Berna González Harbour (Santander, 1965) no le puso nombre a su vocación, la de periodista, hasta que su madre le regaló un manual de profesiones. Pensó en ser azafata de vuelo, filóloga, comercial y hasta mecanógrafa. Al toparse con la letra P, leyó un apartado donde hablaban de un oficio que aunaba sus grandes pasiones: la escritura, los viajes, la literatura, la historia y la filosofía.
Aquella niña lleva ya más de 30 años en este oficio. La periodista de El País ha trabajado como reportera en zonas en conflicto; ha sido corresponsal en Moscú; y ha ejercido como subdirectora en las secciones de Internacional, Sociedad, Web y el suplemento cultural de Babelia. "Fue una corazonada", asegura a EL ESPAÑOL de Málaga cuando le preguntamos por su profesión, ahora en crisis.
La analista en el programa Hoy por Hoy de Cadena Ser también se ha consagrado en la literatura con una serie de novela negra, protagonizada por la comisaria Ruiz. De hecho, la escritora ha ganado el prestigioso Premio Dashiell Hammett por El sueño de la razón. Este año publicó una deslumbrante biografía de Goya y un relato noir, El pozo, inspirado por el mediático caso del niño Julen, que presentará en la Feria del Libro de Málaga el próximo 14 de noviembre.
La reconocida autora toma como base para su thriller periodístico el rescate del niño malagueño, que tuvo en vilo al país durante 13 días. La novela, encabezada por unas líneas de El carnaval de Billy Wilder, retrata a los medios y la sociedad hoy día ante sucesos como el de Totalán. A la vez reflexiona sobre la manipulación periodística, el morbo, el egoísmo y el clasismo hoy día.
Lleva más de 30 años dedicándose al periodismo. ¿Cómo vive esta crisis bestial del oficio?
Es un tiempo único, la verdad. Siempre sufrimos crisis cíclicamente, pero en esta se conjugan dos cosas nuevas: la precariedad de los trabajadores y la afluencia de fake news y de información que corre sin un sello de profesionales. Las noticias falsas amenazan por completo nuestro trabajo si la gente no sabe detectar que vienen de lugares no profesionales.
De hecho, en su última novela le da un repaso al supuesto periodismo ciudadano. ¿Cómo de nocivo es para la sociedad y la profesión que cualquiera con un móvil se crea un reportero?
Es absolutamente nocivo. Ni es periodismo ni es ciudadano. Son mentiras y rumores que la gente divulga sin las nociones adecuadas y se las cree. En última instancia, es un fracaso de nuestra sociedad, de la educación y de la cultura. Si la gente no sabe distinguir las buenas fuentes de los rumores no lo hemos hecho bien como sociedad. La información falsa amenaza nuestra democracia y nuestra forma de vida.
En El pozo pone el dedo en la llaga en asuntos relacionados con la profesión como el sensacionalismo, que campa a sus anchas en las televisiones. ¿Cree que se ha impuesto el todo vale en los medios por la audiencia y los clics?
Sí. Se ha extendido el todo vale en muchísimos medios porque conquistar audiencias ahora mismo se ha convertido en el dios de las empresas periodísticas. Tenemos una sociedad que se entretiene con las desgracias y con el morbo y unos medios dispuestos a dárselo. Es inmoral y nocivo. La culpa en todo caso no es de la sociedad, sino de los medios. Ellos tienen la capacidad para elegir lo que publican. La nueva tendencia es convertir la información en entretenimiento, el llamado infoshow, y convertir las desgracias en un modo de entretener a la gente.
Su último libro está inspirado en el caso Julen, que mantuvo en vilo durante 13 días a miles de personas en toda España. ¿Por qué cree que sucesos como este o el del niño Gabriel en Almería captan tanto la atención del público?
Que la capte es natural y que los medios lo cubran es lícito. Son sucesos de interés público. La caída de un niño en un pozo. Es algo tan misterioso. ¿Cómo era ese pozo? ¿Te acuerdas? La circunferencia por la que se había colado era tan pequeña... O las niñas de Tenerife que desaparecieron y el padre las había ahogado. O el niño Gabriel. Es natural el interés y es lícito cubrirlo.
Lo malo es cuando traspasamos la línea y en lugar de cubrirlo con respeto, cuidado y sensibilidad, rompemos los esquemas y entramos en la intimidad de las personas y perseguimos a los protagonistas. Hay un fenómeno también muy desgraciado que es cuando la propia víctima, movida por la ignorancia, se entrega a las televisiones. Eso es el acabose. Lo vemos en el caso Wanninkhof.
Sí, justo le iba a preguntar por eso en la entrevista.
Claro. Sucedió en Mijas. Vimos a una madre, Alicia Hornos, que se entregó a las televisiones. Al igual ocurrió con las niñas de Alcàsser con algún padre. Cuando los familiares de la víctima se entregan a las televisiones es la perdición. A partir de ahí, las televisiones las devoran y las utilizan. Mira el niño de La Rioja que han asesinado.
