La noche antes de que lo mataran, Manuel José García Caparrós había pintado las paredes de su habitación: olía a pintura en toda la casa, por lo que dejó las ventanas abiertas y se fue a dormir con sus hermanas. Fue la última noche que pasaron juntos. A la mañana siguiente se levantó y, junto a miles de personas más, se echó a las calles de Málaga para manifestarse en favor de la autonomía andaluza. Era 4 de diciembre de 1977.
Las cifras hablan de dos millones de participantes en toda la comunidad, posiblemente otras tantas arbonaidas y un muerto: el propio Manuel José. Ese mismo día fue asesinado por una persona de la que, 45 años después, todavía no se conoce su identidad.
La familia García Caparrós afronta esa fecha con la esperanza de saber, de una vez por todas, qué fue lo que pasó. En conversación con EL ESPAÑOL de Málaga, Dolores García Caparrós (hermana pequeña) relata que el encuentro celebrado hace unos días con el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, supone un hilo de optimismo: “Fue bastante prometedor. El apoyo institucional del gobierno autonómico a esta reivindicación está ahí”.
¿Qué reclaman? Sus seres cercanos piden que sea declarado víctima y se levante el secreto de sumario y de las actas de las comisiones parlamentarias: “Después de tanto tiempo, ya es hora de que sepamos qué se hizo durante la investigación, cómo se manifestó el gobierno entonces y quiénes fueron llamados a declarar. Sabemos quiénes formaron parte de la comisión, pero no lo que dijeron unos a otros, y lo que quisieron aclarar… Cada uno miró para su lado”.
Esta petición está integrada dentro de una proposición no de ley (PNL) en la que se insta al Gobierno del Estado a desclasificar toda la documentación de la Comisión de Encuesta, “sin anonimizar nombres propios referente a los sucesos del 4 de diciembre de 1977 en Málaga y del asesinato de Manuel José García Caparrós, así como toda la información relativa a los hechos que permanece bajo secreto”. Salió adelante con el apoyo de todos los partidos menos VOX.
“Veo mucha esperanza con este gobierno. Creo que va a hacer todo lo posible para que se sepa la verdad. No como nosotros quisiéramos, que sería declarándolo víctima del terrorismo, pero sí siendo reconocido como víctima”, detalla.
Pese a que Manuel José García Caparrós no participó en las manifestaciones de aquel 4 de diciembre de 1977 con la intención de pasar a la historia, su nombre se vincula de forma indisoluble a la lista de nombres propios que han marcado el devenir del autonomismo: “Se ha convertido en una especie de mártir. Él querría haber vivido, pero se lo negaron todo”, afirma su hermana.
“No le querían dejar ver el cadáver”
A Manuel José le arrebató la vida una bala y un cúmulo de infortunios que todavía hoy se desconocen. Dolores está convencida de que detrás del asesinato de su hermano no había una fijación especial por él, sino que empezaron a disparar “y le tocó”.
Su familia se enteró de la desgracia esa misma tarde, a las 5 y 30, cuando un celador llegó a su casa con toda la muerte a cuestas y preguntó si allí vivía una persona que estaba llamada a cambiar la historia del andalucismo: “Le dijeron a mi padre que había tenido un accidente, que estaba muy grave y que fuera al hospital”, recuerda.
A partir de ese momento, todas las desdichas se fueron enlazando para formar parte de un engaño, de un burdo intento por ocultar la verdad: “Mi padre se vistió y se enteró de la noticia por el camino. Nunca le dijeron que a su hijo lo había matado un disparo de la policía armada; fue al ver el cadáver cuando se dio cuenta de que no había síntomas de ningún accidente”, explica.
Ese reconocimiento del cuerpo se produjo en unas circunstancias especiales: no querían dejarle entrar a la sala en la que estaba Manuel José, ya sin vida: “Él dijo que cómo no iba a entrar a verlo. No sé cómo lo hizo… Empezaría a abrir puertas y ya le dejaron”.
Dolores tenía 12 años. Manuel José, 18 años; hubiera cumplido los 19 a las pocas semanas, pero no hubo nada que celebrar aquellas grises navidades: “Las tengo hasta borradas. Muchas veces quiero pensar, pero no consigo acordarme de nada. Ni lo que pasó en el cementerio, ni a mi padre…”, asegura Dolores.
García Caparrós se había incorporado en 1975, como eventual, a la fábrica de Cervezas Victoria. Su familia afirma que no estaba vinculado a ningún partido: “Solo era” un trabajador, un sindicalista de Comisiones Obreras: “Era un chaval normal, nada político. No sé si el día de mañana podría haber sido algo más”, relata su hermana.
Todavía sigue habiendo espacio para rememorar las vivencias que hablan de la felicidad: su pasión por el fútbol (seguía al Málaga por todos lados junto a su padre) y su cariño: “Estaba todo el día dando besos. Nosotras éramos más ariscas, pero él, cada vez que llegaba a casa, daba besos. Si entraba 20 veces, pues 20 besos. Era demasiado cariñoso; no lo digo porque fuera mi hermano, pero era un niño…”, se emociona.
Un año más, las miradas buscan encontrarse con "la verdad": “Con esa esperanza me levanto cada día, que se sepa lo que pasó y que el culpable salga, que se conozca su nombre, apellidos y el de todos los que estuvieron detrás y dieron carpetazo. Me quitaron mi juventud y todo, pero no van a borrar la memoria de mi hermano mientras nosotras sigamos aquí”.