José Luis Puche es malagueño y malaguista. Cuenta que cantó el gol de Antoñito Cordero contra el Nàstic como si no hubiera un mañana. Y, al menos para el club de Martiricos, casi no lo hay. Su estudio transmite tranquilidad, semejante a la que ofrece José Luis en cada respuesta. Meditada, reflexionada, lejos de la indiferencia con la que muchos analizan la realidad que le rodea.
Junto a su mujer, Mar, recibe a EL ESPAÑOL de Málaga en su estudio, situado en una urbanización alejada en Alhaurín de la Torre. Desde algunos puntos se divisa la torre de vigilancia de la prisión provincial. Habla de arte, de sus inicios en un mundo complicado, en el que no todo el mundo es lo que parece. Y habla de Málaga y de su Málaga.
Contaba que la primera entrevista que hizo fue en 2005, en El Mundo.
Tenía 25 o 26 años.
¿Se arrepintió de algo de lo que dijo?
No. Dije la verdad. Me preguntaron por Málaga, que empezaba a ser un referente cultural. Y dije que pensaba que Málaga era un bebé cultural. Es verdad que estábamos en un momento en el que se implantaron los primeros museos, pero llevábamos muy poquito tiempo. Era necesario ver cómo evolucionaba, cómo maduraba. Resulta que molestó porque el concejal de Cultura de aquel momento quería vender que Málaga ya era una explosión cultural. Pero lo que pensaba era que le quedaba mucho recorrido por andar.
Casi 20 años después de ese episodio, ¿esperaba que la ciudad llegase a donde está en el plano cultural?
Era lógico que llegásemos a un punto interesante. Pero lo de interesante lo veo a medias. Veo que es una propuesta cultural, pero no sé hasta qué punto está calando en la sociedad malagueña. Es muy interesante desde el punto de vista turístico, porque tener las marcas grandes, como el Pompidou, el Thyssen, llama al turismo. Pero no sé si eso realmente está calando fuertemente en lo que es el núcleo malagueño. Y desde luego en el ámbito artístico cero, no ha calado nada. A los hechos me remito. Porque no han crecido nuevas galerías, no hay un coleccionismo incipiente en la ciudad y las pocas galerías que hay en Málaga, que apenas son dos, subsisten a duras penas. Yo que he trabajado con otras ciudades, caso de Palma de Mallorca, Barcelona o Madrid, y la eclosión cultural ha ido acompañada de una eclosión galerística, de manera que el público, al calor de esa propuesta museística, empieza a adquirir obras de arte. Eso, lamentablemente, no ha pasado en Málaga. Es para hacérnoslo mirar y para hacer una reflexión profunda.
¿Cree que es posible revertir esa situación?
Para eso habría que cambiar las propuestas. Sinceramente, la dirección de los museos de Málaga no la veo desde hace tiempo. Son direcciones que llevan todo el tiempo, desde que se fundaron. No hay movilidad. Esto sigue igual. Hay como una especie de inercia a dejar que esto fluya de esta manera. Debería haber cambios profundos para que haya otro tipo de propuestas.
"Los artistas de Málaga debemos tener ciertas oportunidades; no hablo de que me dejen exponer, sino de que me respeten del mismo modo que se respeta a los artistas que vienen de fuera"
¿A qué se refiere con eso?
Las propuestas han de ser más interesantes que las que están llegando. Y los artistas de Málaga debemos tener ciertas oportunidades. Cuando hablo de oportunidades no hablo de que me dejen exponer. Hablamos de que me respeten del mismo modo que se respeta a los artistas que vienen de fuera. No puede ser que venga un Daniel Buren a exponer al Pompidou, donde cobra su caché, y que yo por exponer en el Pompidou tenga que dar las gracias y tenga que trabajar gratuitamente.
Es una falta de respeto al artista, porque se me trata casi como un acto de caridad. Incluso se me dijo desde la dirección 'da las gracias porque puedes exponer aquí'. Está muy bien que tengamos un Pompidou, pero dado que Málaga paga un canon muy fuerte, debería exigir también a las marcas con las que trabaja que haya una cierta reciprocidad. Es decir, igual que a Málaga vienen no sé cuántos artistas franceses a exponer, que artistas de Málaga que hemos hecho proyectos interesantes, podamos exponer en otros Pompidou, como el de París. No se puede tratar al artista como una persona que está aquí para hacerle el favor; si queremos darle una oportunidad, tiene que ser en todos los ámbitos, tanto el expositivo como el económico.
