Pocas cosas más incuantificables que la pasión que puede sentir un fan por su objeto de deseo, ya sea una película, un libro, un videojuego, un conjunto musical… El amor de un auténtico fanático, de un verdadero creyente, le empuja a hacer cosas que en su interior siente que le acercan más a la obra venerada: se disfraza de sus personajes de ficción favoritos en eventos cosplay, se tatúa frases, enseñas y logotipos, se viste como sus héroes del rock, y articula todo tipo de manualidades en lo que se conoce como fan art. Una veneración arrolladora de la que si hubiera algún modo de sacar rédito económico… ¡un momento, pero si lo hay! ¿George Lucas sabe algo de esto?
Y entre las grandes leyendas del fan art que pululan por la Red, la que nos trae hoy aquí es aquella que pergeñó un grupo de maravillosos genios que rodaron en Benalmádena una película, totalmente amateur y sin ánimo de lucro, basada en los libros de la saga de ciencia-fición Dune, la obra maestra del escritor Frank Herbert.
Ahora que la esperada película del realizador Denis Villeneuve está en los cines y en la plataforma de HBO Max, después de que se estrenara el viernes 17 de septiembre, nosotros recordamos esta curiosa historia en la que unos fanáticos se embarcaron en un proyecto de dimensiones épicas que, en comparación, teniendo en cuenta los medios, supera con creces a la cinta de Villeneuve. Un rodaje nada sencillo de llevar a buen puerto, y si no que se lo digan a David Lynch o a Alejandro Jodorowsky.
Así, mientras esperamos los resultados de crítica, taquilla y visionado en el sofá del film de Villeneuve (esto último, algo que el propio director no recomienda ya que en su opinión se asemeja a «conducir una lancha motora en una bañera»), trataremos de desgranar las claves del Dune de Benalmádena, exponente absoluto de lo que el amor a una ficción puede engendrar.
Dios creó Arrakis para probar a los fieles
Y parece que Herbert creo Dune, donde se relata el devenir del joven Paul Muad'Dib Atreides, de los odiados Harkonnen y del planeta Arrakis, de vital importancia para un imperio galáctico de dimensiones pantagruélicas, para poner a prueba el amor de sus lectores. Aunque, más bien, quien puso a prueba la fidelidad de los entusiastas de esta historia fue Lynch con su película.
La información que existe sobre el proyecto de Benalmádena es algo confusa. Según algunos blogs y bases de datos en línea como The Internet Book Database of Fiction (phpBB), de donde hemos obtenido las imágenes que visten este reportaje, el plan se extendió durante algo más de ocho intensos años, comenzando aproximadamente en 1999. Aunque según crípticas referencias en la web de Málaga Film Office, el rodaje de la primera de las tres películas comenzó en 2003. Y sí, han leído bien: el proyecto abarcaba no una única película de dos o tres horas de duración, sino una trilogía completa que recogía los sucesos de los primeros libros de la saga de Herbert: Dune, El mesías de Dune e Hijos de Dune.
Un plan de rodaje que ya quisieran muchos
¿Qué importa que no haya medios si el amor es suficiente? No conocemos cómo se financió esta obra que se realizó sin ánimo de lucro y, tan sólo, como decimos, por la mera pasión hacia una obra cultural. Suponemos que se hizo con pequeñas aportaciones de los realizadores implicados y la generosa donación ‘voluntaria’ de familiares, amigos y conocidos a los que se les hizo compromiso.
Lo que sí podemos afirmar, viendo las asombrosas imágenes que se han salvado, es que los artífices establecieron un plan de rodaje que incluyó detallados ‘storyboards’, diseños de producción, de vestuario y de escenarios; crearon miniaturas y maquetas, involucraron a un importante elenco actoral y a numerosos voluntarios, implementaron efectos especiales prácticos y digitales increíbles para la época, sobre todo si tenemos en cuenta que se realizaban de manera artesanal y con ordenadores personales de baja potencia. ¡Y esto, además, en una era en la que internet estaba dando sus primeros pasos! Olvidaos de tutoriales o guías en línea de cómo hacer tal o cual cosa explicadas por sudamericanos.
