Luz Arcas: "En mi obra ensalzo y piso la bandera de España; me siento legitimada a hacerlo"
La coreógrafa malagueña reflexiona sobre la muerte y el duelo a ritmo de verdiales en su contemporánea obra 'Toná', que presentará este sábado junto a su compañía La Phármaco en el Conjunto de los Dólmenes de Antequera.
28 agosto, 2021 07:25Noticias relacionadas
Un año antes de la pandemia, Luz Arcas (Málaga, 1983) pasó muchas horas en una habitación de hospital acompañando a un familiar enfermo. La coreógrafa afincada en Madrid estaba en contacto permanente con personas que se enfrentaban a la muerte cada día. Venía desde la capital a Málaga dos veces por semana y en el tren de camino no paraba de ojear Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Esa fue la semilla de Toná, un espectáculo de danza contemporánea donde la artista reflexiona sin tapujos sobre la muerte, el duelo, la identidad, los símbolos y el ser humano a ritmo de verdiales con el folclore popular como hilo conductor. "Me interesa el concepto de baile sobre el concepto de danza; y la necesidad de bailar por encima del proyecto más ambicioso", asegura la creadora antes de su estreno este sábado en el Conjunto de los Dólmenes de Antequera dentro del Festival MengaStones.
En el montaje de factura contemporánea hay mucha música: una toná que da nombre a la obra; un viaje por coplas por temas muy españoles; una última parte donde de interpretan unos verdiales muy particulares. "Hay una fiesta de verdiales catártica", cuenta la coreógrafa, que define los verdiales como "una música de trance y celebración". "Lo tradicional y la liberación no son conceptos opuestos", señala en una conversación telefónica con EL ESPAÑOL de Málaga.
Con el título provisional de La carne, la caída se estrenó en el Centro Pompidou el año pasado el germen del proyecto a la manera de laboratorio creativo compartido por tres malagueñas residentes en Madrid: Luz Arcas, directora de la compañía La Phármaco; la fotógrafa Virginia Rota; y la violinista y compositora Luz Prado, con la que Arcas ya había colaborado en su pieza La domesticación.
La coreógrafa ha sido definida como "una de las figuras de la danza española más importantes de su generación". Su compañía La Phármaco, nacida en plena crisis hace 11 años, es una de las más interesantes del panorama contemporáneo español. Influida por sus estancias en África, India, Latinoamérica y Andalucía, la artista se rebela contra el estilo internacional de la danza contemporánea, que tiende a la asepsia y la homogenización.
¿Cómo se ha presentado este 2021 para la compañía?
Tenemos bastante trabajo. No nos podemos quejar. Tenemos preparado un nuevo estreno, proyectos fuera y una gira nacional e internacional. Por otro lado, creo que estamos muy acostumbradas a las crisis en nuestra profesión, convivimos con ellas de forma natural.
Presenta en Antequera su espectáculo Toná donde habla sobre la muerte. ¿Ha cambiado mucho su concepción de ésta después de hacer la obra?
La obra es una celebración de la muerte, un intento de recuperar algo que para mí tiene el folclore, y sobre todo el folclore de mi tierra, Andalucía. Se trata de enfrentarse a la muerte, a la enfermedad y al dolor. Hoy día la muerte y la enfermedad son desterrados por otros valores relacionados con la juventud, la belleza y el éxito. Sentía la necesidad de hacer esta obra. No creo que haya una posible reconciliación con la muerte o la enfermedad, pero sí necesitaba hacerle un homenaje. Necesito cantarle a la muerte y celebrarla quizá como la parte más importante de la vida.
En su pieza el duelo se presenta como una celebración y una catarsis. En muchos países como México se vive el fenómeno así. ¿Aquí todavía pesa mucho lo que la religión cristiana ha dicho e impuesto sobre ella?
Sí. No sé si es cristiana. Yo creo que es una concepción muy neoliberal y capitalista. Tiene mucho que ver con el cuerpo que produce, que es activo, joven. Me interesa la ineficacia del cuerpo (la enfermedad, la vejez, el amor). Todo lo que no es productivo no tiene lugar en nuestro mundo.
En esta pandemia hemos visto como las residencias se han convertido en contenedores de mayores. Han sido uno de los colectivos más damnificados.
Parece que es parte de nuestra cultura actual (lo de desechar lo que no es productivo).
¿No el ha dado reparo sacar la bandera de España con este clima de ofendidos? ¿No teme que la llamen españolaza y facha?
No, más bien al contrario. Queda súper claro la relación conflictiva. Para mí es lo bonito del folclore, que no pretende resolver los conflictos sino que los celebra. La bandera de España la ensalzo, la piso, me golpea, la muerdo, bailo con ella. Hay una relación muy viva con los símbolos. Eso es lo bonito y lo que generalmente se trata de censurar.
Por otro lado, la bandera es la que se baila tradicionalmente en los verdiales, por la otra cara está la bandera de Andalucía. Las instituciones se apropian de símbolos que son la de la gente. Tienes derecho a enfrentarte a estos símbolos y hacer lo que quieras con ellos, renombrarlos, ensuciarlos, revitalizarlos. No se trata de idealizar o romantizar, sino de hacerlos de carne. Son nuestros.
Alude a lo popular con el tema de los verdiales, algo muy malagueño.
La bandera está muy tuneada, como es costumbre en los verdiales. Sobre la bandera pones tu nombre. Yo puse el nombre de mi hija y mi verso favorito de su padre, Abraham Gragera, que es poeta. Es una necesidad de apropiarse de las cosas y hacer que signifiquen lo que tú quieres, significados casi siempre complejos, llenos de matices.
Los partidos políticos, tanto de izquierda y de derecha, se han apropiado históricamente de los símbolo. Sobre todo los culturales. ¿Los ciudadanos también tienen derecho?
La institución siempre se apropia de los símbolos, encierra su significado. También la religión. Se ve mucho en las festividades andaluzas. Por ejemplo, la Virgen del Carmen, que conserva muchos rasgos de una divinidad fenicia, matriarcal, anterior al catolicismo y a los romanos.
Acabas de recordarme la polémica del cartel de la nueva gira de Zahara, titulada Puta, donde aparece la cantante vestida como una virgen. Querían censurarle un concierto. ¿La podrían censurar por pisar la bandera de España?
Vivimos una época marcada por la censura, en general. No me siento nada identificada con eso. La censura siempre empobrece. En mi caso creo que eso no pasaría porque no se trata de un cartel (y porque la danza no tiene tanto alcance, lamentablemente). Cuando ves el baile en directo te das cuenta de lo complejo que es. Muy pocas personas verían ahí algo panfletario, estoy segura. Imagino que con Zahara pasará lo mismo, hay que profundizar en los contenidos antes de juzgarlos. Pero creo que en mi obra nadie podría confundirse. El conflicto y la relación emocional con el elemento están ahí, no es nada definitivo. Se ve que hay un respeto profundo y también un sufrimiento profundo en la relación con el símbolo. Me siento legitimada a hacerlo porque es mi cultura.
Hablábamos sobre los verdiales, que son una gran fuente de identidad y patrimonio local. Ahora Málaga se ha llenado de franquicias. ¿Le gusta la ciudad en la que se ha convertido?
Es curioso. Las ciudades cada vez se parecen más. Las calles principales de las ciudades europeas son casi intercambiables. Pero bueno, mi arte no apunta exactamente hacia la nostalgia de lo que el mundo fue.