El simple gesto de introducir una tarjeta o la vieja y casi olvidada libreta de ahorros por la ranura de un cajero automático, o ir al banco a gestionar el pago de determinados impuestos o simplemente a cobrar la pensión… 

Lo que es habitual para decenas de miles de malagueños es un imposible para centenares de vecinos que habitan en pequeños pueblos encerrados, en su mayoría, en el interior de la provincia. Y en los que desapareció tiempo atrás la presencia de cualquier entidad financiera.

Una ausencia con evidentes y significativas consecuencias para el presente y el futuro de estas localidades, redescubiertas tras la pandemia como emplazamientos idílicos para la llegada de una nueva población. 

En el intento de contrarrestar esta fotografía en blanco y negro, tanto la Diputación provincial como la Junta de Andalucía trabajan desde el pasado verano en sendos programadas destinados a la instalación de cajeros automáticos. Un mecanismo más con el que, a ojos de los impulsores de las iniciativas, combatir el despoblamiento de estos espacios rurales.

Un caso ciertamente representativo es el del municipio de Arenas. Con poco menos de 1.300 vecinos censados (cifra que se dispara en verano), la pequeña localidad de la Axarquía se quedó sin sucursal bancaria a inicios del año 2017. Antes del arranque de la década de los 90, llegó a haber hasta tres bancos.

Y desde que Cajamar echó la persiana, más de cinco años en los que los arenuscos se han visto obligados a recorrer los 12 kilómetros que los separan de Vélez para cualquier gestión. "Hablamos de un pueblo donde hay muchas personas mayores, que necesitan el banco para cobrar sus pensiones o para pagar la luz", comenta Manuel Ríos, alcalde de la localidad.

Ríos define con claridad lo que supuso el adiós del último banco. "Fue un palo para mucha gente", asegura, destacando los problemas que ello generó para vecinos que, en muchos casos, tenían que esperar a que un familiar acudiese a Vélez a hacer cualquier trámite. 

Un escollo al que sumar el impacto emotivo de que desaparece un servicio que ya se había convertido "en familia". "Miguel era el empleado de la entidad y todos iban a enseñarle su cartilla con total confianza; cuando cerró fue un palo", insiste.

"Mi abuela me decía que era como si la soltasen en mitad de Málaga"

Frente a esta cercanía propia de los pueblos, el impacto de tener que esperar largas colas de clientes en una sucursal de otro municipio o tener que adaptarse a las exigencias de la entidad de realizar trámites a través del cajero. "Mi abuela me decía que era como si la soltasen en mitad de Málaga", dice de forma irónica el alcalde.

Aunque sin alcanzar la familiaridad de antaño, desde el pasado mes de junio la localidad disfruta de un cajero automático de Unicaja, lo que allana el camino para muchos a la hora de sacar dinero o pagar recibos, por ejemplo. "La gente está muy contenta y no solo de los vecinos del pueblo, sino también muchos extranjeros y visitantes", precisa el regidor.

Bien es cierto que para alcanzar la normalidad actual, antes pasó un tiempo de adaptación. "En las primeras dos o tres semanas había gente que metía la cartilla del BBVA y eso no funcionaba", comenta.

Canillas de Albaida es otra de las localidades que ya presumen de cajero. Y eso es mucho decir después de que Unicaja cerrase su sucursal hace unos tres años, generando un verdadero problema para un pueblo que si bien cuenta con cerca de un millar de vecinos, tiene mucha actividad turística. "Tenemos tres hoteles y muchas casas rurales", destaca su alcalde, Jorge Martín.

"El cajero ha traído muchos beneficios, porque nos permite hacer muchas gestiones, pero tiene un problema: las personas mayores", remarca el regidor, sabedor de la dificultad que genera para muchos vecinos de edad avanzada el tener que realizar gestiones de este tipo. "Tienen que ir acompañadas", señala.

Martín valora la iniciativa de la Diputación como un logro importante. "Los servicios financieros deberían ser obligatorios", subraya. Con la llegada del cajero el pasado mes de junio, los vecinos ya no tienen que desplazarse hasta la cercana Cómpeta, situada a unos 2,5 kilómetros. 

Pero ¿qué ocurrió tras el cierre de la sucursal de Unicaja? En esos años de vacío, "pusimos en marcha una iniciativa para llevar gratis a las personas mayores a Cömpeta para poder realizar gestiones". "Tenían que pedirlo previamente y todos los martes uno de los taxis del pueblo los recogía junto al centro de salud, los llevaba y los traía de vuelta cuando terminaban", recuerda.

