Desde el cosquilleo que emerge horas antes de salir en procesión hasta las prisas por calle Granada para ver cruzar a la virgen del Rocío por calle Echegaray, las colas para comer una patata asada en cualquier puesto callejero, el tiempo en una esquina para ver pasar el Cautivo o los aplausos al paso de La Legión.

La Semana Santa de Málaga despierta pasiones entre los propios malagueños, pero también entre los extranjeros que cada año eligen la ciudad para vivir en primera persona estas fiestas. Da igual si son jóvenes o mayores, creyentes practicantes o ateos. ¿Por qué siguen estando las calles a rebosar?

Según un estudio del Centro de Investigación Social y Aplicado de la Universidad de Málaga, un 43,8% de los encuestados asistió en 2022 a las procesiones frente a un 43,3% que no lo hizo porque no le interesa. El 12,6% restante de los malagueños que contestaron afirmó no haber participado en la Semana Santa por no haber podido.

Estos datos dan cuenta del grado de implicación que la población local manifiesta frente a estos ritos, independientemente del proceso de secularización que se está viviendo e incluso el de individualización, apunta Luis Ayuso, catedrático de Sociología en la Universidad de Málaga.

La salida de Crucifixión. L. M. Gómez Pozo

Sociabilidad mediterránea

Esto se debe, a su juicio, a la importancia de la sociabilidad mediterránea. “Somos un país en el que cada vez menos gente se declara creyente, pero donde las relaciones familiares siguen siendo fundamentales. Esa sociabilidad se basa en estar conectados, en vivir momentos conjuntamente y la Semana Santa vincula una parte de tradición con esa familiaridad”, explica.

Esta forma de experimentar las relaciones es una de las bases de nuestra sociedad y tiene un efecto importante en nuestras vidas. Según este sociólogo, cuando alimentamos nuestros vínculos familiares, creamos un colchón de bienestar: “Es un sistema de autoayuda informal muy importante, un apoyo mental”.

Dolores del Puente. L. M. Gómez Pozo

Por eso, no es raro encontrar ejemplos de malagueños que vuelve por estas fechas a sus pueblos de origen, de familias enteras que se juntan para ver las procesiones o de gente que vincula la Semana Santa con alguna tradición o ser querido que ya no está. “Es un momento de excusa, aunque no te guste la Semana Santa”, asegura Ayuso.

De esta forma, no extraña que la participación más significativa en estas fiestas sea la de los propios residentes, la de los malagueños, según ha cuantificado la Cátedra de Estudios Cofrades. “En nuestros estudios, observamos que la Semana Santa se sigue viendo mucho en familia”, afirma su director, Benjamín del Alcázar, también decano de la Facultad de Comercio.

Cofradías

Parte de esta “cultura familiar” está intrínseca en el corazón de las cofradías. “En Andalucía, históricamente, eran el sistema de bienestar, la red de autoayuda. Estaban ahí para cuando la gente moría y había que enterrarla, para cuando se ponían enfermas. Tenían una función social que perdieron con la llegada del Estado de Bienestar, pero el recuerdo sigue estando ahí”, explica Ayuso.

Lágrimas y Favores. Fernando Ruiz Narváez

Lo mismo opina Del Alcázar, que subraya cómo las cofradías mueven muchísima gente, por ejemplo, en barrios donde ya no vive casi nadie pero, en otra época, alrededor de sus calles o de sus parroquias se generó un vínculo que permanece”.

Según la encuesta del CISA, un 44% de los malagueños afirma sentir cierta conexión personal o afectiva hacia alguna cofradía de la Semana Santa de Málaga o su área metropolitana. Un 15,1% dice ser miembro de alguna.

Un espectáculo y una forma de vida

¿Pero qué sucede entonces respecto a los que vienen de fuera? El extranjero, apunta Ayuso, viene buscando el sol, pero también la belleza de las ciudades y la teatralización del rito.

“La Semana Santa en Málaga, a diferencia de otras más sobrias, es un espectáculo artístico, cada cofradía es un museo andante”, constata Del Alcazar.

Ambos expertos se refieren a cómo se conjugan en una misma ecuación aspectos tan ajenos como los olores de la primavera, el sonido de las bandas de música, la voz rota cantando una saeta, el arte de las imágenes que salen a la calle, las comidas típicas o la emoción que trasmite la gente que participa. “Esto genera un efecto multidimensional, multisensorial, que llama poderosamente la atención al turista”, concluye el director de la Cátedra Cofrade.

La legión desfila con el Cristo de Mena en Málaga Reuters

En palabras de Ayuso, los de fuera “vienen buscando nuestro estilo de vida, cómo vivimos la Semana Santa”.

“Además de lo que ya nos viene dado, como el clima o la monumentalidad, está nuestra forma de vivirlo. Es algo intangible, que muchas veces no se ve, pero nos hace como sociedad potencialmente muy importante porque exportamos una forma de vivir, una forma de entender la vida”, explica.

Nada de esto banaliza, según ambos expertos, el carácter religioso de la celebración. “No hay que olvidar que su sentido, su razón de ser, ha sido y siempre será es esa, pero desde un punto de vista ajeno a las creencias constituye un movimiento popular muy enraizado al folclore popular, a las costumbres”, añade.

“Yo muchas veces hago una comparación con esto: en Roma, el monumento más visitado es el Vaticano. Obviamente, es un centro religioso, pero la gente va a verlo como monumento artístico. De alguna forma, la Semana Santa aquí se convierte en algo parecido, pero con la gran diferencia de que no es algo inmóvil sino vivo", concluye Del Alcázar.