Levantarse bien tempranito para ir a trabajar, enfrentarse al tráfico, a la compra, mirar el móvil y encontrar 861 mensajes del grupo de padres, llevar a los niños a clase, recoger a los niños del conservatorio, pensar en qué comer, recordar pedir cita con el urólogo, dejar muy clara tu opinión en las redes sobre la última y efímera polémica que arrasará durante dos minutos a la nación, subir fotos de nuestras anodinas caras a Instagram… Ya sólo escribir este párrafo nos empuja a querer meternos en una cueva para no salir jamás de ella. El virtuosismo del ermitaño, el hombre moderno lo desea. Disfrutar de un silencio tan sólo roto por el goteo del agua que está formando pacientemente esa estalactita con la que nos hemos golpeado ya tres veces la frente.
Pues si ese es el plan, la provincia de Málaga cuenta con una cantidad ingente de cuevas de los sueños olvidados en las que dejar que el mundanal ruido se desvanezca hasta que creamos que nos hemos quedado sordos. Como si fuéramos Pedro Picapiedra, terminar nuestra jornada de trabajo y salir de la cueva de la oficina para meternos en la cueva del hogar.
Y es que Málaga más que un territorio es un auténtico queso gruyer geológico y dispone de grutas que han dado fama a nuestro hogar y que siguen, a día de hoy, no sólo ofreciendo datos nuevos e increíbles sobre el pasado de la humanidad en su conjunto, sino atrayendo a visitantes y curiosos de cualquier parte del mundo.
Es por ello por lo que Turismo Costa del Sol ha puesto en marcha una campaña con la que promocionará la riqueza de las principales cuevas malagueñas: la Cueva de Nerja, la cueva del Tesoro, la cueva de la Pileta y la Cueva de Ardales.
Esta última viene trabajando en el sector desde hace ya 200 años, con la llegada de los primeros visitantes tras su descubrimiento en el siglo XIX, y con motivo de este importante bicentenario se prevé celebrar el próximo septiembre un congreso en su honor que reunirá a numerosos investigadores.
Cuevas famosas que no están disponibles ahora mismo (son grutas ‘premium’), pero por suerte, como decimos, la provincia atesora numerosas otras cavidades repletas de escondrijos listos para entrar a vivir donde dejar nuestra vida moderna atrás, convertirnos en un ermitaño de antaño y contar todo el proceso en Twitter. ¡Usted podría ser la próxima Beatriz Montañez!
Cueva de Ardales
Además de por celebrar su 200 cumpleaños, la Cueva de Ardales está en bocas de todos (es un decir) porque las últimas investigaciones realizadas prueban que las famosas marcas rojas encontradas en su interior son de origen humano y que fueron pintadas hace la friolera de 65.000 años. Ahí es nada.
Son, por tanto, quizá las pinturas rupestres más antiguas conocidas hasta el momento, algo que nos lleva a afirmar que fue en Ardales donde nació el arte.
Esta es una investigación que se suma a las muchas que se han realizado a lo largo de las décadas en esta gruta. De hecho, pocos yacimientos prehistóricos presumen de haber sido estudiados en los últimos tres siglos y, menos aún, los que permiten las visitas para recorrer sus salas y galerías en las mismas condiciones que lo hicieron los que se aventuraron a su interior a principios del XIX.
¿Y qué prueba tanta pesquisa? Pues el estudio antropológico de las cuevas de Málaga demuestra que la provincia siempre ha sido un lugar estupendo para vivir. Incluso cuando ese vivir incluye hacerlo dentro de una cueva húmeda, oscura y tétrica; sólo hay que pensar en las grutas de Gran Bretaña para querer tener una residencia en propiedad en cualquier agujero malagueño que se precie.
Pero a lo que íbamos, el estudio histórico del ser humano encuentra en la Cueva de Ardales o de Doña Trinidad Grund un lugar idóneo para conocer los orígenes del hombre (ya, ya, y de la mujer que si no lo ponemos se nos enfada Irene Montero).
Esta cavidad, descubierta en 1821, se encuentra en el cerro de la Calinoria, a más de 500 metros sobre el nivel del mar, y dispone de una extensión de más de 1.597 metros en su galería principal, a lo que se deben añadir numerosos recovecos y pequeñas salas colaterales.
Su entrada permaneció sellada durante 3.500 años y no fue hasta que un terremoto la sacudió que su interior no salió a la luz como si de un huevo sorpresa se tratara.
