Málaga

Harvey Weinstein, Bill Cosby, Kevin Spacey, Johnny Depp, Woody Allen. En los últimos años se han destapado episodios muy graves de violación, acoso sexual y maltrato a mujeres donde están metidas figuras de la industria de Hollywood intocables. En algunos casos hay sentencias judiciales falladas en su contra (como Weinstein y Cosby); y en otros no se ha logrado probar su culpabilidad.

Sea como fuere, el debate sobre la supuesta cultura de la cancelación (ups, perdonad, no la veo por ninguna parte, y si no que se lo digan a Deep en el Festival de San Sebastián) se ha instalado en la opinión pública, divida entre los que juzgan a los artistas separando su obra de la vida privada y los que lo asumen como un todo. Ni siquiera un creador tan icónico como Pablo Picasso ha escapado a ello.

Al genio malagueño, de cuyo nacimiento se cumplen hoy 140 años, se le ha venido discutiendo desde hace tiempo por su conducta misógina y su carácter déspota. La gente tiene una imagen suya de hombre rico y mujeriego, pero lo cierto es que "tenía la necesidad de maltratar a sus mujeres para mostrar su pasión hacia ellas", asegura su nieta Marina en el documental Picasso y sus mujeres de Manuel Palacios.

Picasso con Olga Koklova, en una fotografía de 1919. Sucesión Picasso

Marina Picasso es la hija de Paulo, fruto del primer matrimonio del pintor con la bailarina rusa Olga Khokhlova. Ambos se conocieron en la primavera de 1917 por medio de los Ballets Rusos de Diaghilev en Roma: ella era una de las estrellas de la vanguardista compañía y él diseñaba la escenografía para la coreografía Parade. El flechazo fue instantáneo entre la joven de 26 años y aquel hombre diez años mayor.

Contrajeron matrimonio en París un año después y en febrero de 1921 nació su primer y único hijo, el citado Paulo. La bailarina de éxito no sólo renunció a su apellido por el de Picasso, sino que también abandonó su carrera tras las reiteradas peticiones del genio. "Mi abuela lo había abandonado todo por él: su patria, su carrera, sus sueños, su orgullo, su vida. Todo fue destruido por mi abuelo", critica Marina en el libro Picasso, mi abuelo.

Palizas a Olga

Aquella unión duró 20 años donde se sucedieron engaños, maltratos y humillaciones. "Ninguna mujer podrá ser feliz con mi hijo. No pertenece a nadie, porque no pertenece más que a su arte", le advirtió la madre del pintor, María Picasso. La artista Françoise Gilot, la única amante de su larga lista de conquistas que fue capaz de abandonarlo, reveló en su biografía cómo el maestro cubista arrastraba a Olga por el suelo tirándola del pelo y le daba sedantes para tranquilizarla.

'Gran desnudo en un sillón rojo' donde Olga aparece retratada con la cara desfigurada.

Khokhlova pasó de ser la musa ideal del maestro a transformarse en un monstruo con el rostro deformado y dientes puntiagudos en Gran desnudo en un sillón rojoEn el documental dirigido por Palacios, se habla de cómo el malagueño dibujaba a las mujeres de forma compulsiva: "Las ama hasta el hastío a través de su pintura y cuando la relación se resiente las descompone y desfigura en sus cuadros".

Esta hija de un coronel de la armada imperial rusa llegó a inspirar 140 obras de su periodo conocido como neoclásico. Picasso finalmente la abandonó por Marie-Thérèse Walter, a la que conoció con 17 años, tras dejarla embarazada de Maya. Llevaban ocho años manteniendo una relación en secreto. La pareja se separó en 1935, aunque continuaron casados hasta la muerte de ella en Cannes, en 1955.

Olga no volvió nunca a dedicarse profesionalmente a la danza. "Mi abuela, humillada, manchada, degradada, terminó su vida paralizada, sin que mi abuelo se dignase visitarla, una sola vez, ante su lecho de miseria y desolación", critica su nieta Marina en un libro tremendamente duro donde cuenta que ésta, "frágil, perdida, desequilibrada, debía contentarse con una modesta pensión semanal que mi abuelo nos pasaba para tener a la familia bajo su dominio, en la más alta indigencia".

El pintor y Dora Maar, en una instantánea tomada por Man Ray en Antibes (1937).