¿Cuándo supo que quería ser artista?
Creo que desde niño. Desde niño he sido muy inquieto en cuestiones artísticas, siempre me ha gustado dibujar. Siempre tuve la inquietud de ser artista, aunque es muy complicado serlo. No es fácil vivir del arte. No sé si los artistas que sobreviven gracias a su trabajo llegan al 10%.
En ese sentido, usted es un privilegiado.
Sí, exactamente. Es un trabajo arduo, muy complicado, que casi te obliga a renunciar a una vida normal. Hay que conseguir muchas cosas para llevar adelante tu trabajo y todo cuesta mucho dinero.
Y a esos elementos hay que sumar casi la obsesión del artista cuando está en el proceso creativo.
Siempre digo que vivimos más tiempo fuera de nosotros que dentro de nosotros. Siempre estamos pensando. Cuando tienes una obra en la cabeza, es como una obsesión. Está ahí e intentas pulirla. El pensamiento te ocupa las 24 horas del día. A veces, hasta te quita el sueño.
A lo largo de su trayectoria, ¿ha habido algún momento en que ha estado tentado de abandonar?
He tenido crisis artísticas, de no tener ni idea de lo que hacer, de considerar que has terminado una etapa y que tienes que empezar otra y que no sabes por dónde tirar. Recuerdo una vez que coincidí con Guillermo Pérez Villalta como miembros de un jurado. Tendría 25 años o así. Y le fui sincero a Guillermo. Le dije: 'Guillermo creo que me encuentro en una crisis creativa, y estoy de verdad casi en una depresión'. Me dijo que eso era muy bueno, que era extraordinario, porque implicaba que tenía valores de honestidad, y que no iba a producir por producir, sino que me planteaba cuestiones profundas a nivel artístico. Me dijo que cuando uno sabe que una etapa ha acabado, tiene que empezar otra, comenzar a construir algo, crecer a nivel evolutivo. Y llevaba toda la razón.
Hubo otro momento. Fue mi primera decepción con un galerista, con el que la cosa acabó bastante mal. Viví el robo en mis carnes, que es algo por lo que todos los artistas vamos a tener que pasar. Eso hizo que me plantease seriamente si este mundo merecía la pena.
Porque el mundo del arte no debe ser un mundo sencillo.
No lo es. Parece que está muy profesionalizado, pero al final eso depende de con qué persona trabajes. Hasta que no llegas a grandes cotas a nivel artístico, en ese mundo intermedio o del principio, te encuentras con mucha gente amateur. Lo normal sería que si entregas una obra a una galería, esa galería te haga un recibo de entrada. Pero no lo hacen. Confías en su buena voluntad. Y hay momentos en los que reclamas esa obra y te dicen yo no la tiene, o te enteras de que la han vendido.
Sus padres no querían que fuese artista.
Mi padre se dedicaba a la hostelería. Tenía una cafetería al lado del Materno. Café Bar Puche, se llamaba. Había médicos que se dedicaban a coleccionar arte o incluso médicos que eran hermanos de artistas que iban al bar. Como sabían que me gustaba el arte, solían enseñarme sus colecciones. Y los que tenían un hermano artista me llevaban a esas exposiciones. El bar fue como el vehículo para llevarme a esas cosas. Mi padre no quería que me dedicase al arte, por esa cosa de que me iba a morir de hambre y demás. Siempre intentaron inculcarme que tuviese un trabajo estable, que me dejase tiempo libre para pintar. Pero el arte no funciona así, necesita que estés las 24 horas del día pensando.
Ahora que ven su éxito, ¿qué le dicen?
Están muy contentos. Les ha gustado lo que escuchaban de mis profesores, que les decía que el niño tenía que dedicarse al arte. Ahora incluso viajan conmigo cuando tengo alguna exposición fuera. Próximamente tendremos algo en Nueva York, y siempre me dicen que se apuntan a todo lo que haga.