Tengo entendido que la familia no ha dado declaraciones salvo algún tío abuelo. Esa es la diferencia. Se queda en un asunto de interés público que nos conmociona a todos. Pero si la familia logra quedarse al margen de los medios, todo queda en un terreno respetable.
Dolores Vázquez sufrió un linchamiento doble por ser mujer y lesbiana en el caso de Rocío Wanninkhof, del que hablábamos. ¿Cree que los medios han aprendido de cosas así o la historia se repite?
No. No aprendemos de casos como los de Julen, Alcàsser y Wanninkhof. Parece que nos vacunamos ante cosas así, pero vuelve el fenómeno. Mi novela la encabezo con una cita de El gran carnaval de Billy Wilder. Una gran película donde un hombre se queda atrapado en una mina y se forma tal circo con los medios de comunicación que nos recuerda que esto se repite. Hay periodistas que caen después de sucesos así. Los del caso Alcàsser no han vuelto a tener éxito. Aún así, la maquinaria vuelve a ponerse en marcha.
¿Los humanos somos morbosos y cotillas por naturaleza, no?
Por supuesto (ríe). La naturaleza humana cuando va por libre es terrible y deleznable. Nos convertimos en seres egoístas con privilegios. Sólo si sabemos domar a la naturaleza humana logramos convivir a través de las normas y de la ley. Si la dejas sola, nos comemos los unos a los otros. Eso es lo que pasa con el morbo y el sensacionalismo, que es una forma de comernos los unos a los otros.
En su novela, el padre de la niña que cae al pozo es rumano. ¿Los medios y la sociedad en general seguimos siendo tremendamente racistas e hipócritas?
Sí, la xenofobia por desgracia está palpitando en la sociedad. Esta semana en Madrid murió una niña atropellada por una madre que iba a buscar a su hija al colegio. La bruta aparcó en la acera y atropelló a tres niñas. Es un colegio cercano a mi casa con niños procedentes de familias de clase alta. Si esto llega a ocurrir en un barrio humilde y quien atropella a esas tres niñas es extranjero, se lo comen. Si es árabe, rumano, africano...
Hay una xenofobia a flor de piel tremenda. Por eso Vox avanza. Un mismo suceso cambia dependiendo del color de piel de la persona que lo lleva a cabo. Por eso en mi novela hay un padre rumano, el cual genera todas las sospechas por su nacionalidad. Es una forma de denunciar como ante un suceso de gran magnitud nos convertimos en un gran jurado y el plató de televisión en un gran tribunal.
Paralelamente se celebra un juicio donde la periodista es jurado y que transcurre sin los focos porque son ricos y se saben proteger de la prensa. Ahí hubo un crimen y nadie lo está mirando y en el pozo no hay crimen y todo el mundo lo está mirando con sospecha. Nuestros peores instintos se ponen en funcionamiento con demasiada facilidad.
También aparece el Twitter en su novela. ¿No le parece muy perverso la lógica de las redes sociales?
Es absolutamente perversa. En el Twitter se impone quien grita más feo. Las voces cuerdas y coherentes no destacan. Es un papel que la historia juzgará. Las redes sociales están jugando un papel muy nocivo para la democracia, la sociedad y nuestra convivencia. Como me decía un autor inglés: "El idiota del pueblo ha tomado el poder". Por eso son perniciosas.
En un momento determinado de la novela, habla de "los miles de falsos expertos que llenaban horas de televisión calculando cuánta deshidratación puede sufrir una niña de tres años en un pozo asfixiante y estrecho". ¿Cómo asiste al festival de expertos en redes sociales cada vez que ocurre algo? Ahora mismo pienso en el volcán…
Todo el mundo es vulcanólogo, sí. En los días de Julen todos eran expertos en nutrición y contaban cuánto podía resistir el niño sin alimento. Eso ocurrió de verdad en las televisiones. Salían expertos de todo tipo opinando sobre cómo estaba ese niño. Eso es lo que he querido reflejar en mi libro.
El problema es que esos expertos copen los espacios informativos.
La responsabilidad es de los medios que entronizan a esas voces. Si no son los medios, aparecen en las redes sociales.
Como cualquier autor de novela negra, se empapa hasta la médula para escribir. ¿Ha llegado a hablar con familiares de Julen o ha tenido acceso a documentación del caso?
Me empapé de un informe muy interesante y crítico que elaboró el Consejo Audiovisual de Andalucía. Sara Mesa lo hizo. Es un documento muy detallado sobre cuánto tiempo dedicaron las televisiones al caso y que tipo de programas hicieron, o qué conexiones se hicieron. Mucho del retrato de esta novela está documentado en ese informe. Todos tenemos que hacer autocrítica.