Los problemas de la brecha generacional

La preocupación por los mayores es extensible a todos los municipios consultados. Porque como bien apunta Francisco López, alcalde de Serrato, aunque el cajero "beneficia a todos los vecinos”, los de edad más avanzada se topan con la brecha difícil de romper de enfrentarse a gestiones telemáticas.

"Lo que nos ha permitido la instalación del cajero es recuperar parte de un servicio que recibimos de una entidad bancaria hasta julio de 2021, y digo parte porque el contacto personal que se tenía con el trabajador que estaba detrás del mostrador se perdió", precisa, subrayando: "Las personas mayores, que estaban acostumbradas a cobrar la pensión en metálico, se vieron con la necesidad de tener que ir a otros municipios para poder sacar algo de dinero".

Como en el resto de casos, en los meses transcurridos tras el cierre del banco, los 450 habitantes de Serrato se vieron obligados a viajar entre 8 y 18 kilómetros para realizar gestiones en las vecinas localidades de Cuevas del Becerro, Cañete La Real y Almargen. 

En Algatocín, en la Serranía de Ronda, los dos cajeros que hay funcionando actualmente realizan un servicio mayúsculo. Porque no sólo está a disposición de sus cerca de 900 residentes, sino también de los que habitan en muchos de los pueblos de alrededor. "Nuestro pueblo está en el centro del Genal Bajo y aquí vienen los vecinos de los pueblos de alrededor para el centro de salud, el instituto, asuntos sociales, bomberos… Aquí viene todo el mundo", relata el alcalde, José Manuel López, alcalde.

El rastro del último banco se perdió hace unos cuatro años. Previendo la importancia de este servicio y mucho antes de que la Diputación y la Junta tomasen cartas en el asunto, fue el Ayuntamiento el que optó por instalar un cajero privado, al que ahora se ha sumado el de Unicaja.

Doble vía de acción

Conscientes del conflicto que la retirada de los bancos de determinadas zonas está generando en la población, tanto la Diputación provincial como la Junta de Andalucía han activado planes específicos para lograr la instalación de cajeros. 

En el caso de la Administración regional, ha abierto una línea de subvenciones, dotada de hasta 300.000 euros, para que las entidades locales puedan sufragar los gastos. La Consejería de Economía vincula este paso adelante en la necesidad de luchar contra el despoblamiento, una de cuyas consecuencias "más graves" es "la exclusión bancaria, definida como la imposibilidad de acceso a los servicios bancarios, incluso los más sencillos y esenciales". 

La consejera de Economía, Carolina España, y el presidente de la Diputación de Málaga, Francisco Salado, durante la firma del convenio.

Una realidad avalada por el progresivo cierre de oficinas de entidades financieras en muchas localidades, "lo que priva a su población de la posibilidad del acceso a los servicios bancarios más esenciales, tanto a través de las oficinas bancarias como de un simple cajero automático".

Y este es el mismo camino que recorre desde hace algunos meses la Diputación, que ya ha destinado 132.000 euros a la instalación de estos dispositivos en nueve municipios pequeños. Una acción con la que, destaca el presidente de la institución provincial, Francisco Salado, "dotar de más servicios a las personas que residen en los pueblos de interior para combatir la despoblación". 

"Queremos hacer más fácil el día a día en estos municipios, que sus habitantes no tengan que desplazarse para los servicios básicos, y al mismo tiempo queremos hacerlos más atractivos para los turistas, para los visitantes ocasionales y para quienes se están planteando irse a vivir a uno de estos pueblos buscando una mejor calidad de vida", ha manifestado. 

Las ayudas ya formalizadas se dejan notar en Algatocín, Arenas, Benalauría, Canillas de Albaida, Cútar, Jimera de Líbar, Júzcar, Serrato y Macharaviaya. Las actuaciones forman parte de un acuerdo con Unicaja Banco para colocar cajeros en pueblos de la Serranía de Ronda y de la Axarquía. 

La previsión es que tenga continuidad con la próxima firma de un protocolo con la Junta de Andalucía. De este modo, en la provincia de Málaga, casi 45.000 personas de 27 municipios pequeños podrán tener acceso a servicios financieros básicos, como sacar dinero o pagar recibos.

 

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