Pasear por calle Larios en coche, con las ventanillas bajadas, el aire dando en la cara y disfrutando de la fachada que se erige a un lado y a otro podía tener su encanto. Sin embargo, recorrer esta misma calle a pie, observando cada detalle de cada edificio, cruzando de un lado a otro sin preocuparse porque un vehículo vaya a pasar y disfrutando de la variedad de comercios allí establecidos hace que la decisión de hacerla peatonal se reafirme en el tiempo.
El origen de la calle Marqués de Larios no fue otro que comercial. Con el paso del tiempo, y ya en el siglo XIX, Málaga se transformó en un territorio migratorio al que acudían familias de todo el mundo. Ello hizo que la ciudad fuese cobrando notoriedad e importancia, lo que favorecía a su vez al comercio y la necesidad de una zona en la que fomentarlo.
Los arquitectos Juan Gavilanes, Francisco González y José Ignacio Pérez, junto con la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU), fueron los encargados de realizar la renovación y nueva imagen de la calle Marqués de Larios. Sin embargo, hacerla peatonal no fue la primera ni la única idea. El anteproyecto de la calle fue hacerla semipeatonal, para que los vehículos tuviesen fácil acceso a los comercios hosteleros y a las zonas residenciales.
Una vez aprobada la completa renovación de la calle, el diseño que propuso el grupo promotor que llevó a cabo la ejecución de la obra era darle a la calle Larios la apariencia de una 'alfombra roja', para otorgarle así la importancia que se buscaba.
De ahí que el pasillo central se encuentre separado por dos bandas principales, cada una a un lado, para separar el centro de los dos extremos. Este recorrido va desde la zona próxima a la plaza de la Marina hasta la plaza de la Constitución.
Asimismo, fortalecer la visión que se tenía por la historia del Marqués de Larios fue uno de los motivos por los que la preocupación por hacer de esta calle un lugar estético y de vital uso para la sociedad malagueña era crucial. Todo tiene un porqué, incluso el color de las baldosas que recorren la arteria central de Málaga.
El color marfil seleccionado tiene que ver con la iluminación, ya que las luces, tanto del día como de la noche, del sol y de las farolas, se reflejan en el suelo y transmiten viveza y armonía. Asimismo, el aspecto de las losas que conforman el adoquinado de la calle se relaciona con los edificios que tiene a su alrededor.
El alumbrado es una de las partes más importantes de la calle, de ahí que los arquitectos, ya sea por estética o historia, decidiesen adquirir las farolas que se utilizaron por primera vez en la zona, guardadas en el ayuntamiento, para crear unas nuevas a partir de ese diseño y darle importancia histórica al lugar.
La nueva apariencia de la calle Larios se inauguró en la Navidad de 2002, acto al que acudieron unas 10.000 personas. Al principio, se consideraba un riesgo actuar y cambiar completamente una de las zonas más importantes de la ciudad.
Sin embargo, hoy día se valora el proyecto como un antes y un después, un punto de partida de cambio y mejora que permitió dar el paso para restaurar y mejorar otros puntos representativos de la ciudad. La transformación de una de las calles más significativas de Málaga influyó en todo el casco histórico. Tras su remodelación, las siguientes en ser restauradas fueron las calles Casapalma, Granada y Molina Larios.