"Elena me salvó en mi peor momento. Ahora trato de salvarla yo a ella del sufrimiento que padece día tras día", expresa Paco con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos. Elena es malagueña, tiene 85 años y desde 2017 padece afasia y alzhéimer. Casi no recuerda a su marido. Tampoco puede pronunciar su nombre. Sin embargo, Paco, que tiene 87 años y es natural de Melilla, coge prácticamente a diario cuatro autobuses para llegar a la residencia donde ella se encuentra desde hace seis meses. No concibe su vida sin verla.
El pasado 12 de diciembre, ambos cumplieron 60 años casados. Como no podía ser de otra manera, allá que fue Paco a celebrar con ella sus Bodas de Diamante. Ella "no está para fiestas", asegura el anciano, que se conforma con escuchar simplemente el comentario de una de las auxiliares de la residencia: "Cada vez que entras en la habitación, hay algo en ella que cambia". No hay mejor regalo para él que hacerle la vida algo más agradable a Elena.
Una simple mueca cuando va a verla... o menos sentimiento de nerviosismo. Da igual. Para Paco, cualquier gesto es signo de que, pese a las enfermedades, su mujer aún no le ha olvidado. "Antes decía mi nombre. Ahora ya no. Dice síes y noes, de vez en cuando. El resto del tiempo hace sonidos intentando hablar. Pero no puede. Yo la acaricio, la calmo y la beso para que no se frustre, también con el objetivo de ayudar a las trabajadoras, a las que probablemente acaba atolondrando sin querer, porque es lógico", cuenta Paco.
Paco acude a la residencia Juan González de Churriana seis días a la semana. Solo falta los martes, cuando le suple su cuñada. Para ello, tiene que coger cuatro autobuses diarios. A sus 87 años, reconoce que solo se equivocó de parada en una ocasión. "No me ha vuelto a pasar. Ya me sé horarios y líneas mejor que nadie", suelta con una sonrisa.
Desde la Trinidad, su barrio, coge el 7 hasta la calle Córdoba, en el Centro de Málaga. Allí se baja para montarse en uno de los autobuses de la línea 10, que le deja en Churriana, su destino. A la vuelta, o bien elige la misma ruta en sentido contrario, o bien opta por coger un autobús procedente de algún pueblo, normalmente, de Avanza, que le deja en la Estación de Autobuses, donde espera, a su vez, al circular, que le deja casi en la puerta de su casa. "Me van a contratar para informar de las líneas de autobuses, me conocen ya hasta los conductores. Aunque cambian mucho, ya hay algunos que creo que saben quién soy", prosigue riendo.
En cualquier caso, reconoce que "merece mucho la pena" todo lo que tiene que hacer para visitarla. "De inicio no quería asumir que tenía que estar en una residencia, porque yo quería cuidarla en casa, pero mis hijos llevaban razón, yo empiezo a tener una edad en la que no podía hacerme cargo de ella, así que hicimos la gestión para obtener la subvención necesaria y acabamos ingresándola", lamenta.
Este anciano reconoció que algo iba mal en su compañera del alma cuando esta empezó a no recordar los números de teléfonos de su familia: "Era una máquina. Sabía todos, nunca fallaba... Hasta que comenzó a fallar. Aunque no me di cuenta en ese momento, poco después le diagnosticaron el alzhéimer y la afasia... Y caí en que eso ya me estaba dando pistas". Por ello, recomienda a las personas mayores que estén muy atentas a estos detalles de sus parejas, pues son más importantes de lo que a veces uno cree.
Su peor momento
Paco no ha tenido una vida sencilla desde muy joven. Al acabar Bachillerato, comenzó a trabajar con su padre en su agencia de viajes de Melilla. Cuando no era más que un chaval, este le envió a Málaga a hacer un seguimiento de un asunto de la empresa, a formarse, principalmente, de manera temporal. Pasado un mes, acabaron ofreciéndole un puesto de trabajo en Málaga y él lo tenía claro. Quería quedarse en la Costa del Sol.
Recuerda que entonces tenía una novia a la que veía "poco o nada" por la distancia y sus quehaceres. "Hice la mili y decidí que tenía que casarme con ella para formalizar un poco aquello", reconoce.
Nueve meses después de la boda ocurrió una gran catástrofe. La joven moría en el parto de su primera hija. "Me quedé solo en Málaga con una bebé sanísima y lindísima que ahora tiene 62 años; fue el palo más grande de mi vida, pero tuve suerte, puesto que mis padres se hicieron cargo de ella y la convirtieron en la reina de Melilla, le dieron la vida que yo sabía que no iba a poder darle", cuenta con emoción.
Elena, su salvación
Tres años después de aquel episodio apareció en su vida Elena. En ese momento, Paco no sabía lo que hacía, en sus propias palabras. Vivía "a lo loco". Se encontraba inmerso en asuntos que no debía. "Ella me salvó, me asentó", insiste.
Y eso que la conoció de la manera más casual y "tonta" que pudiera producirse. Mientras esperaba con su motocicleta a un amigo frente a la Casa Natal de Picasso, ella pasó y se le quedó mirando. Con actitud chulesca, Paco le preguntó que si quería dar un paseo. Comenzaron a hablar y, al final, Elena acabó aceptando un paseo días después.
Con 27 años se casó con ella y su vida se llenó de luz. Ella siempre respetó a aquella niña y, entre lágrimas, Paco confiesa que hablaron de su historia al inicio, pero que, después de empezar la relación, jamás volvieron a hablar de aquella difícil etapa de su vida. "Los hijos que tuve con Elena, mi Javier y mi Sergio, se llevan muy bien con aquella niña, María Hortensia. Es algo que me llena mucho. Se vieron mucho cuando crecieron y siguen llevándose muy bien aunque ella viva en Melilla", dice.
Javier y Sergio no dudan en ir a ver a su madre a la residencia cada fin de semana, aunque cada vez sea más duro por el estado en el que se encuentra. "Si no es uno, es el otro, yo lo agradezco, porque esos días voy en coche", cuenta Paco. Ellos le han animado a que acuda a terapia, una de las mejores decisiones que ha podido tomar nunca, asegura, pues allí le ayudan a afrontar mejor su figura de cuidador.
"Allí me recuerdan que, aunque a veces no lo piense, yo también tengo una vida. También me dicen que no puedo hacer mucho más de lo que hago por ella. Ahora quiero retomar la guitarra por cambiar de aires. Yo tocaba y ella cantaba en una rondalla y ahora quiero volver a empezar, porque me gustaba mucho", relata.
Incondicionales
Un matrimonio de 60 años de duración es algo casi impensable en la actualidad, sobre todo entre los jóvenes, y mucho menos en una sociedad fugaz en la que los tiempos no eran los de antes.
Según Paco, la clave está en "aceptar los fallos, reconocerlos y tirar hacia delante". "Yo fui un hombre de la época, dedicado al trabajo y dejándole la casa a ella. Me iba de vez en cuando de copas con mis amigos, no siempre, pero lo hacía, y en ocasiones se me iba el santo al cielo... Yo lo reconozco. Yo la quiero muchísimo porque me quiso y me quiere pese a todo ello, soportó algo que una mujer hoy en día no lo haría, y lo entiendo. Yo tampoco", confiesa.
Paco, siempre ligado al mundo del turismo, también cree que ha sido fundamental para ellos el hecho de no caer en la monotonía, algo que mata a muchas parejas. Han viajado muchísimo y si tiene que quedarse con un momento feliz en su relación, elige su viaje a Río de Janeiro, en Brasil. "Lo hemos pasado tan bien, hemos tenido tanta suerte... Somos unos afortunados", zanja.