La mañana en la que encontraron el cadáver de Ángela Mérida en una arqueta de Teatinos, Juan (su hijo) iba camino del Centro Comercial Rosaleda a tomar algo con su pareja Nazaret. Hacía seis semanas que su madre había desaparecido y necesitaba desconectar de la tensión a la que se había visto envuelto desde entonces. Salió de su casa en coche y, yendo a su destino, pasó por la calle Juan de Robles: “Tuve el presentimiento de pararme, pero me dije '¿qué va a ser?' y seguí hacia delante”.
En los alrededores del descampado adyacente a la vía, se agolpaban los furgones de la Policía Nacional. Los agentes habían puesto una lona blanca para tapar la desembocadura de la alcantarilla. El revuelo se palpaba en el ambiente y los vecinos merodeaban por la zona. El desenlace de Ángela, de 60 años, estaba escrito, pero todavía nadie lo conocía.
“Llegamos a casa, pedimos algo de comer por Glovo y nos dormimos un rato. Recuerdo que puse la alarma a las 18.30 horas, pero sobre las cinco y media comenzó a sonar el teléfono”, cuenta Nazaret, su pareja. Juan estaba tan cansado que no respondió a la primera llamada; tampoco a la segunda, que procedía de su primo.
Cuando escuchó por tercera vez el móvil, decidió levantarse. Su novia le avisó de que debía ser algo muy importante ante la insistencia. Al otro lado de la antena, la voz de un agente que le decía: “Juan José, hemos encontrado un cuerpo y puede ser el de tu madre”. Acto seguido le dio el pésame, dando por hecho una realidad que acabaría confirmándose horas más tarde. Encontraron a su madre muerta tras cincuenta días desaparecida. El cadáver estaba situado a ocho metros de profundidad en una arqueta que estaba a no más de cinco minutos caminando desde el portal de su madre. El cadáver tenía signos de estrangulamiento y estaba introducido en una funda.
El hallazgo del cadáver sucedió este martes, sobre las 12.20 horas. Por la noche, la Policía detuvo a su hijo adoptivo pequeño, de 23 años, como principal sospechoso del homicidio. EL ESPAÑOL de Málaga se ha reunido con Juan, hijo mayor, también adoptado, quien ha reconstruido los dos meses en los que ha estado sin saber nada “de la persona que le ha dado todo aún sin tenerlo”.
“Al principio no podía creerlo; la respuesta que le di al policía fue 'eso es mentira; os estáis cachondeando de mí'”, explica, a la vez que cuenta que le pidió a los agentes que lo detuvieran "antes de que encuentre a quien la ha matado". La declaración de un menor de edad (J. P.), presunto cómplice del delito, ha sido determinante para poder tener una primera visión de los hechos. En la orden de registro del domicilio, a la que ha tenido acceso este periódico, se recoge que el hijo pequeño de Ángela le contó a J. P. que “se había quitado de en medio a su madre”.
Así, reconoció que había metido el cuerpo en una maleta y lo había lanzado al fondo de la arqueta. Precisamente, esto confirma una de las principales hipótesis que maneja el grupo de Homicidios de la Comisaría de Málaga. Y es que, según detalló el comisario provincial, la alcantarilla no fue el primer destino del cadáver. Según comunicaron los agentes a la familia, el cuerpo sin vida de Ángela Mérida estuvo dos días guardado en el baúl que había en el trastero del garaje.
“Yo he estado recorriéndome Málaga, y mira donde la tenían, a 5 minutos de mi casa. Pensé en pasar por ahí, pero es que estaba en una arqueta. Si se me hubiese ido la olla me hubiera encontrado a mi madre dentro de una alcantarilla...”, afirma con tristeza e indignación. El móvil del crimen, todavía por definir, podría girar en torno a una cuestión económica: “El investigado fue a casa a pedir dinero, pero la víctima no llevaba la cantidad habitual, sino que el 25 (fecha de su fallecimiento) había sacado 900 euros del banco”.
“Ella siempre le daba algo, lo que pudiera, ya fueran cinco o diez euros. Normalmente, lo necesario para tabaco, y poco más. Por lo visto, hubo un forcejeo y se la cargó. Más no se puede decir. Los niños se la apañaron y el cuerpo me lo dejaron dos días en el trastero que teníamos”, relata.
Juan detalla que su madre sufría un trastorno de la bipolaridad, pero que no se medicaba porque no terminaba de asumir el problema que tenía. En una ocasión, recibió una llamada suya alertando del comportamiento del hermano menor: “En marzo me pidió que bajara -él trabaja en Sevilla en el sector agrícola- para que me lo llevara para arriba, pero en aquel momento no tenía dinero; estaba a la espera de cobrar”.
Explica que, tal y como han confirmado los agentes de la Policía, el supuesto responsable tenía un comportamiento conflictivo: peleas, drogas… Antecedentes que ya habían dejado huella en sus actos pasados: “El 22 de mayo, mi madre llamó a mi abuela diciéndole que el niño (siempre usa esa expresión para referirse a él) le había sacado un cuchillo. El 24 le partió los espejos retrovisores del coche”.