¿Cómo se mide la valía de un artista? ¿Realmente acaban llegando los buenos o hay mucho de marketing?
Uno comienza participando en concursos de arte. Eso te da validez cuando empiezas, te pone en el punto de mira de algunos galeristas, de curators, que quieren contar contigo. Si sigues trabajando bien, seguirán contando contigo. Y cuando estás dentro del mundo profesional, hay una variante, que es la del marketing. Comparo mucho el arte con la música. Igual que en la música existe el reguetón, en el arte existe cierta reguetonización a nivel visual. Es ese arte facilón, vacío de contenido. Mientras muchos artistas luchamos por dar un contenido intelectual a nuestro trabajo, ya sea a través de ideas, conceptos y demás, hay otra corriente artística que vende la banalización absoluta del arte. No tienes que pensar nada, te lo voy a dar todo comido, masticado. Solo tienes que tragar. Es el caso de Jeff Koons, de Damien Hirst. Máximos exponentes del mundo del arte que no funcionan a golpe de validación por parte de un sector intelectual, sino a golpe de like.
Es un arte fácilmente digerible para la masa.
Exactamente. Por eso hay artistas que funcionan muy bien en el mundo asiático, pero que no sirven para, por ejemplo, el americano, para ciudades como Nueva York. Porque Nueva York tiene una aceptación distinta al mundo asiático. El asiático se mueve más a golpe de like, a golpe de ese sensacionalismo que lleva el éxito. En el ámbito americano te lo tienes que currar más, tienes que tener un poso intelectual en el trasfondo de tu obra.
Da la impresión de que siempre ha existido una barrera difícil de superar entre el público y determinado tipo de arte.
Creo que en eso tiene buena parte de culpa la crítica. La crítica, intentando hacer un buen ejercicio, muchas veces emplea un lenguaje excesivamente complejo. Y es cierto que hay muchos artistas que emplean un lenguaje que distancia muchísimo. Lo que pasa es que ahí entramos en otro conflicto ¿El arte tiene que ser para la masa o solo para un sector específico de la población? Lo que sí percibo es que cuando la gente se acerca al arte contemporáneo y se enfrenta a una obra, si no la comprende, la rechaza de inmediato. No nos están enseñando a mirar en los colegios. Nos enseñan muy bien a leer, pero no nos enseñan a mirar. La gente no sabe leer una imagen. Hemos aprendido la palabra, pero hemos desaprendido la imagen. En la Edad Media era al contrario. La gente era analfabeta, pero sí sabía leer las imágenes. Deberíamos hacer un ejercicio didáctico más sencillo, porque cuando explico mi trabajo a la gente, lo entiende de inmediato.
"No nos están enseñando a mirar en los colegios. Nos enseñan muy bien a leer, pero no nos enseñan a mirar. La gente no sabe leer una imagen. Hemos aprendido la palabra, pero hemos desaprendido la imagen"
La impresión es que, como en otros ámbitos de la vida, falta la paciencia suficiente para mirar y reflexionar.
Exactamente. A un niño de ahora le pones a Johann Sebastian Bach y te lo quita en el segundo 10; si le pones una canción de Bad Bunny, se la traga entera. Johann Sebastian Bach es de una riqueza musical brutal; Bad Bunny es la banalización más absoluta. La gente no se quiere cuestionar cosas, no quiere pensar, quiere encontrar la satisfacción inmediata. Hay un filósofo coreano, Chul Han, que tiene una obra que se llama La sociedad del cansancio y habla de eso, de que cuando ves algo que no comprendes, inmediatamente te sientes cansado, no puedes absorberlo e inmediatamente te asocias a lo que la masa sigue, que es lo sencillo.
¿Cuál es ese cuadro que habría querido pintar?
El Guernica. Es tan asombroso. Es tremendo. Es como el resumen de la historia del arte al completo.
¿Defiende la pertenencia malagueña de Picasso o comparte la idea de que era más francés?
Picasso era de Málaga porque nació aquí. Eso nadie te lo puede quitar. Pero si Picasso se hubiera quedado en Málaga no hubiese sido Picasso. Como los artistas que le precedieron, estuvo en el lugar indicado en el momento indicado. Él sabía que París era el núcleo del mundo en ese momento y tenía que estar allí. A Miguel Ángel le pasó exactamente igual. Si no llega a estar en la Florencia de los Medici…
¿Cree que Málaga saca suficiente provecho a la figura de Picasso?
