Acababa de arrancar el 2020; el año que lo cambió todo. La palabra coronavirus ya se conocía, pero todavía era un eco lejano procedente de Asia. Cosas de chinos, dirían algunos. Sin embargo, el runrún que en la mañana del 23 de enero se escuchaba en Málaga no procedía de Wuhan, sino de la iglesia del Sagrario.
Las nuevas grietas que habían aparecido, y que recorrían la fachada de calle Santa María de arriba abajo, obligaban al Obispado a tomar una decisión capital: cerrar las puertas del templo hasta nuevo aviso.
Cuatro años después, este inmueble levantado parcialmente sobre el solar de la primitiva mezquita a finales del siglo XV sigue estando clausurado para fieles y devotos. La única rendija que puede aproximar al visitante a su interior es, tristemente, la pared resquebrajada con una fisura cuyo tamaño puede albergar, en algunos puntos, la mano de una persona.
Pese al peligro real que corre el edificio debido a sus daños estructurales, en las últimas semanas se han dado una serie de pasos que pueden significar el comienzo de un camino hacia la rehabilitación del templo. Fue a finales de 2023 cuando la Junta de Andalucía dio luz verde a la campaña de excavación con sondeos arqueológicos y geoarqueológicos.
Según explicaron entonces un comunicado, la finalidad de estos trabajos, que tendrán un coste aproximado de 377.000 euros según el proyecto y una duración aproximada de ocho meses, es determinar las características y estado del subsuelo, así como de los restos arqueológicos existentes, para poder avanzar en el arreglo y mejora de la fachada.
Para poder entender en detalles todos los pormenores, EL ESPAÑOL de Málaga ha contado con el arquitecto de la Catedral y responsable al frente del proyecto, Juan Manuel Sánchez la Chica. En conversación con este periódico, Sánchez la Chica subraya que este inmueble cuenta con dos peculiaridades determinantes: una, relacionada con la propia composición (“en mi opinión es el más bonito de la ciudad"); y otra, vinculada a la ubicación.
Y es que este último punto es el que explica gran parte del problema: “El terreno en el que se asienta es muy inestable. En la parte este, correspondiente por la cabeza, solo hay cuatro metros de relleno bajo el suelo, por lo que la roca está muy cerca. Sin embargo, al oeste desciende hasta los 17 metros”, relata.
Para poder entender los efectos de este fenómeno de una manera visual, el arquitecto compara este escenario con una persona que tiene un pie apoyado en roca y otro en barro: “Esto es lo que se denomina un asiento diferencial. ¿Cuál es la consecuencia? Que se ha acabado partiendo”, tal y como se puede apreciar en la raja de la pared norte.
No obstante, cabe apuntar que no es la primera vez que sucede. Experiencias pasadas, como la sucedida en los años 50 del siglo XX, constatan este hecho, pero las intervenciones que se acometieron entonces hicieron que la grieta se trasladara a otro lado, tal y como se aprecia en la actualidad.
O los restos o el edificio
La clave está en conseguir homogeneizar el terreno para que sea “igual de duro”, pero sin caer en los errores de otrora época en los que se creó una superficie demasiado rígida, razón por la que a día de hoy existen estos desperfectos visibles. ¿Cómo se consigue? A través de “inyecciones cementicias a baja presión”, controlado y a distinta altura para mejorar la calidad del suelo.
Parece sencillo, pero es aquí cuando entra en juego un elemento determinante: los restos arqueológicos. “Es el gran problema. Entre los 0 y 8 metros de cota tenemos estos retos y no nos dejan tocar nada”, se lamenta el arquitecto. Según las investigaciones realizadas, estas ruinas procederían, en orden de situación, de la antigua mezquita, de la época paleocristiana y, más abajo todavía, de los fenicios. Lo que se desconoce es la calidad de los mismos, aunque estas labores van a permitir aportar nueva información al respecto.
“Yo no puedo arreglar la cimentación si no me dejan tocar la parte de abajo. Por eso, hemos conseguido llegar a un acuerdo, trabajando desde los 8-10 metros hasta los 16-17. Es una situación difícil, con programas complejos, y no es lo que me gustaría, pero científicamente está demostrado que se puede hacer”, relata.
Todo este escenario pone sobre la mesa un dilema que hasta la fecha parecía no tener respuesta: ¿salvar al edificio o salvar los restos? Aunque la respuesta pueda ser clara, distintas fuentes relatan a EL ESPAÑOL de Málaga que hasta hace no mucho tiempo la postura de algunos técnicos era ambigua, asumiendo las consecuencias que tendría para el histórico templo.
Sin embargo, tanto Sánchez la Chica como la delegada de Cultura de la Junta, Gemma del Corral, subrayan a este periódico la satisfacción que supone “haber llegado a un acuerdo”. “Cualquier medida es delicada, pero tras más de un año de reuniones periódicas cada mes, hemos acordado qué medidas tomar”, relata Del Corral.
Investigaciones previas
Previo a la aprobación de la viabilidad de dicha solución y al inicio de dichos trabajos, se les ha exigido por parte de la delegación de Cultura de Málaga el correspondiente proyecto de Intervención arqueológica preventiva mediante excavación con sondeos arqueológicos y geoarqueológicos en el interior del inmueble y en su perímetro, dado que el bien se encuentra con protección integral (BIC); proyecto que permita caracterizar la secuencia y valorar las posibles soluciones a adoptar.
Con los sondeos arqueológicos se persigue valorar la idoneidad de las soluciones a adoptar y desarrollar las medidas correctoras adecuadas, ya que existe el riesgo de afección a cualquier elemento arqueológico que pudiera existir en este margen de cota a intervenir y dadas las protecciones existentes, siendo estos elementos los que motivan la intervención arqueológica.
El proceso de intervención consistirá básicamente en la realización de sondeos terrestres en extensión en el área correspondiente a la cripta de la Iglesia del Sagrario, exterior a Calle Santa María (esquina noreste) y hacia el patio del Sagrario (frentes sur y oeste), complementándose con dos sondeos geoarqueológicos en la esquina noroeste del inmueble, estando enfocada la ubicación de los mismos, bajo las indicaciones de los técnicos, en donde se prevén realizar las inyecciones por impregnación para mejora del terreno.
Dada la cota de afección estimada al subsuelo con la ejecución de las inyecciones planteadas así como para valorar la idoneidad de las soluciones a adoptar en el área de la esquina noroeste de la Iglesia del Sagrario y minimizar las afecciones al patrimonio subyacente, el proceso de intervención consistirá en la realización de sondeos geoarqueológicos que no implican la apertura de zanjas en la calle Santa María.
Según las indicaciones de los técnicos, es en esta zona donde las catas pueden aportar más información del terreno sobre el que se asienta el edificio.