Todo apunta, según relata Juan, a que el 25, después de que Ángela sacara dinero, su hermano la mató. Las amenazas y el maltrato en el ámbito familiar “eran habituales”: “Yo nunca toqué el bolso de mi madre. El niño no tenía ningún derecho para quitarle algo que no era suyo. Solo pedía y pedía, pero lo cierto es que nunca le faltó de nada”.
Juan destaca la humildad y la generosidad con la que siempre actuó su madre. Aunque no tuviera dinero “ni para ella”, siempre reservaba una parte para comprar ropa, zapatos, colonia… “Te vestía y te tenía aseado siempre. Y por 900 euros me la han matado. Por 900 pavos. ¿Una vida de una persona vale 900 pavos?”.
La adopción
Ángela Mérida adoptó a sus hijos cuando eran tan solo unos bebés. Juan tenía tres años y su hermano, el detenido, uno. El mayor relata que tuvo que dejar de trabajar (se dedicaba a “temas de seguros”) para poder criarlos. Tanto Juan como el ahora detenido nacieron en Vélez-Málaga: “No puedo culpar a mis progenitores (aunque cree que vienen de padres distintos). El mío tenía 15 años cuando nací; un crío. Yo soy mestizo, vengo de familia gitana. Solo conozco a mi tío de sangre, que me ha apoyado en todo momento”.
Preguntarle cómo era su madre hace que se despierte una sonrisa en sus ojos cansados, que por momentos se turnan brillantes. Se le quiebra la voz y achica la mirada para poder contener las lágrimas: “Un cacho de pan”, dice con dulzura, aunque confiesa con dolor que “tenía sus problemas”. De igual forma sonríe pensando en lo mucho que le gustaba arreglarse: "Jamás la verías sin sus tacones o sin su ropa de Cortefiel o El Corte Inglés, era muy pijita para eso, no iba a Primark".
Ahora que algunos medios reportan que había sido detenida en alguna ocasión por malos tratos, Juan sale en su defensa: "No sé a qué viene porque estamos hablando de una persona a la que han matado. Es de muy poca vergüenza sacar sus antecedentes cuando ya ha fallecido". El joven, de apenas 25 años, reconoce que se marchó de su casa a buscarse la vida a Sevilla porque chocaba mucho con ella y no quería molestarla, comprendiendo el trastorno que sufría su madre. Tenían un contacto telefónico cada ciertos meses.
Durante la conversación, el caso de su madre sale en la televisión: “¡Mira, ves cómo mienten! Han dicho que la denuncia la puse yo, y no es así, la puso mi tío”, se queja. La Policía ha confirmado que entre la víctima y el presunto culpable no constaban denuncias previas.
No duda al destacar que “lo mejor que tenía” Ángela era su humildad. “Superhumilde”, matiza. De esas personas que “siempre que podía”, se paraba a hablar contigo: “A nosotros siempre nos ha dado todo lo que necesitábamos. Fuera lo que fuera. Si tenía un trozo de pan, lo partía en siete. En los cumpleaños y navidades también me regalaba lo que podía, incluso a mi novia”.
De todos los presentes, guarda con especial cariño uno: su coche. “Me estaba costando mucho sacarme el carné y ella me insistía en que lo hiciera. Todos mis amigos lo tenían ya: Marcos, Capi, Andrew… Iba a ser el último, así que me compró el coche y estuvo en el garaje un tiempo para provocarme, como queriendo decirme que solo me faltaba la licencia para poder usarlo. Eso me motivó mucho”.
El Opel Corsa negro, con techo solar, con el que Juan llegó a la entrevista, le gustaba tanto a su madre que hasta en una ocasión le propuso cambiárselo: “Lo compró porque le entró por el ojo. Le encantaba. Finalmente, se echó para atrás porque el suyo era más grande”, dice sonriendo. También le compró la moto, ya que estudiaba el Palo. “Eso me permitía dormir un poquito más”, añade, con una gran sonrisa.
'El niño'
Juan recuerda que su hermano, "el niño", desde que tenía 10 años, ya bebía litronas: “Yo empecé a los 15, así que cuando me enteré, le di una colleja”, relata. La situación interna había sido mala “desde siempre”: “Supe que había sido él porque quería las cosas por cojones. Yo no exigía; él sí. Mi madre era superbuena, siempre daba lo que tuviera, y ahora mira…”.
Según Juan, el menor de los dos hermanos “creía” que, teniendo dinero, tenía amigos: “Los amigos no están en las buenas, sino en las malas. Es ahí donde te das cuenta de que, de 20 o 30, solo te van a quedar dos”. Así, cuenta que es cierto que su hermano tiene un retraso madurativo. "Pero vamos, que eso solo hace que en vez de actuar como un niño de 23 lo haga como uno de 15 o 16. Fue consciente de sus actos", aclara.
Desde los inicios de la desaparición, el comportamiento de su hermano pequeño había sido extraño. Subraya que, aunque fue a declarar en varias ocasiones, decía que no sabía nada. Algunos comportamientos hicieron levantar las sospechas: “Puso sábanas en la ventana del salón… ¿Qué más pruebas queréis? Habría que haberlo metido en los calabozos hasta la fecha del juicio”.
