José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944) es diputado en el Parlamento Europeo por el Partido Popular y, entre 2011 y 2015, ejerció como ministro de Asuntos Exteriores como parte del Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Margallo inaugura este viernes a las 20:00 horas en el centro cultural La Térmica de Málaga el ciclo El mundo en llamas: cancillerías con una conferencia titulada Kabul, 2021, sobre la crisis en Afganistán, y atiende desde Bruselas por vía telefónica a EL ESPAÑOL de Málaga en la víspera.
Se han leído muchos paralelismos con esa salida estadounidense de Kabul con la de Saigón en 1975. ¿Quizás a estas alturas Afganistán ya no significaba tanto como fue Vietnam?
Yo estaba estudiando en Harvard cuando salió Estados Unidos de Vietnam. Las escenas en Kabul y en Saigón son muy parecidas, muy precipitadas porque los americanos fueron incapaces de negociar la retirada a cambio de cierta seguridad.
Lo más importante es que la retirada de Vietnam abrió un periodo muy largo en que los Estados Unidos se replegaron detrás de sus fronteras, renunciando a asegurar el orden internacional que los propios americanos nos habían brindado después de 1945. Esa época de retraímiento duró hasta [la presidencia de Ronald] Reagan, que devuelve a los americanos el orgullo de serlo y su responsabilidad en el liderazgo del mundo libre. Durante este periodo, se atraviesa una etapa muy negra. Se produce la toma de los rehenes en Irán, eso le costó al presidente Carter un descrédito enorme en los Estados Unidos y en el mundo.
Yo creo que a partir de este momento Estados Unidos se va a ocupar exclusivamente de aquellas tareas en las que tenga interés propio. En el discurso de Biden del 16 de agosto: "Estados Unidos solo luchará para defender sus intereses nacionales". Europa puede esperar poco en aquellos escenarios que interesan estrictamente a los europeos: Ucrania, Libia o el Sahel, que es un área de un enorme interés para España por su proximidad con el Magreb.
Justamente durante su mandato como ministro de Exteriores, en octubre de 2015, se retiró el grueso de la presencia militar española en Afganistán.
2015 va después de 2014, ¿verdad? En 2014 el secretario general de la OTAN dijo que las fuerzas armadas de la alianza no iban a participar en operaciones bélicas, que se iban a limitar a preparar a las fuerzas armadas de Afanistán, con el resultado que todos hemos visto. Si la OTAN decide que ya no vamos a participar en operaciones bélicas, no tenía demasiado sentido mantener allí el contingente de las Fuerzas Armadas como si nada hubiese cambiado. Cambia la naturaleza de la misión y eso exige tener menos tropas. Nosotros hicimos lo que teníamos y podíamos hacer cuando es la OTAN la que toma la decisión de que las fuerzas armadas están ahí para hacer una cosa distinta para la que se les había mandado y se necesitaba menos gente. Todos los países hacen lo mismo.
Una de las argumentaciones estadounidenses sobre Afganistán era que quizás el punto caliente del mundo ya no estaba en Oriente Medio, sino en Asia-Pacífico.
Eso es exactamente la visión que tienen los Estados Unidos. Para ellos, el conflicto potencial en todos los terrenos -económico, comercial, monetario, tecnológico...- es con China y, en segundo lugar, con Rusia. Eso no coincide con los intereses de la Unión Europea, que están en la frontera este, Ucrania, y en la frontera sur, Sahel, Siria.
Ellos consideran que la zona donde tienen interesantes esenciales es el Pacífico y su rival en todos los terrenos en China. Han tomado una decisión estratégica de acuerdo con esa visión, pero no es la que tradicionalmente ha tenido Estados Unidos. Desde hace muchísimo tiempo consideraba que tenía un deber moral de asegurar el orden internacional en todo el mundo, no solo en las zonas que a ellos les afectaba.
Ya no aspiran a ser la nación indispensable para mantener el orden internacional, sino la nación que defiende sus intereses exclusivos. Y los demás, que se apañen.
¿Era una prioridad durante su etapa como ministro de Asuntos Exteriores la región de Asia-Pacífico?
Claro que era una prioridad. La colaboración con los chinos fue espléndida en todos los terrenos. El problema en aquella etapa fue de recursos. La cooperación internacional, que es un arma poderosa de ayuda exterior, fue exactamente el 75% menos que la que tenía Trinidad Jiménez [su predecesora]. Con un 25% tenía que hacer lo mismo, no crear un malestar en las ONG y en los países en los que nuestra cooperación ha sido más importante. El esfuerzo no fue todo lo ambicioso que a mí me hubiera gustado.
¿Considera que la política exterior de la Unión Europea en Asia-Pacífico sí está siendo suficientemente ambiciosa?
La política exterior de la Unión Europea no es ambiciosa en ninguna parte del mundo. Si algo ha demostrado Afganistán o la crisis con China, es que Europa necesita lo que se llama autonomía estratégica: es decir, tener una política exterior y de seguridad real. Eso exige cambiar las reglas de procedimiento para no exigir unanimidad, que hace imposible en la mayoría de las casos llegar a una conclusión feliz, y hay que dedicar muchos más recursos en la política exterior y de defensa. La primera vez que se intentó un proyecto de integración europea no fue de integración económica, fue militar: la Comunidad Europea de Defensa, en 1954. Ahora llega el momento en que ya no podemos confiar en el primo de Zumosol para lo que a nosotros nos interesa y, por tanto, tenemos que empezar a andar con pantalón largo por la política exterior. Es uno de los retos que tenemos. Tendremos que avanzar a hacer lo que llaman los Estados Unidos de Europa.
Quería terminar preguntándole por su participación en debates radiofónicos con Carmen Calvo y Pablo Iglesias. Usted, que ha vivido en primera persona la salida de un gobierno, ¿les nota cambiados?
R. No exactamente. Lo que sí he notado es que están mucho más descansados. Llegan al programa mucho más frescos y también mucho más dispuestos a debatir sus opiniones. Pero vamos, nada especial... Lo único que hay cierto cuando te hacen ministro es que vas a dejar de serlo.