Magüi Mira (Valencia, 1944) se sintió por primera vez actriz cuando fue vestida con el traje típico regional de la mano de su abuela Isabel. La directora escénica percibió cómo la gente le observaba y supo del poder de la mirada del otro. "Si no seduces al espectador para que te atienda y te mire, no tienes nada que hacer en el escenario", sentencia la reputada intérprete durante una entrevista telefónica con EL ESPAÑOL de Málaga.
Su primer recuerdo relacionado con el teatro trasciende en un circo. Vio a una niña de azul encima de un elefante. Ella quería ser esa niña. "Soy la mayor de seis hermanos. En casa hacía estas cosas. También me apasionaba al radio e intentaba emularla. La tele ni existía", relata entusiasmada. La artista, Premio Málaga de Teatro 2022, protagonizará el primer estreno del festgival de Teatro con su versión de Molly Bloom este sábado en el Teatro Echegaray a las 20:00.
La actriz volverá a encarnar el célebre personaje de Ulises, la novela de James Joyce. Lo hará 40 años después de interpretarla en la obra dirigida por Sanchís Sinisterra donde se estrenó como actriz. "A mí me parece que es un privilegio el poder contar historias como ya las veo las siento y las entiendo, y buscar esa complicidad con el público", destaca Mira mientras la pillamos con el sarao montao.
La sinopsis de la obra reza: "Molly vive una noche de insomnio. Su pensamiento vuela sin filtros hasta sus más profundos deseos, a veces escandalosos. Nos desvela su pasión por la vida, su relación con el sexo, sus principios femeninos. Molly, segura de sí misma, disfruta de la vida que vive y de la vida que imagina". Este sábado, las mismas palabras escritas por Joyce volverán a ser interpretadas por Mira, que con sus 77 años nos acerca a una nueva Molly con mucho humor.
Visita la ciudad para estrenar su Molly Bloom y para recoger el Premio Málaga de Teatro 2022. ¿Se siente afortunada?
Me siento muy afortunada por el premio. Es una distinción que no me la esperaba. Ha sido una grandísima sorpresa. Recibir un galardón de una ciudad tan vibrante culturalmente como Málaga en este momento es emocionante. El premio es también para toda la gente que me ha acompañado y ha trabajado conmigo. Es todo un viaje por el arte escénico. Yo sola no hubiera podido hacer este apasionante viaje.
Hace unos días celebrábamos el día de Reyes. ¿Cuál ha sido el mayor regalo que le ha dado esta profesión?
El regalo es el público. El teatro no existiría si no tuviéramos un público al que contar historias. Hablo de una sinergia maravillosa formada por público, actores, directores, escenógrafos, diseñadores de luz... Todos suma. El mayor regalo es que nosotros sigamos trabajando en el escenario y que la gente siga acudiendo a las salas.
El sector de la cultura ha sufrido especialmente durante la pandemia. Pero antes ya estaba fastidiado con tanta precariedad y contratos indignos.
Sí. Deberían enseñar a los que gobiernan que la cultura es una cuestión de estado. La pandemia está demostrando lo necesaria que es. La cultura es un derecho y hay que protegerla. En este país, las instituciones le prestan a la industria un apoyo mínimo. El sector está absolutamente empobrecido. Por otro lado, sólo hace falta echar un vistazo a la historia para hacerse una idea de lo imprescindible que es. La cultura puede ser también identidad y patrimonio. El sector que la trabaja necesita tener unos derechos como en cualquier otro sector.
Vuelve a encarnar el célebre personaje de la novela de James Joyce con toda una carrera a las espaldas. ¿Cuánto ha cambiado usted y la versión que representa este sábado?
Que me digas que lo represento este sábado ya me pone los pelos de punta. Una de las primeras veces que hice de Molly fue en Málaga. Pilar Oriente, entonces diputada de Cultura, me llamó en los años 80 para interpretarla y así celebrar un 8 de marzo. No existían las áreas de la mujer en aquellos entonces. Yo era una treintañera. Ahora tengo 77 años. Era una mujer completamente distinta. El país era otro. Salíamos de una dictadura. Eran los primeros años de una democracia muy inmadura, timorata e incipiente. Por eso vuelvo a hacer la Molly. Soy muy consciente de todos los cambios. Molly está en todas nosotras porque ella es la voz de las mujeres. Ella desea. El deseo es el algo que me impacta mucho. Es el motor de la vida. Sin él, no nos levantamos de la cama. El deseo existe hasta que se satisface. Ella también desea encontrar el placer en el sexo, pero se da cuenta de que es un objeto sexual. Todos esos deseos que están en la Molly fueron escritos por Joyce en 1922. Hoy día seguimos con los mismos deseos insatisfechos.
