciona las semillas enviadas por Madrid en la Finca de El Encín, del IMIDRA, en Alcalá de Henares. E.E

Esas semillas, tanto la de los tomates como las de los cereales, se custodiarán en el almacén situado bajo hielo, con temperaturas de varios grados bajo cero gracias a sistemas de refrigeración artificial y a un entorno de entre -3 y -7 grados centígrados.

En la apertura de puertas que ha tenido lugar el martes, 28 de mayo, el Gobierno regional ha incorporado varios cientos de semillas, contribuyendo a ayudar a la humanidad en una posible situación de emergencia y a preservar su patrimonio vegetal para el futuro.

[La Bóveda del Fin del Mundo, el lugar donde se guardan semillas de todas las plantas, se reformará]

El envío, que completa uno menor realizado hace dos años, se ha coordinado con el Centro de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA-CSIC).

De dónde han salido las semillas

La selección de simientes para su almacenamiento en Noruega ha partido del reservorio regional, el Banco de Germoplasma Vegetal instalado en la finca experimental El Encín, en Alcalá de Henares, que conserva cerca de 300 tipos de verduras, frutas y hortalizas de la región.

Exterior del Banco Mundial de Semillas de Svalbard. E.E

En él se realiza la clasificación y salvaguarda de la información genética y también se investiga con ella para descubrir nuevos cultivos o recuperar los que han caído en desuso.

El banco forma parte del Programa Nacional de Conservación y Utilización Sostenible de los Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación (PNRF).

El Instituto de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario también creó en 2022 un Banco de Germoplasma de Flora Silvestre. Se trata de una instalación científico-técnica dedicada a preservar las plantas y árboles autóctonos, que lleva un año funcionando en la finca experimental La Isla, en Arganda del Rey.