A la izquierda, Juan Ignacio Alsina. A la derecha, sus antepasados, los fundadores del negocio.

A la izquierda, Juan Ignacio Alsina. A la derecha, sus antepasados, los fundadores del negocio.

Sociedad

Alsina, la tienda de Madrid de casullas y relicarios que sobrevivió a la Guerra Civil, pero no a la Covid

(II) Negocios de ‘lujo’ que agonizan: este lugar frecuentado por el clero fue fundado en 1886 y ahora está en concurso de acreedores. 

6 noviembre, 2020 02:36

En Alsina todo está de oferta. Todo. Las casullas, los belenes, los cálices para la eucaristía, las cruces para el altar, la pila para el agua bendita… sobre cada etiqueta hay otra con un precio inferior al inicial. No son las rebajas de otoño, ni una campaña de márketing por renovación de inventario. Esta tienda centenaria de artículos religiosos está en concurso de acreedores, es decir, liquidación y cierre tras 134 años de vida.

“Llevo aquí 40 años y nunca he vivido nada parecido”, comenta Juan Ignacio Alsina a EL ESPAÑOL. Este hombre es la cuarta generación de la familia Alsina dedicada al negocio que lleva su nombre. Pero, con toda seguridad, no habrá una quinta.

La crisis de la Covid-19 ha golpeado con dureza a estos comercios tradicionales de la capital. Tener más de 100 años de actividad a sus espaldas no hace que se salven de nada, tal y como está comprobando este periódico. Esta es la segunda parada en nuestro recorrido por algunos de los negocios más antiguos de Madrid en los tiempos del coronavirus.

Escaparate para curas

Pasear por la calle Bordadores de Madrid implica toparse con algunos escaparates poco corrientes. En vez de las prendas de moda de esta temporada, varias tiendas exhiben imágenes pías, artículos para clérigos y distinta parafernalia de índole católica. Están las tiendas Centro Litúrgico, Casa Nazaret, Salve y Alsina. Las cuatro casi seguidas. ¿Por qué es esto? “Lo mismo que ocurrió con la calle Barquillo cuando se montaron todas las tiendas de sonido, por la década de los 70. Todas las tiendas de equipos de música estaban allí. Aquí pasa lo mismo, quien quiere comprar artículos religiosos viene a esta calle”.

Alsina es la más antigua de todas ellas y también la de mayor tamaño, tanto que ocupa dos números de la calle, el 7 y el 9. En su escaparate hay una casulla verde, el color de la esperanza, tanto en la tradición cristiana como en el imaginario popular. Pero la esperanza brilla por su ausencia en el futuro de Alsina.

Casullas y arte religioso a la venta en Alsina.

Casullas y arte religioso a la venta en Alsina. J.S.

Una vez dentro, Juan Ignacio acepta una entrevista sin previo aviso. El hombre se muestra amable aunque emplea pocas palabras. Tras sus gafas de recio cristal se lee el cansancio de una persona que ya no tiene fuerzas para seguir luchando. El legado de su familia pasa por sus peores horas y no le ve solución posible. “Muy mal. Estamos para cerrar”, lamenta. Hace dos meses que está en concurso de acreedores.

“La pandemia ha afectado muchísimo. Dos meses de cierre y después… pues ya ves cómo está el centro de Madrid, totalmente muerto. Nosotros enviábamos mucho a sudamérica y eso ha desaparecido. Había muchos turistas que compraban algo para su sacerdote o algo para su parroquia y eso ha desaparecido”.

La falta de turistas también está afectando a los negocios que no están directamente dirigidos a ese público foráneo. “Aquí compraban muchos turistas y aunque fuesen artículos de poco valor, la suma era muy importante. Llevo aquí 40 años y nunca he vivido nada parecido”.

Fusilados en Paracuellos

Pero la historia de Alsina empieza mucho antes de que Juan Ignacio tomase las riendas del negocio, concretamente, cuatro generaciones atrás, en el año 1886. Fue entonces cuando José Alsina Mascibí fundó una librería religiosa en este mismo local. Fue la siguiente generación, el abuelo, el que empezó a vender orfebrería. Y también fue a quien le tocó vivir el episodio más negro de la historia contemporánea de España.

