La red de ferrocarriles de la India es una de las mayores del mundo. Cada día millones de personas cruzan el país libremente a través de sus trenes. Su arcaico sistema de castas no permite que sean iguales, pero durante un fugaz trayecto viajan juntos. Manuel Viola ha retratado como nadie esta dispar y dura realidad. El CAC Málaga-La Coracha expone hasta diciembre las instantáneas del médico internista capaz de hacer ilustrativas radiografías del tercer mundo a través de su objetivo.
El sanitario, afincado en Málaga desde hace 42 años, ha aprendido de maestros como Cristina García Rodero, Chema Madoz y Marcos Prieto. Su especialidad es la fotografía documental de corte social. "No pretendo ahondar en la miseria. Voy a los sitios de viaje y me encuentro situaciones. Estas que no me gustan son las que retrato y enseño al resto de la población. Y si de paso es posible que mi fotografía haga pensar, meditar y modificar conductas humanas, mejor", advierte.
En la muestra Libertad enjaulada, camino a ninguna parte, Manuel hace una certera y humana radiografía de la sociedad hindú a través de 72 fotografías en blanco y negro. El artista hizo siete viajes, cuyas estancias duraban alrededor de un mes, entre 2010 y 2018 para conseguirla. Si no, reconoce, "nadie llega a conectar con esa realidad y con lo que pasa"; y tampoco las instantáneas transmiten y cuentan lo que deberían. Se necesita fundamentalmente tres cosas: paciencia, tiempo y empatía.
En la India existe desde hace 2.000 años un sistema de castas. Hay cuatro castas y una quinta no recogida, conocida como los intocables. Se trata de los miembros más pobres, vulnerables y discriminados de la sociedad hindú. Un 20% de la población pertenece a ella. "El tren es un espacio donde las distintas castas socializan. Lo cogen para visitar a sus familias, trabajar, vender e ir al templo donde se hace una promesa. Lo que no ocurre en otro sitio, pasa en el tren", explica.
Merecedor de un Premio Nacional
En sus imágenes el público puede observar personas que esperan en las estaciones horas y horas de un día cualquiera, amontonados en vagones en condiciones de higiene poco favorables o el trasiego de los viandantes por los andenes. Con este proyecto expositivo, el artista nacido en Sevilla ganó Primer Premio Nacional al mejor fotógrafo de la Confederación Española de fotografía en 2019, y es la primera vez que se expone al completo.
En palabras de la comisaria Victoria Abón, cuando "Manuel mira a través de su cámara y aprieta el disparador, ya ha cruzado antes su mirada con la persona sobre la que apunta; sin necesidad de palabras, usando el lenguaje universal de la sinceridad y la comprensión, el fotógrafo obtiene la aprobación del otro, aceptándose mutuamente". Su fotografía afortunadamente nuca es construida. "Nace de la empatía. Nunca hago fotos robadas. Cuando me aceptan las hago", aclara.
Viola ha sido capaz de reflejar la vida y la fuerza o la esencia y la ternura a través de su objetivo. Tiene una sensibilidad especial para dar visibilidad a las vivencias positivas y negativas que vive el ser humano en el día a día con una mirada respetuosa y de complicidad con la persona fotografiada. La fotografía ha sido el soporte que Viola ha usado para denunciar las duras condiciones de vida en diversos lugares como India, Perú, Cuba, Etiopía, Senegal, Vietnam, Myanmar, Camboya, Laos o Tailandia, entre otros.
-¿Por qué tiene fijación por los pobres, los parias y los desheredados?
-Porque lo otro no necesita denuncia. Quiero denunciar situaciones que no deberían ocurrir y que tendrían que desaparecer.
-La mayoría son retratos y en pocas ocasiones los fotografiados miran directamente a cámara. ¿Lo prefiere?
-Entiendo que la fotografía es lo suficientemente explícita como para no tener en ningún caso que herir la sensibilidad del espectador ni la dignidad de los fotografiados. Se ve bien lo que pasa sin necesidad de ahondar en temas muchos más violentos y explícitos.
Los niños talibés
Entre los viajes que más le impactaron a lo largo de su fecunda carrera recuerda uno a Senegal, al que fue en busca del origen de las pateras. El artista se encontró con un tema más doloroso que ese: los niños talibés, aquellos menores abandonados por sus padres. "Los mandan todos los días a mendigar. Si no vuelven con dinero son azotados y maltratados. Así cada día. Desde los 4 a los 18 años. Los ves con la ropa sucia y raída, descalzados, y con un recipiente donde le echan limosna. Es una situación tremendamente dramática. Nadie la arregla ni la muestra", critica.
Precisamente, Manuel ha conocido en estos entornos tan vulnerables a personas al límites de la supervivencia muy buenas. "La gente allí te da la mejor que tiene. En un barrio donde no entra la policía y parece que da miedo es donde más bondad he encontrado", afirma ilusionado este sanitario, amante del objetivo 24-70, que opina que "en la fotografía cabe todo el mundo".
Su condición de fotógrafo, médico y observador se funden cuando hace instantáneas. "Las dos se acercan mucho en sus pretensiones: acabar con determinadas situaciones que no son buenas para el ser humano. No existen dos sensibilidades. Yo soy así y ya está. No me lo planteo", admite este malagueño de adopción y sevillano de nacimiento. "Son cosas diferentes. La medicina es una pasión vocacional y la fotografía una pasión existencial. Coexisten en armonía. No colisionan", zanja.
Una vocación desde niño
El virus de la fotografía se lo inyectaron siendo un crío. Con 12 años hizo sus primeras fotos y hasta conserva los negativos. "La fotografía la conozco desde mucho antes. Mi tío tenía un estudio fotográfico y yo con tres años andaba por ahí, y le veía revelar. Me divertía mucho. Mi padre muy de tarde en tarde aparecía con una cámara y un rollo de película y nos hacía fotos. Algunas veces me dejaba tirar alguna", recuerda. Poco a poco se fue aficionando y aprendió de forma autodidacta a revelar en analógico. Más tarde se formó sobre fotografía digital con grandes profesionales.
Viola es un fotógrafo que domina la técnica a la perfección, controla la composición y el punto de vista, mientras se toma su tiempo para conocer a la gente que quiere fotografiar y tiempo para conseguir la foto deseada. El artista es capaz de mostrar un escenario desde un punto de vista en el que enfatiza la humanidad desde un alto nivel emocional, sin caer en ningún caso en el sensacionalismo ni lo anecdótico.
Ha realizado diversas exposiciones individuales y colectivas y ha recibido más de 40 premios nacionales e internacionales. A los 17 ganó su primer concurso en Alcalá de Guadaira. A partir de entonces, y aunque se dedica profesionalmente a la medicina, la fotografía ha sido siempre su vocación artística y su modo de expresión, moviéndose como pez en el agua en la fotografía documental, aunque siempre desde una visión artística.
Su pasión por la fotografía le lleva a fundar, la Sociedad Fotográfica Malagueña, de la que fue presidente hasta 2018. Actualmente es el vocal de Relaciones Institucionales de la Federación Andaluza de Fotografía, de la que fue vicepresidente en su refundación, y continúa su labor como médico. "La pandemia la llevamos con estoicidad y dedicación. Al principio con miedo y ahora con cuidado. Ahora mismo los médicos sabemos donde estamos", se despide.