El cliente se para en la puerta del supermercado para que una compatriota china le mida la temperatura. Si marca más de 37,5 grados no podrá pasar. Así lo advierte un cartel en la puerta. La mujer del termómetro va blindada de los pies a la cabeza con un equipo de protección individual (EPI), como si de un sanitario se tratara. 36,7 grados, puede pasar. La imagen parece sacada de Wuhan, pero en realidad es Usera, en Madrid.
El barrio del sur de Madrid ha vuelto esta semana a la vida, cuando la numerosa comunidad china que lo habita ha empezado a abrir sus negocios. Este supermercado, sin embargo, lleva abierto todo el estado de alarma, según relatan sus empleados. Pese a su paciencia y simpatía, la comunicación no resulta fácil. Ninguno habla castellano de forma fluida. Es un supermercado de chinos y para chinos. El rótulo que hay encima de la puerta lo deja claro, solo pone Asia Supermercado y unos caracteres asiáticos.
En su interior, todos los clientes tienen los ojos rasgados y apenas hay productos etiquetados en alfabeto latino, a excepción de algunas cervezas y refrescos. No busque pimentón de la vera, queso manchego o ColaCao, aquí no lo encontrará. Por el contrario, hay dos estanterías dedicadas únicamente al ramen y una sección abarrotada de salsas de soja.
La calle de las colas
La calle Marcelo Usera presenta una estampa que en otras circunstancias se podría etiquetar de normal. Pero las mascarillas indican que esto todavía no ha pasado. “Hacía meses que no veía tanta gente”, afirma con cierto asombro una mujer que pasea a su perro.
Tras el año nuevo chino, cuando los restaurantes de Usera hacen su propio agosto, muchos de estos negocios echaron el cierre por vacaciones, como suele ser habitual tras la celebración. Este parón se vio súbitamente ampliado por el decreto del estado de alarma el pasado 14 de marzo. Este miércoles, los vecinos de Usera, chinos o no, han salido a la calle casi con normalidad. Casi. Todo el mundo lleva su mascarilla. "Ponte guantes, cariño", se oye en una frutería.
La calle Dolores Barranco bien se podría llamar la calle de las colas. Hay cola para la pescadería, para la carnicería, para el Hiper Usera, para el banco, para la huevería Jaén, que solo abre los miércoles… Para todo. Alguien que no sabe de qué va la cosa pensaría que regalan algo.
Algunas colas hasta doblan la esquina de la calle siguiente, lo que no significa que sea muy larga, pues todo el mundo guarda una distancia prudencial de al menos un metro. Una de las más largas, curiosamente, es la del Colegio San Luis Felca. ¿Por qué, si llevan meses cerrados? “Están dando el material escolar para el próximo curso”, explica un vecino.
9.500 chinos
El barrio de Usera recibe su nombre precisamente por la familia que promovió la construcción de este distrito. La calle principal se llama Marcelo Usera en honor al empresario que comenzó a construir aquí, allá por 1910. También están Nicolás, Gabriel, Isabelita, Antonia… toda la familia. Hace dos décadas este barrio del sur de Madrid empezó a dar cobijo a la comunidad china de la capital en lo que algunos vecinos llamaron “invasión silenciosa”.
Hay más de 170.000 chinos en la Comunidad de Madrid, según datos de la Consejería de Políticas Sociales y Familia. De ellos, cerca de 9.500 viven en Usera, que podría calificarse como el Chinatown de Madrid. El grueso de los chinos de España provienen de la provincia de Zhejian, al sureste del país, cercana a Shangai y a Taiwán. Esta región, hoy muy rica y puntera en la industria tecnológica, era antaño un foco de pobreza que provocó un enorme éxodo hacia otros países. Muchos probaron suerte en España y terminaron instalándose en Usera.
Con una comunidad tan extendida resulta normal que muchos comercios estén dedicados enteramente a la venta de productos chinos, como este supermercado que este miércoles mide la temperatura a todo el que pasa, incluido este periodista. Aunque lleva todo el estado de alarma abierto, han empezado a tomar la temperatura esta semana que el tránsito de clientes está empezando a ser mayor, como explica una cajera en español chapurreado.
Todas las cajas tienen una gruesa capa de plástico a la altura de los ojos. Además de pasar el examen de temperatura, es obligatorio llevar mascarilla para entrar en el supermercado donde hasta las patatas Lays vienen rotuladas en chino. Este miércoles una decena de clientes se abastecen de productos que tienen su origen 9.000 kilómetros hacia el este.