Pasadas las 14.00 de este miércoles, Javier ha bajado por última vez la persiana del lugar al que ha dedicado toda su vida, al negocio que sus padres levantaron hace 103 años en el centro de Málaga. “Pena ninguna”, aseguraba tajante mientras los últimos clientes salían de Calzados Hinojosa.
Las últimas horas en este centenario establecimiento han sido “como todas las demás”, de un trajín constante en el que se mezclaban las ganas de los propietarios de que acabara todo con la nostalgia de algunos clientes.
“Nada, no ha podido ser, mamá, ni para el recuerdo”, decía una joven agarrando del brazo a una señora mayor que había ido a comprar el último par de zapatos de la icónica tienda. Desde que anunciaran el pasado 26 de mayo que cerraban las puertas, las cajas han ido desapareciendo del establecimiento sin cesar. “Ya no queda nada, hay hasta eco dentro”, contaba Carmen, pareja de Javier.
Durante las últimas semanas, han vendido gran parte del stock que tenían, solo quedaban pares sueltos de escasos modelos. Por eso, cuando los últimos clientes llegaban preguntado por un tipo de zapato concreto, “el de la última vez”, Alberto, hermano de Javier, no podía más que ofrecer lo que les quedaba. “Es que cerramos en un rato”, explicaba a una de las últimas clientas que han pasado por la tienda.
La gran mayoría de las personas que entraron este miércoles por el establecimiento de calle San Juan llegaban a sabiendas de que sería la última vez. Paloma, junto a sus tres hijos pequeños, reconocía que lo hacía con “mucha pena”. “Yo venía con mi abuela a comprar cuando era pequeña y da cierta nostalgia ver cómo va a desaparecer. Ya no quedan lugares así”, afirmaba antes de salir con varias bolsas de zapatos recién comprados colgadas del carro del bebé. Una última foto de recuerdo y un “muchísimas gracias por todo”. Hasta siempre.
Los sentimientos de Alberto, Javier y Carmen eran diferentes. Para ellos, el cierre de la histórica tienda era “lo que tenía que pasar”. La aventura que comenzó el padre de los dos hermanos, José Hinojosa Ruiz, tras desembarcar en Málaga desde Alhama de Granada, para ser aprendiz en una zapatería que tres años más tarde acabaría regentando, no ha dado más de sí.
Alberto y Javier llevan moviéndose desde niños por los pasillos de la zapatería que este mismo miércoles una empresa externa comenzará a desmantelar ante sus ojos, ya con la persiana bajada. Se marchan agradecidos por todo lo que el negocio les ha dado, pero con muchas ganas de parar, de comenzar una “nueva aventura”, como les decía una de las últimas clientas. “Nos lo pide el cuerpo, la espalda, el cuello…”, aseguran.
En su camino a la jubilación, no ha aparecido nadie en la familia que quisiera hacerse cargo del negocio. “Este trabajo no lo quiere nadie, ni nosotros mismo para nuestros hijos. Hemos intentado que estudiaran, que tengan una vida mejor. Esto es demasiado sacrificado”, asegura Carmen.
La única pena que tienen, apunta, es la gente mayor. “Hay señoras que vienen cada poco y nos cuentan todos los problemas que tienen, somos un apoyo para muchas personas que están solas, que vienen y saben nuestros nombres. Esa cercanía es difícil de encontrar”, narra Carmen.
Con la mirada pausada y un suspiro de alivio Calzados Hinojosa ha dicho adiós para siempre. "Hay quien no ha dado el pésame. ¡Que no nos morimos! Nos jubilamos, nos vamos a descansar. ¿A quién no le gusta jubilarse?", ironiza Javier. Son el reflejo de felicidad de un adiós más que deja caer una pieza más de la Málaga que fue.