Se llama Justo Márquez, tiene 60 años y es natural de Motril, aunque ha pasado gran parte de su vida residiendo en el municipio malagueño de Nerja. En marzo de 2020, coincidiendo con el inicio de la pandemia, según su relato, los médicos le diagnosticaron cáncer de próstata, la noticia "más dura" que ha recibido nunca. Tal y como cuenta, pese a sus veinte años de matrimonio y tener cinco hijos --no los ve desde junio--, vive y se siente solo y está pidiendo a las autoridades su entrada en la prisión de Alhaurín de la Torre de manera voluntaria para tener cerca a alguien que le atienda cuando lo necesite.
El granadino expresa que ha pegado "a todas las puertas posibles", pero nadie le da solución a sus problemas, más allá de recetarle tratamientos y pruebas diferentes. Además de cáncer, asegura que padece problemas de corazón, ansiedad y depresión. Este lunes por la mañana estuvo en el parking de la prisión manifestándose por su petición, pero la organización le pidió que tenía que hacerlo fuera del recinto.
Pese a que ya le han denegado el acceso, insiste en que seguirá acudiendo diariamente a pedir "el único que recurso que le queda". "Cuando es de día lo llevo bien, me pongo con mi TikTok, que me entretengo contando chistes, y se me pasa el día, pero mi problema llega cuando la noche cae y me meto en la cama. Ahí es cuando lo paso mal", lamenta.
La recomendación de su psiquiatra es que salga a socializar en esos momentos de crisis. "¿A qué hora salgo cuando me pongo mal? ¿A las tantas? ¿Y quién me va a ayudar? He tenido hasta algunos intentos de suicidios, pero nadie me ayuda. Tampoco me sirve ir a ninguna asociación, ellos no me dan ayuda de noche", declara.
Pese a que ha trabajado en el campo y ha sido cocinero mucho tiempo, la mayor parte de su vida la ha pasado de un lado a otro como vendedor ambulante. "Lo fui hasta que hace unos meses tuve que vender la furgoneta ante la falta de ventas", comenta.