Incluso llegó a decir que su abuelo no sólo se comportaba así con Olga, sino que se trataban de actitudes recurrentes con todas las parejas que tuvo. Así ocurrió con Dora Maar, fotógrafa surrealista y ágil publicista que mantuvo uno de los idilios sentimentales y artísticos más fértiles con el pintor. Se conocieron en el café parisino Deux Magots en 1936. Ella tenía 29 años y él 55. 

La idea de documentar 'El Guernica'

Fue a ella a quien se le ocurrió documentar con su cámara el proceso creativo de El Guernica y los dibujos y pinturas asociados al mismo. Sus imágenes ofrecen a los investigadores una visión precisa de la evolución del mural. Durante la gestación del famosísimo cuadro en el estudio de Grands Augustins, el genio hizo y deshizo a su antojo mientras la pintora fotografiaba el alumbramiento del "mejor cuadro del siglo XX", según algunos críticos.

En varias biografías, aseguró la artista Maria Llopis en una acción para visibilizar esta faceta ignorada del pintor, él le pegaba tales palizas a Dora Maar que la dejaba inconsciente. "No era únicamente una relación tormentosa, que es como siempre se maquillan estos asuntos. Nada de 'ah, era un genio, era muy pasional'… no. Le metió mucha caña. Hay muchas formas de ejercer violencia, no sólo la física", defendió en el Museo Picasso de Barcelona. 

En una exposición organizada en el Tate Modern el año pasado se reivindicó "la influencia entre ambos por encima del relato acostumbrado del maltrato psicológico de Picasso a la fotógrafa, que hará que ella acabe resbalando por la pendiente de la depresión", explica Mery Cuesta en un artículo para El Mundo donde cuenta su trágico final "aislada voluntariamente y viviendo en la precariedad, fue enterrada en 1997 en un sencillo funeral al que no acudieron más de seis personas". 

El suicidio de Pablito

Pablito, el nieto de Picasso, acabaría suicidándose con 24 años al día siguiente de su entierro. "Nunca encontró el menor afecto de Picasso. Ni a él ni a mí se nos permitió ir a su 88 cumpleaños, ni se nos autorizaba a cruzar el umbral de la fortaleza de Mougins, custodiada por los gigantescos perros afganos. Hemos crecido en la sordidez familiar", explica Marina en uno de los pasajes de su confesión literaria.

Una imagen que no tiene nada que ver con la que tienen algunos de sus compañeros de generación como Gyula Halász Brassaï. El húngaro lo conoció cuando el malagueño acababa de cumplir 50 años. "Tenía todos los atributos, todos los signos exteriores del artista consagrado: un Hispano-Suiza conducido por un chófer de librea, trajes de los mejores sastres, perros de raza, un dúplex, propio de un gran burgués y hasta un castillo en Normandía", precisa en Conversaciones con Picasso.

Sin embargo, ante él se presentó "un hombre sencillo, sin afectación, sin endiosamiento, sin disimulo". "Su naturalidad y gentileza me tranquilizaron al momento. Observaba también el extraño lugar: yo esperaba el estudio de un artista y me encontraba un piso trasformado en leonera. [...] Andábamos sobre un parqué deslucido, con pátina, sin encerar, alfombrado de colillas", recuerda. 

El 8 de abril de 1973, antes de llegar a cumplir los 92 años, fallecía en su residencia privada de Notre Dame de Vie, en Mougins, cerca de Niza. Considerado el pintor más genial del siglo, en Roma se declaraba que su desaparición era comparable a la de Miguel Ángel y Da Vinci por el enorme vacío que dejaba mientras que el escultor Henry Moore afirmaba que "Picasso había cambiado en la gente su manera tradicional de ver las cosas", cuentan en un programa de Radio Nacional de España.

Su amigo y pintor Joan Miró, que tanto le influyó a pesar de ser más joven que él, reconocería días después de su muerte que "todos somos deudores de Picasso". El desaparecido Tomás Llorens, una de las figuras más relevantes de la museografía española, no tenía ninguna duda en decir que fue "el mejor artista del siglo XX, situado al mismo nivel que los grandes maestros del Renacimiento e incluso por encima". Un creador brillante sí, pero con sus luces y sus sombras como todos.

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