José Alsina Mascibí y su familia frente a la tienda en su inauguración.

José Alsina Mascibí y su familia frente a la tienda en su inauguración. Cedida

Varios miembros de la familia Alsina fueron fusilados en las sacas de Paracuellos del Jarama. “Mi abuelo y dos tíos míos, en Paracuellos. Y otro tío en el Cuartel de la Montaña”. ¿La razón? Regentar una tienda de artículos religiosos.

Mientras tanto el negocio permaneció cerrado y servía como refugio para parte del tesoro del Convento de las Descalzas Reales, junto con muchas religiosas. “Aquí en la cueva estuvieron”, asegura Juan Ignacio. Cuando empezaron los bombardeos sobre Madrid las cuevas pasaron a ser el hogar de muchos. Es más, los sótanos de las diferentes tiendas estaban comunicados entre sí por si había algún derrumbe.

—¿Y no le asaltaron la tienda?

—Sí, desapareció todo. Quedó solo una imagen de un San Antonio María Claret que ahora se la he regalado a los claretianos.

Llegado el franquismo la tienda retomó su actividad habitual, y también algunas nuevas. Juan Ignacio cuenta que su padre puso en marcha un taller de orfebrería en la calle Adelfas donde se fabricaban muchos artículos que luego se vendían en la tienda. Eso se terminó hacia el año 75, según la memoria del dueño.

Licencia de apertura de la tienda.

Licencia de apertura de la tienda. Cedida

Fue a Juan Ignacio a quien le tocó traer el negocio al siglo XXI con el lanzamiento de la página web. Aunque nunca ha tenido grandes ventas por la vía online sí que le sirvió como escaparate de sus productos. Hasta hace poco esta tienda vendía a gente que venía desde muy lejos.

"La gente no da"

La entrevista se ve interrumpida por la entrada de clientes. Son un párroco de Leganés y sus padres. Su compra: velas eléctricas y vinajeras, las pequeñas jarras donde se sirven el agua y el vino en una misa. Todo artículos pequeños que poco aportan a las maltrechas cuentas de la tienda.

Raro es el día que hace más de cinco ventas así. En cambio, nadie compra ya una cruz de plata para el altar por 10.900 euros, o una pila para el agua bendita por 1.400, o un cáliz por 350… difícil es vender una casulla por 50 euros.

Cálices a la venta en Alsina.

Cálices a la venta en Alsina. J.S.

Preguntado por la polémica del cura de Valdepeñas, ese que echó la bronca a sus feligreses en plena homilía por aportar poco dinero al cepillo, Juan Ignacio considera que “tiene razón”. “La gente no da. Unos porque no pueden y otros porque no quieren”.

La crisis de Alsina es doble. Por un lado, el virus que ha puesto a todo el hemisferio norte —y parte del sur— en jaque, arrastrando a su paso todos los negocios que no se han adaptado a toda velocidad. Por otro lado, otra crisis que viene de lejos y es que la gente cada vez cree menos en dios y acude menos a misa. 

Aunque dos tercios de los españoles todavía se consideran católicos, solo el 22,7% asegura ir a misa de forma regular, según el último barómetro del CIS sobre creencias religiosas. Por primera vez desde que hay datos, el porcentaje de personas practicantes es menor que el de ateos y agnónsticos, que ya representan el 29% de la sociedad española, esa misma que unos siglos atrás era el perro guardián del Vaticano en Europa y su mejor embajadora en ultramar. 

Ni el carismático Papa Francisco ha conseguido que la Iglesia Católica resulte atractiva para la mayoría, ni siquiera con gestos tan potentes como lavar y besar los pies de doces presos de la cárcel Regina Coeli de Roma o reconociendo verbalmente derechos a las personas homosexuales. El jesuita argentino que despierta las simpatías de Pablo Iglesias no ha conseguido parar la sangría de feligreses en las parroquias europeas. 

Y los templos en número rojos significa que la principal clientela de Alsina pierde su poder adquisitivo y la capacidad de comprar lo que aquí se vende. “Desaparecerá el negocio y me jubilaré, pero no por voluntad propia”.