Una puesta en escena que se realizó mediante el apoyo de voluntariosos entusiastas, llegando a involucrar a numerosas personas para que interpretaran los papeles principales y realizaran labores de extra, algunos muy conocidos en el mundillo, como Jaime Noguera, el creador y director del Festival Internacional de Cortometraje y Cine Alternativo (FICCAB).
Este certamen es heredero directo de la transgresora Semana de Cine de Autor de Benalmádena, por lo que no es de extrañar que en esta localidad costasoleña surgiera un proyecto cinematográfico de estas características.
Más de ocho años de esfuerzo en los que gran parte del municipio se vio enredada de un modo u otro y durante los cuales se rodó en variadas localizaciones como el castillo Bil Bil o en los hermosos (y muy descuidados) arcos del dique de levante del Puerto de Málaga, entre otros.
Un esfuerzo brutal que se va a la porra por culpa del copyright
Pero, como se suele decir, era demasiado bonito para ser verdad. Después de incontables horas de trabajo empujadas por la energía de la ilusión y que llegaron a conducir a las películas a su fase de postproducción, en 2007 los autores montaron un tráiler para mostrar al mundo el fruto de su empeño a través de una web nacida apenas dos años atrás: YouTube.
La inocencia y las puras intenciones de un proyecto que no era otra cosa que un estratosférico homenaje, con el que no se pretendía sacar ni un duro y que reconocía en todo momento la autoría de lo filmado, se demuestran en el hecho de que enviaron el avance del film a Herbert Limited Partnership (hoy en día, Herbert Properties LLC), la organización que posee y administra el legado literario y el patrimonio del escritor estadounidense, encabezada por su hijo Brian Herbert.
El resultado: después de producir, dirigir y montar tres películas, los de Benalmádena recibieron un comunicado de los herederos de Herbert para que retiraran el tráiler inmediatamente de la Red y pararan de manera completa cualquier empeño en lanzar el fruto de su desinteresada labor.
Al parecer Herbert Limited Partnership estaba negociando en ese momento una nueva versión cinematográfica de Dune con un importante estudio de Hollywood. Además, a ello se suma que Brian Herbert también escribe y ha seguido acreciendo durante años el número de libros de la saga que inauguró su padre. El copyright es, después de todo, una cruel amante que tiene razones que el corazón no entiende.
En este punto diremos (no lo hemos comentado antes para no destripar el final de la trama) que desde EL ESPAÑOL de Málaga nos pusimos en contacto con los artífices de esta absoluta genialidad. Sin embargo, los responsables declinaron amablemente participar en este reportaje y dar su opinión de los hechos debido a que los dueños del copyright (de las novelas) les prohibieron expresamente cualquier tipo de uso de la marca Dune.
El fin del sueño
Como vemos, los productores del Dune de Benalmádena, tal vez para no iniciar sus carreras en el cine marcados por una importante querella, metieron la marcha atrás e, imaginamos, con profundo dolor, dieron carpetazo a una década de sus vidas en la que la especie melange se había depositado hasta en el último rincón de su organismo. Si a día de hoy no tienen los ojos completamente azules, poco les falta. Desde entonces, de nuevo según lo investigado, y en base a las comunicaciones mantenidas, no han querido aparecer en ningún medio ni rememorar aquel episodio.
Un final triste para una historia maravillosa que los dueños de la marca Dune deberían haber contemplado en su justa medida como lo que era: un tributo enorme a su producto. Sólo hay que ver las imágenes que acompañan a este reportaje para ser testigos del cariño y el cuidado que los responsables invirtieron en sacar adelante estas películas que, de seguro, eran algo hermosísimo, hijas del empeño del espíritu humano y de la fidelidad al relato original.
En Dune hay una frase que dice: «Cualquier camino, si se sigue hasta el final, no conduce exactamente a ningún lugar. Subid un poco el sendero para comprobar si estamos en una montaña. Sin embargo, desde la cima no podréis verla». Los jóvenes benalmadenses se pusieron a escalar por amor a la montaña, hasta que finalmente la perdieron de vista.
Y ojalá, si el metraje ha sobrevivido, podamos ver más pronto que tarde estas películas que nunca debieron quedarse encerradas en un cajón. En honor a los directores, productores, diseñadores de vestuario, de producción, de escenarios, a los actores y voluntarios que se unieron para trabajar en un proyecto tan loco como fantástico que habla mucho, y bien, de la ilusión y el empuje de los fanáticos.