Sí, lo tiene bastante aceptado. Cada vez escucho menos eso de ‘esto también lo hace mi hijo’. Creo que la gente ya lo siente como propio. Tenemos Picasso hasta en la sopa. Lo tenemos en todas las calles de Málaga.
¿Le satura?
No, lo entiendo, porque es como muy nuestro. En nuestra historia como malagueños siempre hemos tenido algunos referentes, pero ninguno tan internacional como Picasso, que cambió el curso de la historia del arte.
Salvando las distancias, que son muchas, pero otra figura internacional es la de Antonio Banderas. Usted ha colaborado con él. ¿Qué tal fue la experiencia?
Muy positiva. Al principio fue un cliente y, al final, ha sido como un mecenas. Comenzó comprando mi obra y en cuanto me conoció pensó que podía aportar aún más, incluso en realizar el sueño de tener su propio teatro. Un día me invitó a desayunar a su casa y me dijo 'José Luis, tengo un sueño, que es construir un teatro'. Cogió una carpeta muy grande, me enseñó unos planos y me dijo 'este es el teatro que yo quiero construir'. Me señaló dónde quería que hiciese un gran mural. Me dio libertad absoluta para hacer lo que quisiera. La única premisa es que si podía, hablase de lo que es el mundo del teatro.
¿Y su vínculo con el Málaga?
Siempre he sido malaguista, toda mi vida. Mi padre me llevaba a La Rosaleda cuando yo era niño y he seguido como abonado todos los años que he podido. Un día el Málaga me llamó para hacer los Siempre Fuertes, unos premios en honor de Pablo Ráez. Y ahí comenzó una pequeña colaboración. Cuando estábamos en Segunda División pendientes del descenso, hablé con ellos y les pregunté si en esos malos momentos había algo que pudiera hacer para apoyar al Málaga. Me dijeron que estaban pensando hacer unos brazaletes dedicados a la afición.
Mi idea inicial era hacer uno, pero al final me convencieron para que hiciese el de todos los partidos. Y de ahí salió otro proyecto para que en cada partido el brazalete estuviese dedicado a un municipio de Málaga. Todo eso de manera desinteresada. Estoy súper contento, es un proyecto muy interesante en el que además el arte se vincula al mundo del fútbol. Podemos acercar el arte al público. Hemos puesto nuestro granito de arena para que podamos estar en Segunda. Y la idea es continuar con esa colaboración. Que nadie se preocupe porque su pueblo no haya aparecido aún.
¿Cómo vivió la noche del ascenso?
Estoy empezando a recuperar la voz, así que figúrate. Lo viví en el Cortijo de Torres, porque quería vivirlo con la gente. Cuando nos marcaron el segundo nos dio un bajón. Pero empecé a pensar que si marcábamos el primer gol, podía ser. Necesitábamos un milagro y el milagro llegó. Me puse a correr por todos lados.
¿Y el homenaje que rindió a Pepe Domingo Castaño?
A Pepe Domingo lo he escuchado toda mi vida. Mi padre lo ponía siempre cuando íbamos al campo. En mi estudio siempre había un transistor y ajustaba mi horario al programa. Si empezaba a las 15:00 horas, yo empezaba a las 15:00. Para mí era imprescindible escuchar el '¡Hola, hola!'. Era motivador. Esa gente que me lo ha hecho pasar pipa. Ese fin de semana llevé el brazalete que tocaba y llevé el que hice para Pepe Domingo. Le dije al Málaga que me gustaría que este brazalete saliera. Al principio el club me explicó que estaba comprometido con un pueblo. Se lo comentamos a Tiempo de Juego. Al final lo que hicimos es que durante el primer tiempo de ese partido el capitán llevó el brazalete del pueblo y en la segunda parte el de Pepe. Después fui a Tiempo de Juego y regalé el dibujo original de Pepe y a Paco le puse el brazalete.
