Matutero, la canción de autor malagueña que se cultiva entre huertas en la Serranía de Ronda
Arturo Triviño y Alba Marín alternan el campo con un interesante proyecto musical. La banda ha publicado este mes su primer trabajo, el disco-libro 'Obre', donde apelan a las raíces y a otro ritmo de vida más pausado.
28 diciembre, 2021 05:00Noticias relacionadas
"Vive / con lo puesto / que el tiempo / te está observando. Por la senda / la música / te va guiando". Es uno de los mensajes que lanza Matutero, un dúo musical de canción de autor formado por los malagueños Arturo Triviño y Alba Marín, en su álbum debut. La banda cultiva la canción de autor a la par que tomates, hortalizas, frutas y otros manjares en Cuevas del Becerro, la puerta norte de la Serranía de Ronda, donde viven desde hace dos años.
Allí han compuesto su primer trabajo, el disco-libro Obre, donde apelan a las raíces y a otro ritmo de vida más pausado (en comparación con el de la metrópoli). "Es casi una forma de que nos conozcan en el aspecto musical y vital, cómo vivimos, como comprendemos la cultura y la vida", reconoce la artista natural de Arriate, que cree que "al final inconscientemente se respira esa tierra en Obre".
En 2017, Triviño empezó a componer canciones y a participar en conciertos en Mallorca donde vivía entonces. Antes se había formado en el conservatorio dando piano y después tocando de forma autodidacta la guitarra eléctrica. Dos años después, estando ya instalado en Cuevas del Becerro, retomó la idea e incluso pensó en grabar los temas.
Justo cuando empezaba a plantearse la preproducción de las canciones conoció a la cantante, que ha estudiado guitarra clásica en el conservatorio. Fue un flechazo (musical y sentimental). "Empezamos a tirar del carro juntos. Vivimos la pandemia juntos. Le metimos un meneo al disco y Lola Bortolotti nos ayudó a arreglar las canciones y darle forma", explica Arturo.
El dúo grabó en los estudios Araramusiclab de Mallorca a los mandos del músico, compositor y productor brasileño Pedro Rosa. En el proyecto también se cuenta con músicos residentes en la isla balear como la pianista Lola Bortolotti, el contrabajista Pere Bujosa y el percusionista José Llorach. El resultado es un disco muy acústico donde se mezcla canción de autor con folk, música brasileña y ritmos argentinos como la chacarera.
Estos músicos de vocación también se dedican a la educación y a la agricultura. "Desde hace un año llevamos la tierra de mi abuelo, que murió. La hemos arrendado. Nos estamos dedicando a eso. Tenemos en mente un proyecto de conservera, un obrador de conservas para canalizar excedentes agrícolas", desvela la artista, que durante muchos años ha tocado la flauta travesera en la banda de su pueblo.
"Plantamos de todo. Aquello era un olivar que es ahora un auténtico vergel: hay frutales, olivos, viñas. Hemos hecho mosto este año y también mermeladas. La filosofía del proyecto El perol de la conservera tiene que ver con devolver el valor de lo cercano", añade Alba.
Al escuchar el álbum, el grupo transmite otra forma de entender la vida más lenta y tranquila. "Es una manera de volver a esa parte de raíz esencial. El disco lo refleja muy bien: está grabado de una manera muy acústica y poco producida, buscando el sonido recogido más que el autotune y la superproducción", detalla Arturo, que cree que "vivir en un lugar con poca gente y donde tienes que proponer actividades culturales, te hace estar más implicado y activo en tu zona".
Para el cantante, "la actividad física en el campo es buena porque te deja un espacio mental para poder crear y desarrollar cosas en el plano intelectual". "Si estuviéramos todo el día delante de un ordenador nos sería imposible. Ese trabajo mental lo que te pide es desconectar después. De forma azarosa se han dado las circunstancias para crear este proyecto", reconoce.