El detenido, según la versión de Juan y el vecindario, okupó el piso de su madre con más personas, algunas menores. Así, la familia de Ángela percibió en una de las ocasiones que subieron al piso de la fallecida que habían tirado todas sus pertenencias a excepción de unos tacones y una colonia. "La dejaron pelada".
La última vez que Juan habló con el presunto culpable, su madre ya había desaparecido: “Le escribí un WhatsApp, pero no le llegaron los mensajes. Le dije que ojalá no le encontrara, porque como lo hiciera, le iba a dejar hecho un Cristo. No he vuelto a tener ningún tipo de contacto, porque esa persona ya no es mi hermano”.
Su rabia, al conocer su supuesta implicación en el caso, hizo que la Policía tuviera que convencerle en varias ocasiones de que “se estuviera quieto”: “Tengo cosas más importantes que estar encerrado por quitarle la vida a una persona. Novia, familia, amigos… Gente que hoy está aquí ayudándome a salir adelante”.
Sin embargo, hay cosas que le ponen muy difícil mantener la calma. Este martes se atrevió a visitar el perfil de Instagram del supuesto cómplice y se quedó perplejo ante lo que estaba viendo. "Todo el mundo se ha enterado de quién es y se ha ocultado la cara en Instagram. Se ha pixelado los ojos en su foto de perfil y lo tiene privado ¿Para qué lo hace? Que enseñe la cara, aún siendo un asesino", espeta. Su biografía en esa red social reza: "Aunque me vaya preso, disfruto de la misión".
Del mismo modo, añade que "si se hubiera actuado tan rápido, no hubiese pasado mes y medio teniendo al asesino delante". Aunque eso sí, comprende que "la ley es la ley" y que había que dejar cabos sueltos para ver si "podían sacar algo". Su novia, en varias ocasiones, trata de explicarle sin éxito que ese modus operandi forma parte de los protocolos establecidos.
La esperanza
Tanto Juan como su novia Nazaret mantuvieron la esperanza de encontrar a Ángela con vida durante todos y cada uno de los casi 50 días que estuvo desaparecida. La hipótesis que manejaba la familia defendía que se había marchado, fruto del miedo por las amenazas: “Creíamos que podía estar tirada en la calle debido al trastorno de bipolaridad que sufría por eso salimos a buscarla”.
Como un clavo ardiendo al que agarrarse cuando caes al vacío, Juan pegó carteles en los alrededores de los centros sociales, puso la foto de su madre en grupos de diferentes barrios de Málaga en Facebook y habló con la Policía hasta que las respuestas comenzaron a acabarse porque ya estaban hechas todas las preguntas: “Busqué todo lo que pude por mi cuenta, incluso yo fui quien encontró su coche cuando llevaba apenas días desaparecida”, subraya.
Ahora, afronta su vida por un sendero en el que las fases del duelo marcarán el tempo: “Tengo mis bajones. Sobre todo cuando entro a la casa en la que he comido y vivido cada día”. Y que ahora está vacía. Con firmeza, confiesa ser una persona “fuerte”, pero tras los amagos de llanto, matiza: “Mejor dicho, me hago el fuerte”.
A veces siente rabia, a veces siente impotencia. A veces tiene ganas de llorar. A veces se acuerda de los últimos sentimientos de su madre, que se fue sabiendo que “el único hijo que tenía era él”: “Para que veas el daño que le ha tenido que hacer a la persona que le crio”.
Su novia lleva en una carpeta el cartel que durante seis semanas se ha difundido por las calles de Málaga, alertando de la desaparición de Ángela Mérida. Junto a los folios, algunos documentos judiciales y varias fotos de cuando Juan era pequeño. Mientras las enseña, parece olvidarse de todo lo vivido en los últimos meses.
En una de ellas, aparece él vestido de primera comunión: “Este traje (de almirante) me lo compró mi madre”. Al lado, un retrato suyo con 15 o 16 años, pelo largo y flequillo al lado: “Esto tiene que ser de la época de Justin Bieber”, dice riendo.
“A mí siempre me ha gustado la idea de ser famoso. De hecho, compongo. Tengo una canción en YouTube que he dedicado a mi madre, pero nunca pensé que vendrían a hablar conmigo por esto”, lamenta. En el tema de rap, el joven dedica a su madre versos como "Tú eres el diamante más valioso de esta tierra, deseo que mis hijos un día te llamen abuela / Sin duda a tu lado siempre estaré y nadie reemplazará a la mejor mujer".
Sus miedos miran al futuro. Confiesa que aunque ahora pueda “estar bien”, tarde o temprano tocará asumir la realidad: “Soy razonable con la vida porque se me han muerto más personas. La de tu abuelo te quema, pero la de una madre te destroza”. Llegarán las Navidades, su cumpleaños, su santo… Nada volverá a ser lo mismo, porque al final del día, Juan no habrá vuelto a recibir la llamada de Ángela. De su madre.
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