A los cinco minutos de ser descubierta, el capitalismo (que se ve que viene de muy atrás; ¿será inherente al ser humano?) ya hizo de las suyas: desde 1823 se abrió a la visita de viajeros adinerados, aprovechando la existencia de un incipiente turismo de burgueses que veraneaban en los balnearios de Ardales y Carratraca.
Por suerte, ha llovido mucho desde entonces y durante la friolera de dos siglos no se ha parado de estudiar estas cuevas: en 2010 la Cueva de Ardales fue incluida en el Itinerario Cultural Europeo por el Consejo de Europa ‘Caminos del Arte Rupestre’ que une los principales enclaves con arte prehistórico del continente, y desde el pasado 2019 la Diputación de Málaga promueve su inclusión como uno de los hitos de la candidatura para la declaración del Caminito del Rey y su entorno como Patrimonio Mundial de la Unesco.
Para ello, el ente supramunicipal ha editado la 'Guía de la Cueva de Ardales y Centro de la Prehistoria. 1821-2021. Bicentenario de su descubrimiento' que puede descargarse en la web del Caminito del Rey dedicada a dicha candidatura. La Cueva de Ardales mantiene una gestión controlada de quiénes entran en ella: sólo se acepta un máximo de 30 visitantes por día como medida de conservación, por lo que es imprescindible reservar. Esto, ya antes de la llegada de la pandemia, había gestado un plazo de tres o cuatro meses para adentrarse en sus misterios.
En Teba, la cueva de Las Palomas
En la localidad de Teba encontramos la cueva de Las Palomas, que es la más importante de cuantas hay en el conocido como tajo del Molino, a una treintena de metros de altura sobre el cauce del río de la Venta.
La gruta cuenta con un acceso fácil a pie mediante un camino que lleva a su entrada que está actualmente cerrada para proteger el yacimiento de su interior. Porque aunque la cueva de Las Palomas no es muy profunda, su boca se abre a una sala espaciosa con diversos entrantes, perfecta para guarecerse como ya bien supieron ver hace miles de años: Las Palomas acoge un sistema subterráneo que albergó refugios de comunidades prehistóricas y donde se encuentran pinturas rupestres con motivos funerarios pertenecientes a la Edad del Cobre.
El proceso de recuperación de la cueva de Las Palomas ha sido lento y arduo, pero después de muchos años de abandono se realizan continuamente excavaciones lideradas por varias instituciones históricas e investigadoras para sacar a la luz todo el patrimonio arqueológico que se oculta en esta cavidad.
Cueva de Nerja
Entre los profanos la cueva de Nerja es la más famosa de la provincia, pues además de por su extrema belleza, posee gran importancia a nivel arqueológico ya que alberga restos de ocupación humana que abarcan 30.000 años: desde el Paleolítico Superior hasta el Neolítico. Escribir sobre ella un resumen no le hace justicia, pero no es cuestión aquí de hacer una tesis doctoral.
La gruta comenzó a formarse hace unos cinco millones de años y registra una longitud de 4.823 metros, los cuales están casi totalmente abiertos a las visitas. Descubierta por unos vecinos nerjeños en enero de 1959, ocurrió lo mismo que con la Cueva de Ardales: tan sólo un año y medio después, en junio de 1960, se inaugura oficialmente como atracción turística.
En 1961 es declarada Monumento Histórico Artístico y junto a esta apertura para los visitantes se siguen realizando estudios de su extenso yacimiento arqueológico.
Así, a lo largo de su historia reciente (la historia dentro de la historia) la cueva de Nerja ha ido desgranando poco a poco sus secretos y sus diversas galerías Bajas, Altas y Nuevas con sus salas de nombres hermosos como del Cataclismo, del Vestíbulo, de Belén, del Ballet, donde se realizan espectáculos; de los Fantasmas, de la Inmensidad, de la Lanza, de la Montaña, el Laberinto, las Columnas de Hércules…
Como se sabe, uno de los aspectos que hace más atractiva a la cueva de Nerja es la enorme cantidad de estalactitas y estalagmitas que contiene. Truco mnemotécnico: para recordar que las estalactitas son formación calcárea que cuelgan del techo, y que la estalagmita ‘surge’ del suelo, sólo hay que pensar que estalactita tiene una ‘t’ de ‘techo’ y estalagmita tiene una ‘m’ que podemos asociar a un pequeño montículo. No es el mejor ‘trick’ del mundo, pero sirve para salir de un apuro geológico.
De hecho, en la cueva de Nerja se encuentra la columna natural más grande del mundo con 32 metros de altura, lo que bien merece una visita.