La España vaciada
En los últimos tiempos, uno de los debates en alza es el de la España vaciada. Ellos no están de acuerdo para nada con la imagen idílica que se proyecta muchas veces de los pueblos. "Cuesta mucho trabajo todo. Te tienes que mover con tu coche; si tienes cualquier hacer cosa administrativa que hacer tienes que ir a la cabeza de comarca; salir a comprar te requiere un montón de tiempo porque la oferta está diseminada", recuerda Alba.
También hacen hincapié en que "el campo requiere mirar al cielo todo el tiempo y conocer un montón el entorno". Entre los aspectos positivos de vivir en el pueblo destacan la cercanía y la existencia de una red de apoyo de vecinos a la que recurrir. "A nivel cultural es increíble. Nos vamos conociendo los diferentes artistas de cada municipio y nos retroalimentamos", destacan.
Cuando Arturo se fue a vivir a Cuevas del Becerro era la primera vez que vivía en un pueblo pequeño. "Tuve que elegir entre el anonimato de una ciudad o el que te conociera todo el mundo. Escogí lo segundo. Prefiero que me conozcan mis vecinos a no conocer a nadie en un bloque de pisos", relata el músico, que piensa que "el contacto intergeneracional en un pueblo en comparación con una ciudad es brutal". "Enriquece tu perspectiva de vida y se amplía. Tienes contacto con gente diferente con otros gustos, y aprender a ser más paciente y tolerante", asegura.
El mote, una forma de cultura
En plena posmodernidad, carente de lazos, Arturo reivindica a su abuelo en el tema que le da nombre al grupo. "Si perdemos y descuidamos las raíces somos como pollos sin cabeza, dando pasos sin saber hacia donde dirigirnos y sin referencias. Es una manera de darle continuidad a la cultura en minúsculas", recalca. El tema también alude al apodo de su abuelo. "En algún lado leí que el mote es el título nobiliario que impone el pueblo. Son referencias que crean comunidad y cultura", afirma.
Su disco también es un alegato contra las fronteras impuestas ("todos nacemos bajo un mismo sol", dicen en uno de los temas). "Siempre he pensado que mi abuelo cabrero se entendería mejor con un agricultor de Sudáfrica aunque no hablarán el mismo lenguaje, que nosotros que sabemos que cinco idiomas y nos cuesta entendernos con una persona por la vida desarraigada que llevamos", declara Triviño.
El conjunto hace canción de autor, pero también se deja influenciar por muchas otras músicas como la brasileña. "Nos conectamos con las raíces brasileñas a través de la chacarera. Una las siente como propias. Ese resurgir del folk ibérico también resuena por dentro. Las raíces no tienen fronteras ni colores", afirman. Alba también subraya que "la canción de autor normalmente no es tan rica en ritmos, en influencias y en mezclas".
En pleno verano, Arturo compuso un tema a raíz del incendio en Sierra Bermeja. "No nos gusta escribir sobre cosas de actualidad. No tenemos nada en contra de las canciones de la cuarentena. Vivimos en Cuevas, pero tenemos mucha relación con el Valle del Genal. Hemos tocado por allí bastante. Esos días fueron duros. Lo teníamos presente hasta el punto de que una mañana los coches aparecieron con ceniza", cuenta. También colaboran y actúan con Calle Marién con el que dieron un concierto en Jimera de Líbar en los primeros días de aquello bajo "un escenario dantesco y una nube de polvo encima".
Su concepto de la música como algo colaborativo y con lo que conectar por el camino con gente de distintas disciplinas artísticas se plasma en disco-libro donde hay poesía y fotografías. Las instantáneas están hechas por David Guillén, artista madrileño afincado en un municipio del Valle del Genal llamado Benalauría. El concierto en directo está pensado para interactuar con el público. Incluso tienen preparado un espectáculo con el actor Roque García Navarro. Un proyecto multidisciplinar, como ven, que apela a las raíces y a la lentitud en plena vorágine neoliberal que merece la pena saborear (en casa o en directo).