Una ciudad oculta, soterrada bajo millones de toneladas de sedimentos, construida por una cultura de navegantes y comerciantes que fueron dueños del Mediterráneo y que desaparecieron hace miles de años. Con esos datos, cualquiera podría pensar que estamos hablando de urbes perdidas o de viejos pueblos de la mitología ocultista: la acuática Gades o la idealizada Atlantis podrían adaptarse a esta descripción.
Sin embargo, en este caso no hablamos de una idea o un concepto. Sino de una realidad localizable a tan sólo 9 kilómetros del centro de Málaga: el Cerro del Villar. Este asentamiento, situado en el entorno de la desembocadura del Guadalhorce, es la ciudad fenicia posiblemente "mejor conservada" de toda Europa. Y todavía está por descubrir. Hasta el momento, se conocen algunas cosas que evidencian la trascendencia de este hallazgo identificado hace 60 años.
Se sabe que tiene una calle principal a modo de arteria; que hay comercios y almacenes vertebrando parte del urbanismo de la zona; que existen restos de vajilla cerámica; que entre los siglos VII y VI sufrió varios episodios catastróficos de posible origen fluvial; que los ciudadanos ponían a la venta pescado, vino o cereales y que, a día de hoy, sólo se ha descubierto menos de un 5% del total.
Este espacio, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1998, fue descubierto en 1965 por el grupo de arqueología de la OJE. Un año después, con Antonio Arribas y Oswaldo Arteaga se llevó a cabo una campaña de excavación; sin embargo, no fue hasta mediados de los 80 cuando la profesora María Eugenia Aubet inició la investigación capital del yacimiento.
En aquella actuación, se afianzó el terreno para asegurar el encauzamiento del río. Pero su valor no reside únicamente en unos trabajos materiales, sino en la amplia bibliografía conseguida, tal y como detalla el Proyecto General de Investigación de 2021 al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL de Málaga.
"Aquellos trabajos permitieron una aproximación a la naturaleza del yacimiento, exhumando los restos de diversos edificios y estructuras de producción de época fenicia arcaica, fechados entre los siglos VIII y VI a. C", detalla el informe.
Además, se constató la existencia de un urbanismo "bien diseñado" a partir de amplias calles con lugares de mercado, inmuebles con embarcadero propio y un amplio sector industrial destinado a la producción alfarera, en funcionamiento entre los siglos VIII al IV a. C. Junto a ello, "se consiguió recuperar una importante colección arqueológica de bienes muebles", entre los que destacan numerosos artefactos relacionados con actividades subsistenciales, como la pesca y la agricultura.
Aquellos estudios sirvieron para constatar cómo el poblado se ubicó en origen sobre una isla situada en un amplio estuario formado en la desembocadura del río Guadalhorce, en un entorno paisajístico muy distinto del actual, y cómo éste fue transformándose de forma significativa, precisamente, a partir de la instalación de los colonos orientales en el lugar.
A inicios del siglo VII a. C. el asentamiento sufrió un episodio de destrucción catastrófica, posiblemente de origen fluvial. Lo mismo ocurrió entre finales del siglo VII e inicios del VI, cuando, muy probablemente, se produjo "un evento marino de alta energía".
El documento explica que, a partir de este último suceso, volvería a la actividad, pero centrado en una importante presencia de la alfarería: la fabricación de contenedores y ánforas fue protagonista. No solo por el resultado, sino porque "pudo favorecer" cambios significativos en el entorno a juzgar por el retroceso de la cobertura forestal en el valle.
Este fenómeno se había venido produciendo desde mediados del siglo VII, debido probablemente al uso intensivo de madera como material de construcción y como combustible en los hornos alfareros y herrerías.
"Con ello la actividad económica de la colonia pudo contribuir en parte a la degradación del entorno inmediato y al proceso gradual de inundación del estuario. A finales del siglo VII la isla, a punto de desaparecer, aparecía rodeada de marismas y cauces fluviales, en medio de un paisaje inhóspito y muy vulnerable", sentencia.
La arqueología moderna
La información conocida del yacimiento desde hace décadas, vinculada preferentemente a los trabajos dirigidos por la profesora Aubet desde mediados de los años ochenta del pasado siglo, confirman el "potencial del sitio" para su estudio sistemático y su futura puesta en valor.
Este asentamiento cuenta aproximadamente con una superficie de unas cuatro hectáreas accesibles. Esta extensión, además, va a permitir la "insólita oportunidad" de estudiar en extensión, con metodología arqueológica moderna, una colonia fenicia arcaica.
¿Qué supone este hecho? Principalmente un aporte inmenso de información relativa a la paleotopografía, a la estructura urbanística del asentamiento y su organización en torno a edificios públicos, ámbitos residenciales y espacios destinados a la producción económica.
Estos detalles van ligados de unas conclusiones que bien podrían dar respuesta a cuestiones como la complejidad social y etnicidad de la población y la relación con otras comunidades "en el marco de la génesis de un territorio fenicio que acabará consolidándose en la ciudad de Malaka".
El Cerro del Villar sería la puerta de entrada a futuros estudios comparativos vinculados a la "diáspora fenicia a partir de momentos avanzados del siglo IX a. C., desde el Mediterráneo oriental hasta la península ibérica", según detalla en la introducción de su informe el profesor Suárez.
Un proyecto para el presente
Al poco tiempo de que Noelia Losada tomara posesión de su cargo como concejala de Cultura y Deporte, recibió la visita del profesor de Prehistoria en la Universidad de Málaga, José Suárez: "Él me explicó la situación y, aunque al principio me mostré escéptica, me propuso una visita junto a dos profesores de Chicago y Ohio", recuerda.
La situación, en este punto, dio un giro determinante. Estos dos académicos expusieron que la mayoría de los alumnos estaban realizando las prácticas en Egipto, pero que comenzar el proceso de excavación en el Cerro del Villar supondría situar a Málaga como uno de los destinos principales para estos aprendices de Arqueología e Historia.
José Suárez ha sido el encargado de elaborar ese Plan General de Investigación, capitaneado por la UMA, y que ha contado con la colaboración de varias decenas de Universidades de todo el mundo: Chicago, Ohio, Granada o Marburgo, entre ellas: "El epicentro de la arqueología fenicia está en Málaga: Esto va a ser para la cultura fenicia, lo que Atapuerca para las pinturas rupestres. Por los estudios que se han hecho, todo el mundo está convencido de que está en buen estado de conservación", detalla Losada.
Una de las razones que explican este mantenimiento de los restos soterrados se debe a la ausencia de construcciones debido a la ubicación. Precisamente, el emplazamiento y la titularidad de los terrenos supusieron que se abriera una mesa técnica entre distintas administraciones, cuya "finalidad última" será establecer de qué manera se va a "poner en valor" todo este trabajo.
Hasta el momento, se ha conseguido identificar el terreno a través de una señalización, la cual permite que los senderistas que vengan del camino de la Mota o del puente de madera se encuentren con esta parte del patrimonio.
El principal reto que se plantea ahora es cómo enfocar las miradas hacia el futuro: ¿Qué hacer con el Cerro del Villar? Noelia Losada explica que la idea es conseguir constituir en torno a ese espacio un parque arqueológico, logrando externalizar parte del patrimonio que actualmente se encuentra de forma mayoritaria en el centro.
"Después vendrá el proyecto de puesta en valor, en el que se encontrarán otras administraciones", con sus correspondientes infraestructuras. Hasta que eso ocurra, toca continuar con el ejercicio de espeleología hacia los orígenes de Málaga. Quedan por descifrar siglos de historia.