En Alhaurín de la Torre, cuevas del Albaicín
El Albaicín no sólo pertenece a Granada, sino que en pleno corazón de Alhaurín de la Torre se esconden cavidades subterráneas que la erosión del agua creó pacientemente a lo largo de los siglos generando pasajes naturales en la roca.
Estas cuevas sirvieron de refugio a los nuevos habitantes que llegaron tras la Reconquista de Málaga en 1487, dando forma al que actualmente se conoce como Barrio Viejo o Albaicín y que demuestra que vivir en cuevas no es sólo cosa de la Prehistoria.
Las cuevas torrealhaurinas se encuentran en el interior de trece viviendas, que presentan unas características comunes al contar con un patio interior que distribuyen los accesos a las casas y a las grutas. Son cuevas que, tras seis largos siglos, han tenido distintas utilidades: establos, trasteros, almacenes... y que se encuentran totalmente integradas en los hogares. De hecho, algunas de ellas se mantienen tal y como se formaron, mientras que otras han sido adaptadas y acomodadas.
Algunas son galerías con una estructura central a cuyo alrededor se reparten diversas oquedades; y otras tienen una forma irregular. Son por lo general de tamaño mediano, en algunos casos más pequeñas, como covachuelas, e incluso algunas están comunicadas entre sí habiéndose cerrado sus accesos con muros para aislar unas viviendas de otras.
En Benaoján, cueva de la Pileta
También el descubrimiento de la cueva de la Pileta de Benaoján se produjo de manera accidental. Tuvo lugar en 1905, cuando José Bullón decidió explorar una sima próxima a su casa para buscar guano con el que abonar sus tierras ya que de la gruta salían cada noche bandadas de murciélagos.
La sima resultó ser la entrada a una cueva en la que halló huesos, cacharros de cerámica y pinturas en las paredes. Bullón no sabía que estaba sacando a la luz un yacimiento prehistórico en el que se encontraron muestras que databan del Paleolítico.
Declarada Monumento Nacional en 1924, la cueva de la Pileta reúne, así, numerosas pinturas y grabados con representaciones de animales, que aportan interesantes datos sobre la expansión del arte paleolítico en nuestra zona. Y es que durante el Paleolítico Superior la Pileta sirvió de punto de encuentro de los grupos nómadas que deambularon estacionalmente entre la Serranía de Ronda y el litoral.
La gruta está constituida por una serie de galerías situadas a distintos niveles y con alturas que llegan hasta los 15 metros.
Debemos recordar que para visitar este enclave es necesario hacer una reserva previa, algo que con la Covid puede variar de un día para otro. Un telefonazo antes de acudir no está de más.
En Antequera, las cuevas del Alcaide y su necrópolis
Como las discotecas, las cuevas del Alcaide en Antequera tuvieron tuvieron su momento: concretamente entre la Edad del Cobre y finales de la Edad del Bronce, y dieron origen a una necrópolis prehistórica. Compuesta por veintiuna tumbas subterráneas, tuvieron un amplio uso, lo que evidencia el gran valor simbólico que debió tener este cementerio.
Declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1996, la zona arqueológica de la necrópolis de Alcaide se sitúa en la loma del Viento y a escasos tres kilómetros de Villanueva de Algaidas. En la zona tampoco debemos perder de vista las cuevas de la Sierra de Arcas y la de El Pedroso.
La del Alcaide es una cueva distinta ya que supuso un esfuerzo extra para el ser humano: se compone de cavidades artificiales excavadas en la roca. Lo que demuestra la importancia del entorno para los primeros habitantes de la provincia.
Con corredores simples o compuestos por diversos tramos, las cámaras de este camposanto prehistórico son de planta circular o ligeramente elíptica, con cubiertas abovedadas, en las que se han documentado nichos y cámaras secundarias.
Cuevas de Mollina
Existen un total de 32 cuevas repartidas a lo largo y ancho del término municipal de Mollina. De gran interés para los amantes de la espeleología o como atractivo turístico, la mayoría, por desgracia, tienen difícil acceso y además son de titularidad privada.
Estas grutas cuentan con nombres como la de la Rosa Chica, la de la Higuera, la del Almirez, la de los Órganos o la de la Gitana, y sus tipologías y disposición son muy diversas. Por ejemplo, la cueva de los Órganos consta de dos entradas, estando la más grande de ellas oculta por un árbol, mientras que la de menor tamaño se abre a ras de suelo, en la misma roca madre. Más adelante, ambas entradas se unen en un pasillo, continuando hacia una galería que desciende hasta llegar a una sala donde un conjunto de cornisas colgadas y gateras forman un pequeño dédalo.
