Más de lo mismo. Ya saben el dicho: tarde de expectación... La Malagueta lucía un lleno aparente para disfrutar de uno de los grandes carteles de la feria, pero las ganas quedaron por encima de la realidad. Lo de Cuvillo fue un encierro incompatible con el triunfo. Descastado, inmóvil, insípido. Sin posibilidad de consumar ni un solo ápice de grandeza. Se echó Saúl Jiménez Fortes a las espaldas el peso de la tarde, rozando los momentos de más brillantez antes de que el guion de la corrida cambiara.
Jiménez Fortes
A veces es complicado describir el arrojo con el Fortes pisa el albero malagueño. Sus huellas marcan un surco impecable de honor y valentía que convierten a la arena amarillenta en tierra bendecida por su respeto a la plaza que le ha visto crecer. Cada vez que esta cita agosteña llega al calendario, Málaga es consciente de que todo puede ocurrir. Al aire se forja con un hilo de tensión, deseando que nada suceda. Deseando que todo pase.
Los tendidos se volcaron con el suyo tras un galleo por chicuelinas antes de dejarlo en suerte al caballo. Después vino un recorte con la vuelta del capote y otro olé. Brindó al respetable, soñando que la tarde le permitiera escribir un nuevo capítulo de su historia. El viento quiso estar presente, intentando joder, como siempre, las grandes ocasiones.
Tampoco ayudó el toro: incómodo y escarbando, aunque metía la cara por bajo. Saúl se lo pasó por la faja, pintando su vientre con la sangre del burel. Comenzó a rugir el coso, pero esa emoción se convirtió pronto en drama cuando Tabacalero se lo llevó por delante tras un pase de pecho. Parecía que todo quedaría en voltereta, pero el de Cuvillo le pisó la cara, aplastando con su pezuña el pómulo del torero. El hombre quedó inerte. Quieto. Congelado. A merced de un animal que no se recreó más ante el herido.
Volvió la piedad, con el diestro caído ante el avance imparable de un tiempo y espacio que se escapaban a su conciencia. Entró en la enfermería con los pies por detrás, dejando la imagen de las medias rosas en el imaginario de la plaza. Poco tiempo después comenzaron a llegar las noticias esperanzadoras. Que quería salir, que estaba aturdido, pero bien, que llevaba un golpe en la cara. Que solo había sido el susto. Terrible susto.
El parte médico, que llegó cuando los operarios comenzaban a preparar la corrida Picassiana del miércoles 17, reza así:"Dos heridas inciso-contusas en maxilar derecho que afecta a piel y tejido celular subcutáneo de 3 y 2 cm de longitud. Herida inciso-contusa transfixiantes a nivel de labio superior de 1 cm (...) Pronóstico grave. Se traslada al Hospital Parque San Antonio para completar estudio radiológico y observación que sí le impide continuar la lidia".
Morante de la Puebla
Inválido, torpón, arremolinado en la falta de fuerzas. Así salió el primero de Cuvillo (y la práctica totalidad del encierro). Un colorado gordo, atacado de kilos, que anduvo perdido por el albero durante los primeros compases de la lidia. La Malagueta asumió su papel de ágora, reconvertida en plaza del pueblo donde ejecutar la protodemocracia griega. Aquí no se vota para elegir, se vota para echar. Y eso fue lo que pretendió el respetable ante el agonizante Rescoldío.
Tiene gracia la cosa; cada vez que los subalternos erraban a banderillas, el público indignado miraba al presidente. Ay. No aguantó dos muletazos en pie. Morante le quitó las moscas y ya. Cuando tomó el estoque, los tendidos de sombra se volvieron ante la autoridad.
La película fue la misma en el cuarto. El De la Puebla salió con el estoque envuelto en el cartucho de pescado. Duró un par minutos en el ruedo. Bronca monumental. Democracia sentimental. El sevillano se puso la mano detrás de la oreja ante el chillido del que paga los boletos, retumbando en sus oídos el eco de la furia.
Talavante
Tiremos de recursos simples: se juntó el hambre con las ganas de comer. Ni toro, ni tampoco un intento de revertir la situación. Hubo tres chicuelinas ante el segundo, ligadas con un lance a la verónica y una media estropeada por el derrote de Laborioso. Quiso ser dominador por el pitón derecho, reencontrándose con algunas sensaciones perdidas durante la temporada de su reaparición. No era fácil el de Cuvillo, pero pudo sacar algunos pases de calado. Estocada un punto desprendida y ovación.
Talavante dio cuatro naturales al quinto toro de la tarde y el de Núñez dejó de embestir. No hubo más. Media caída y algunas palmas en los tendidos. Para contar lo que pasó con el sexto, valdría con poner un bis tras el párrafo anterior, aunque aquí sí hubo pitos. Si alguien pretende que la tauromaquia viva en Málaga, tiene que tener claro que este no es el camino. La ciudad no merece esto. Hacía años que las almohadillas no volaban por los tendidos para fallecer en el ruedo. Sintomático.
Morante de la Puebla, verde y azabache |
Silencio | Bronca | - |
Alejandro Talavante, de azul marino y oro |
Ovación | Silencio | Pitos |
Jiménez Fortes, de azul marino y oro |
-(Herido) | - | - |