Hola, ¿tienen mascarillas? Esta es probablemente la frase que más han escuchado los farmacéuticos españoles desde que estallara la crisis del coronavirus y su consiguiente estado de alarma. Muchos establecimientos hartos de decir que no, ya han colgado carteles en las puertas, para evitar responder siempre lo mismo. NO HAY MASCARILLAS, se puede leer en el grueso de las farmacias madrileñas. También suele pasar lo mismo con los geles antisépticos y los guantes de látex. Pero en toda regla hay excepciones y algunos establecimientos aún ofrecen estos privilegiados productos.
Cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el decreto por el cual España entraba en estado de alarma, una de las medidas adoptadas era que las empresas o personas que tuvieran equipos de protección debían ponerlo en conocimiento del Ministerio de Sanidad, convertido en el órgano encargado de distribuirlos. Esto incluye mascarillas, guantes y kits de diagnóstico, productos cada vez más escasos en los hospitales españoles.
Es más, el decreto ponía un plazo improrrogable de 48 horas para poner a disposición del Ministerio estos medios. Un claro ejemplo de la intervención del gobierno en dicho material fue la incautación por parte de la Guardia Civil de 150.000 mascarillas en Alcalá del Real (Jaén) que fueron a parar al hospital Infanta Sofía de Madrid. Lo que parecía casi una operación contra el contrabando, era en realidad una transacción que ya estaba acordada, tal y como explicó la empresa ‘incautada’, Diseños NT.
Esto, sin embargo, no gustó a la Junta de Andalucía que criticó que el material fuera llevado a Madrid y no se quedara en la comunidad autónoma. Cosas del estado de alarma, el Ministerio ahora sí tiene competencias muy claras.
Pero si el Gobierno está interviniendo todo ese material, ¿cómo es posible encontrar aún mascarillas en la calle? ¿Los proveedores y fabricantes no deberían poner su producción a disposición de la Administración? EL ESPAÑOL ha visitado 16 farmacias de cinco distritos madrileños en busca de lo que todos los hospitales ansían. De los visitados, solo tres establecimientos pueden presumir de tener mascarillas a la venta.
En el centro
La Antigua Farmacia de la Reina Madre, en el 59 de la calle Mayor, es única por muchos motivos. Para empezar, es la más antigua de Madrid: abrió sus puertas en 1578, bajo el reinado de Felipe II. Tiene un pasadizo que la conecta con el Palacio Real, que se encuentra a escasos 500 metros. La farmacia es casi dos siglos mayor que el palacio.
Sin embargo, este lunes lo que hace única a la Farmacia de la Reina Madre no es su singular historia, si no que es de las pocas de Madrid donde se puede comprar mascarillas, gel antiséptico y guantes de látex. Las tres sin excepción. Esto se debe a la insistencia de Mari Luz, la encargada. “Hay que estar llamando constantemente a los proveedores”, afirma con el teléfono siempre a mano. “Por ejemplo, los geles los estamos haciendo nosotras. Lo que nos faltan son frascos”.
Tanto Mari Luz como Cristina, la otra mujer que atiende, tienen media cara cubierta con un mascarilla como las que tienen a la venta. “Son de las buenas, de triple filtro”, afirman. Cuestan 9,95 euros. Son tan preciadas que hay gente que llama para reservarlas. ¿El proveedor de mascarillas de esta farmacia se estaría saltando la ley? Sobre el papel, sí.
En la Comunidad de Madrid hay cerca de 2.800 farmacias. Si la pequeña proporción que ha comprobado este periódico (tres de 16) se extendiese a toda la región, solo 520 tendrían mascarillas a la venta. Y quizás sea mucho suponer.
Entre las tres privilegiadas también hay una farmacia con historia: la antigua Farmacia Gayoso, fundada en 1855. “Tenemos muy pocas ya”, afirma Sergio, uno de los farmacéuticos. Pero tienen mascarillas. Este establecimiento está en la calle Tetúan, una vía corta y estrecha que une Preciados con Maestro Victoria. Su localización es una posible explicación de por qué aún tiene el preciado producto. Es una zona plenamente turística y con poco cliente habitual. "No hay mucha vecindad", resume Sergio. Y por eso el negocio se ha resentido.
Ni gel ni guantes
Las farmacias son lugares que abren hasta tarde o incluso que no cierran. Bajo esa distintiva cruz de luz verde hay un local que evoca salud, con una persona que genera confianza porque sabe lo que nos pasa y lo que necesitamos tomar para curarnos.
El farmacéutico es quien nos pasa la tarjeta sanitaria por su lector para darnos lo que el médico manda. Es la persona a la que le contamos cosas tan íntimas como las hemorroides o los callos en los pies. También es la persona a la que recurrimos cuando vamos a mantener relaciones sexuales seguras. Es normal entonces que sea el primer lugar al que acude alguien cuando hay un virus suelto cobrándose vidas: este lunes son ya 2.182 muertos en España.
En el distrito Centro abundan las farmacias, ya sean antiguas como los ejemplos nombrados, o más recientes como las de la Gran Vía. Sin embargo ninguna otra de las visitadas tiene mascarillas para vender. Y las hay que no tienen ni gel ni guantes tampoco.
Otra que sí que tiene de todo es la que hay en el número 62 de la calle Princesa, en el distrito de Chamberí. Les quedan “unas pocas” mascarillas, explica el encargado. Sin embargo, y a diferencia de las demás, este local no muestra mucha simpatía a la palabra “periodista”. Ni nombres, ni fotos. Así sea.
Plásticos de mampara
Al sur de Madrid la estampa cambia radicalmente. Todos los farmacéuticos preguntados en Centro y Chamberí llevan mascarilla puesta, incluso los que no tienen para vender. Pero en Carabanchel ninguno la lleva. Ni el de la calle Oca, ni las de la calle Juan Alonso, ni Raúl, que trabaja en farmacia de la calle Alondra 49.
En Carabanchel, al menos, muchos profesionales se protegen con una mampara de cristal o plástico. Raúl atiende tras una capa de plástico de embalaje, el de las burbujas que envicia explotar. Tal y como relata, hace semanas que se quedó sin mascarillas, ni para él mismo tiene y por eso se parapeta.
Pese a la distópica imagen que transmite la farmacia de Raúl, todavía hay gente que viene a comprar crecepelos, cremas antiarrugas y otras "gilipolleces", en sus propias palabras. Pide perdón y se muerde la lengua, pero se le nota quemado por la falta de responsabilidad que muestran algunos vecinos.
Algo similar ocurre en Pacífico, donde también se protegen con plásticos colgados frente al mostrador. “El de la tele [Fernando Simón] dice que es un riesgo inherente a nuestra profesión. Yo entiendo que se deba llevar el material primero a los hospitales, pero que diga eso me parece una vergüenza”, se queja el encargado de una farmacia en la Avenida de la Ciudad de Barcelona. No tiene ni mascarillas, ni geles, ni guantes. Los que lleva “son del Mercadona”, explica.
Unos metros más al sur, ya en Puente de Vallecas, está la farmacia de Víctor, en la Avenida de la Albufera. Tampoco tiene mascarillas, salvo la que lleva en la cara, que tiene ya varios usos.