Esta cueva es conocida desde hace mucho tiempo, y de hecho, se han encontrado grafitis en su interior que se remontan al siglo XVIII, lo que demuestra que siempre han existido energúmenos de esos que van pintarrajeando por todas partes.
La enorme proliferación de estas cuevas se debe a que la sierra de Mollina pertenece a un conjunto de afloramientos de la cordillera Subbética del que también forman parte las sierras de Humilladero, la de los Caballos y la de Estepa y donde podemos contemplar grandes dolinas.
En Antequera, la cueva de la Picardía
De vuelta a Antequera nos topamos con la cueva de la Picardía que se localiza en su paraje natural de El Torcal. El porqué la Picardía tiene este nombre nos encanta: al parecer, cuenta la leyenda, esta gruta se empleaba por los vecinos de la zona para mantener relaciones adulteras. La cueva de la Picardía es lo que el repetidor de la sierra mijeña para los chichilargos.
Sea o no cierta esta aseveración (a todo esto, se tendría que ser muy tonto para ir a poner los cuernos a donde se supone que se ponen los cuernos…), en esta cueva se han localizado yacimientos que datan del periodo neolítico. Así, al tiempo que se practica el acto físico del amor, se aprenden datos arqueológicos.
En Rincón de la Victoria, la cueva del Tesoro
No es la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones, aunque la cueva del Tesoro de Rincón de la Victoria bien pudiera serlo por la cantidad de historia y misterio (fantasma incluido) que, nunca mejor dicho, atesora en su interior.
Situado en el litoral, entre La Cala del Moral y el Rincón, , en la conocida zona de El Cantal, su ubicación la convierte en una de las tres cuevas de origen marino que se conocen en el mundo, siendo, además, ojo ahí, la única de estas características en Europa.
Posee lo mejor de ambos mundos: ya que se formó bajo el mar, cuenta con galerías típicas de grutas submarinas y, más tarde, después de que los movimientos geológicos la sacaran a la luz, las filtraciones de agua dulce fueron creando estalactitas y estalagmitas propias de cavidades de origen terrestre.
Con unos 500 metros de galerías y una amplia zona de lagos, por sus recovecos ha pasado más gente que por las oficinas del SEPE: sus historias y leyendas se remontan a diversas épocas, del Paleolítico, a la primera Edad del Bronce, pasando por los fenicios, los romanos, los árabes... y de todo este personal han quedado numerosas huellas.
Por tanto, la historia de la cueva del Tesoro rinconera es bien larga, repleta de anécdotas y hechos curiosos que aquí no vamos a desgranar porque no tenemos todo el día y tenemos que seguir hablando de otros agujeros geológicos.
Pero sí reseñaremos la leyenda que relata que en la cueva del Tesoro se esconde desde el siglo XII, pues eso, un tesoro árabe. Una riqueza que muchos han buscado y que incluso ha costado la vida (y la eternidad) a otros tantos, sin llegar a comprender, en cualquier caso, que esta cueva en sí misma ya es un tesoro para la humanidad.
En Antequera, la cueva del Toro
Y, para finalizar, regresamos de nuevo a Antequera para escribir sobre su cueva del Toro también nacida en El Torcal a una altitud de cerca de 1.200 metros sobre el nivel del mar.
Declarada BIC desde 2016 no está exenta de motivos para ello: las pruebas halladas demuestran que esta gruta fue habitada hace ya siete mil años, como atestigua la ‘Venus del Torcal’, una pequeña talla en piedra que recuerda al emblema del espacio protegido donde se encuentra: el Tornillo, uno de los primigenios monumentos naturales de Andalucía.
La primera fase de ocupación de la cueva del Toro corresponde al Neolítico Antiguo y se extendió desde el último tercio del milenio sexto al primer tercio del quinto.
Para poder conocer esta antigua vivienda del hombre primitivo es necesario contactar con el centro de visitantes del Torcal de Antequera, que, por regla general, organiza visitas guiadas a su interior.
Pero, como no paramos de recordar, y ya empezamos a cansarnos de hacerlo, la situación con el temilla de la Covid cambia cada día las reglas del juego. Así que quizá, tal y como teletrabajamos, puede que tengamos que hacer una visita online a esta oquedad. Algo que ni por asomo se podrían haber imaginado durante el Neolítico. Y, si nos apuran, ni durante el pasado 2018.