Ya está en cines El 47, una película que conmemora y narra la historia de un 'secuestro' y una lucha vecinal que se produjo el 7 de mayo de 1978, en la ciudad de Barcelona. Dirigida por Marcel Barrena y protagonizada por Eduard Fernández, Clara Segura y David Verdaguer, en esta cinta se cuenta la historia real de la acción de los vecinos del barrio Torre Baró, ubicado al noreste de la ciudad condal, para conseguir transporte público.
En ese año, en ese barrio, un vecino llamado Manolo Vital se adueñó o 'secuestró' un autobús de la línea 47 para demostrar a las administraciones que no era cierto algo que no paraban de repetirle: que los vehículos no podían subir las cuestas del barrio de Torre Baró donde residía.
Este acto de rebeldía vecinal provocó el cambio en las afueras de Barcelona y, 13 años después, también en Madrid, en concreto, en la zona de Vallecas. En este caso, el secuestro tuvo lugar el 17 de abril de 1991 y su historia se recoge dentro del libro Vallecas en Lucha, escrito por Pepe Molina Blázquez, presidente de la asociación vecinal de Palomeras Sureste. Un capítulo de la historia de Madrid en el que un grupo de vecinos pusieron contra las cuerdas al entonces alcalde de la ciudad, José Luis Álvarez del Manzano.
En conversación telefónica con Madrid Total, Pepe Molina narra cómo esta rebeldía vecinal fue el origen de un gran cambio para el barrio: "A finales de los años 80, el recorrido del autobús 57 terminaba en el Cerro Cabezuelo de Vallecas, [un descampado] por eso, los vecinos del Campo de la Paloma pedían a las administraciones y al alcalde José Luis Álvarez del Manzano que ampliaran el recorrido de la línea para no tener que andar tanto, pero nadie les hacía caso".
Además, eran los años duros de la droga en Madrid y algunas de las calles próximas al cerro no eran muy seguras, sobre todo al caer la noche.
"Las administraciones afirmaban que el autobús no podía subir una de las cuestas que había hasta el Campo de la Paloma", cuenta Pepe Molina. Por eso, unos "200 vecinos" decidieron unirse y trazar un plan para demostrar a las administraciones que se equivocaban. Como en Barcelona.
"La tarde del 17 de abril de 1991, una serie de vecinos se subieron al autobús 57 cuando empezó su ruta en Tirso de Molina. A su llegada a la última parada en el Cerro Cabezuelo, el resto de vecinos de la zona estaban esperando, por lo que subieron al vehículo y lo 'secuestraron'", explica Pepe Molina.
En total, se calcula que fueron "unos 200" los que participaron en esta protesta: "Le pidieron al conductor que condujera hasta el Campo de la Paloma, para así demostrar que el autobús podía subir las cuestas sin problema", cuenta el presidente de la asociación vecinal de Palomeras Sureste.
En la crónica publicada por El País el 19 de abril de 1991, se recoge que en el lugar se personaron inspectores del Consorcio Regional de Transportes y efectivos de la Policía Municipal y del Cuerpo Nacional de Policía. "Pero también hubo momentos divertidos, como cuando unos vecinos eran desalojados, otros entraban por la puerta delantera", narra Pepe Molina.
Finalmente, el autobús arrancó y se dirigió a la zona que pedían los vecinos, a la que llegó sin ningún contratiempo. Tras haber demostrado que no había problemas en ampliar la línea del autobús 57 hasta la zona del Campo de la Paloma, tan solo "una semana después, se amplió el recorrido". Tal fue la presión a la que se vio sometida el entonces primer edil Álvarez del Manzano, que tuvo que ceder a lo que le pedían los vecinos del barrio.
Tal y como se recoge un hilo publicado en X por la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), un vecino llamado Mariano Monjas afirmó que si el Consorcio no negociaba secuestrarían otro autobús. Por ello, fue denunciado por la EMT. Pero la querella duró poco, pues a los pocos días se amplió el recorrido de la línea 57.
En la actualidad, el autobús 57 circula desde la estación de Atocha hasta la zona del Alto del Arenal. Dos líneas de autobuses, la 47 y la 57, en dos ciudades diferentes, Madrid y Barcelona, que tienen en común cómo una lucha vecinal fue el motor del cambio para todo un barrio.