La magia de las primeras veces no funciona los Jueves Santo en Málaga. Aquí, aunque haya pasado más de un siglo desde que La Legión y el Cristo de Mena se encontraran por primera vez, las emociones siguen vibrando.
Una mañana más, miles de personas se han echado a las calles de la capital, desde el Puerto hasta la plaza de Fray Alonso de Santo Tomás, en un recorrido que comienza cuando los primeros legionarios pisan tierra y acaba con el Cristo entronizado en su casa hermandad y listo para salir dentro de unas horas en procesión.
La jornada, bendecida por un sol radiante, comenzó sobre las 10.30 cuando el buque de la Armada Contramaestre Casado, el más veterano de la Armada Española, sin contar al Juan Sebastián Elcano y el que en más ocasiones ha participado en desembarcos de La Legión, ha llegado a la bahía malagueña.
Más de doscientos legionarios aparecieron formados en cubierta y, tras completarse el atraque, desembarcaron uno a uno a paso ligero por la pasarela del buque hasta la zona donde autoridades religiosas, militares y civiles, entre ellas la ministra de Justicia, Pilar Llop, les esperaban.
Arropados por malagueños y visitantes que abarrotaron desde bien temprano las calles del centro de la ciudad, los caballeros legionarios desfilaron "a 160 pasos por minuto y un solo corazón" entre vivas y aplausos hasta la plaza de Fray Alonso de Santo Tomás, donde se encuentra la casa hermandad de la Cofradía de Mena.
Sobre las 12.30, en una plaza abarrotada, se llevó a cabo primero el relevo de la custodia del estandarte del Cristo orlado por guiones y banderas de los Tercios de La Legión.
Tras ello llegó uno de los momentos más esperados cuando las puertas de la iglesia de Santo Domingo se abrieron a los sones del himno nacional y los legionarios aparecieron con la imagen del Cristo de la Buena Muerte y Ánimas a hombros.
La pasión se desbordó cuando los legionarios alzaron la voz al cielo entonado El novio de la muerte, mientras una escuadra de gastadores alzaba a pulso el Cristo.
Minutos después de las 13.00 horas, los legionarios daban por acabada su misión: entronar ayudados por un sistema de poleas al Cristo de la Buena Muerte para su colocación vertical. Así, tras cantar el himno oficial de la Legión y enunciar parte del credo legionario, la compañía de honores y la banda de música abandonaron la plaza desfilando.