El 11 de enero de 1959, por pura casualidad, un grupo de amigos descubrieron las hoy famosas Cuevas de Nerja. Poca información había al respecto de este templo del arte paleolítico había en aquel entonces; sin embargo, hoy podemos saber que se trata de la gruta europea con mayor número de visitas constatadas y recurrentes a su interior durante la Prehistoria, acogiendo a 'visitantes' desde hace 41.000 años.
Esta cifra, que aumenta en 10.000 años los números que se manejaban hasta la fecha, ha salido a la luz gracias a la investigación publicada en Scientific Report de Nature por un equipo internacional entre los que se encuentran las investigadoras de la Universidad de Córdoba Marian Medina, actualmente en la Universidad de Bourdeux, Eva Rodríguez, y José Luis Sachidrián, Profesor Titular de Prehistoria y director científico de la cueva de Nerja.
Concretamente, este nuevo trabajo ha logrado documentar 35.000 años de visitas en 73 fases diferentes, lo que, calculan, significa que, aproximadamente, algunos grupos humanos entraron en la cueva cada 35 años. Este descubrimiento ha sido posible gracias al humo fosilizado y a los carbones generados por las antorchas que servían para iluminar la cueva hace más de 8000 años y que a día de hoy permanecen impregnados en las estalagmitas.
Es lo que se llama “arqueología del humo” y es una nueva técnica que ha desarrollado la autora principal del trabajo: Marian Medina, que lleva más de una década reconstruyendo la prehistoria europea “husmeando” en los restos de las antorchas, fogatas y humo de las cuevas españolas y francesas.
A través de un comunicado, Marian Medina explica que la información que la microscopia electrónica de transmisión y las técnicas de datación del carbono 14 puede arrojar sobre los rituales y modos de vida del ser humano es impresionante. En total, se han presentado 68 dataciones, 48 inéditas, de las zonas profundas de la cueva y con Arte Paleolítico, y se han localizado evidencias de cronoculturas no registradas hasta el momento en la cavidad.
Además, estas "arqueólogas del fuego" saben leer en la información que sale del microscopio la manera en la que se movieron las antorchas, infiriendo de ello el uso simbólico y escenográfico que los humanos de hace 40000 años daban al fuego. “Las pinturas prehistóricas eran vistas con la luz parpadeante de las llamas, lo que les podía dar cierta sensación de movimiento y calidez a las figuras”, explica Medina, que subraya también el uso funerario de la cueva de Nerja en la última parte de la Prehistoria, durante miles de años y que, insiste, “aún queda mucho por revelarnos sobre cómo fuimos”.