"Sentía que se lo debía a Pepe Domingo; lo he escuchado toda mi vida. Para mí era imprescindible escuchar el '¡Hola, hola!'. Esa gente que me lo ha hecho pasar pipa"
Son imágenes que uno se llevará para siempre.
Sentía que se lo debía. Me han dado tanto, he disfrutado tanto y sigo disfrutando con ellos. Cuando terminé la entrevista se puso en contacto conmigo la familia de Pepe Domingo Castaño. Me decía que todos los miembros de la familia querían el brazalete. Y solo en hermanos eran diez.
Hace unos días ha habido cierta reacción con la decisión de Mbappé de pronunciarse políticamente sobre lo que está ocurriendo en Francia. ¿Usted es de los que cree que como artista debe posicionarse?
Depende de cada uno. Tengo muchos amigos, artistas, que se mojan. Los artistas tenemos una cierta repercusión, pero es mínima. Casi no trasciende de nuestro ámbito artístico. El caso de Mbappé es diferente, cualquier cosa que diga trasciende de la esfera nacional de su país. Lo que opino es que en este país se está haciendo muy cuesta arriba el hecho de ser autónomos y los artistas somos autónomos. El nivel de impuestos que tenemos es muy grande. Nos cuesta sobrevivir porque es muy complicado cuadrar cuentas y que te salga todo en positivo. Va a haber muchísima fuga de artistas. Hay algunos de reconocido prestigio que ya dicen que se van de España, que no aguantan más.
¿Por la cuestión económica?
Es que es muy complicado. El IVA no deja de estar al 21%. La cantidad de impuestos que se pagan son una bestialidad. Lo que pagamos los autónomos es una burrada.
"En este país se está haciendo muy cuesta arriba ser autónomos y los artistas somos autónomos. Va a haber muchísima fuga de artistas. Hay algunos de reconocido prestigio que ya dicen que se van de España"
Hemos hablado del Málaga, pero quiero que hablemos de Málaga. ¿Cómo ve la evolución en la que se encuentra desde hace años?
La Málaga de ahora es muy distinta a la de hace 20 años. Recuerdo que cuando empecé a moverme por el mundo, nadie conocía Málaga. Yo decía Málaga y todo el mundo me decía '¿eso dónde está? Ahora voy a cualquier parte y no solamente me dicen que Málaga es increíble, sino que su sueño es vivir en Málaga. Lo que pasa es que ahora podemos morir de éxito. Me encanta que nuestra ciudad sea ejemplo. Porque aquí se vive de escándalo. Comes maravillosamente bien en cualquier lado, el clima es muy bueno, la gente es extraordinaria. Pero tenemos que tener en cuenta el tema de la vivienda. No puede ser que los malagueños nos estemos viendo obligados a irnos a vivir fuera, no es justo. Mi sueño de pequeño era vivir en el Centro y lo cumplí. Viví en la calle Montaño, pero me sentí literalmente expulsado del Centro. ¿No intereso porque no soy turista? Eso no puede pasar.
Cuando llegué todos éramos vecinos, pero las casas se empezaron a convertir en apartamentos turísticos. La convivencia era imposible; literalmente, imposible. Fiestas hasta la madrugada. Tengo amigos que intentan emanciparse y me dicen que no encuentran nada. Podemos morir de éxito y que Málaga se convierta en una ciudad teatralizada. Una ciudad es atractiva por lo que es, pero también por la gente que tiene. Si la gente que visita el Centro solo ve turistas… Es como una ciudad sin alma, porque los que damos el alma a la ciudad somos los malagueños.
¿Imagina pintar Málaga la Torre del Puerto?
No me la imagino. No estoy muy a favor de la Torre. Si se quieren construir grandes torres que se construyan. Pero la posición en la que está es una posición muy delicada. Y si vamos a colocar algo ahí tiene que ser de una calidad artística extraordinaria, tan extraordinaria que quede perfectamente mimetizada con el ambiente. Pero este cilindro no lo está. Me parece un cilindro anodino. No me parece nada interesante. Me parece un objeto que no le añade valor a la ciudad, más bien se lo resta. Me parece mucho más interesante que el primer edificio que tengamos visible sea La Farola. Si el edificio fuese de un valor artístico increíble que añadiese valor a la ciudad, pues me parecería justo que se hiciera.