La protagonista dice que le hubiera gustado estudiar para conocerse más, y saber de ella y de su placer. ¿No cree que todavía son muchas las mujeres que tratan el sexo como un tabú y no saben lo que les gusta en la cama?
Hay mucho tabú, ignorancia y sobre todo mucho sometimiento. Vivimos en una sociedad patriarcal donde las mujeres todavía estamos al servicio del hombre. Eso nos corta libertad. Hoy todavía las mujeres seguimos con filtro y no tenemos nuestro lugar en la cama con absoluta libertad.
Ahora se tiene otra concepción de lo femenino. ¿Hemos dejado ya de ser mujeres objeto? ¿Queda mucho camino por recorrer?
Piensa en el tercer mundo y no en este rincón privilegiado de Europa. Te darás cuenta de que todavía queda mucho camino por recorrer. Yo nací cinco años después de que acabara la guerra. Si quería un anticonceptivo no existía. Después, con mis veintitantos, tenía que ir a la farmacia acompañada de mi padre o un marido para pedir un anticonceptivo. Hay cosas mucho más importantes. Ahora una mujer sola no puede circular por la calle de noche. Es gravísimo. Sin olvidar la brecha salarial. Objetivamente nos queda mucho camino por recorrer para concienciarnos de que por nuestra condición femenina no tenemos que salir desenfocadas en la foto.
Hablando de anticonceptivos, ¿qué le parece que haya grupos ultracatólicos frente a las clínicas para intentar persuadir a las mujeres de no aborten?
Esto se puede denunciar. Es una vergüenza que esto ocurra en una sociedad democrática. Seguimos viviendo en una sociedad patriarcal en la que las mujeres se siguen considerando un objeto para fabricar criaturas.
¿Le aterra el discurso de Vox respecto al papel de la mujer y el feminismo?
Creo que es confusión. El tiempo y las mujeres que estamos ahí iremos poco a poco rompiendo todos esos techos y llegaremos a conseguir esos deseos para que estas barbaridades dejen de ocurrir. No queremos más violencia en ningún ámbito. Hay que analizar cada violencia, por qué emerge y de dónde sale, y tratar de erradicarla. La violencia de género está ahí y eso es demostrable. Son hechos contundentes. No entra en discusión ninguna.
Usted rompió el techo de cristal: fue una de las primeras mujeres en España que dirigieron teatro. ¿Se sintió cuestionada en algún momento?
Cuestionada no, pero invisible sí. Ahora afortunadamente han cambiado mucho las cosas. Ahora hay dramaturgas y directoras jóvenes que están ahí. Eso sí, es un porcentaje menor que el de los hombres. Cuando empecé, tuve la suerte de contar el apoyo de productores y productoras estupendas. Por eso estoy donde estoy. Lo que yo sé es que he hecho trabajos de los que casi no he tenido eco a pesar de llenar los teatros. ¿Eso, por qué? (Silencio). Seguimos sin la visibilidad suficiente. El hecho de ser actriz no iba de la mano de la inteligencia entonces. He trabajado en muchos países y allí aprendí algo que es sentido común. En el tejido teatral, nadie es más que nadie. Se trata de un tablero de ajedrez, Un día eres reina y otro alfil. Todas y todos tenemos responsabilidades diferentes. Ya me contarás que harían los directores ellos solitos sin actores y viceversa.
La noche de Molly Bloom de Sanchís Sinisterra fue su primer trabajo como actriz en los escenarios. ¿Qué sabe ahora de la profesión, el amor y el sexo 40 años después?
Ya decía Molly en 1922: "Queremos nuestro lugar en la cama, de respeto y de placer. Ahora es nuestro turno. Ahora me lo vas a hacer como yo quiero y como a mí me gusté". Queremos ese espacio en la cama siempre lleno de respeto. Eso lo debemos conseguir hombres y mujeres.
Se debe fornicar cuando los dos quieren. Hemos avanzado mucho, pero luego aparecen casos de manadas repartidos en todo el país...
Las manadas tratan a las mujeres como meros objetos sexuales. Lo que hacen es criminal, violación pura y dura. También en la vida cotidiana, en la intimidad, hay violencia. Tenemos derecho al placer igual que cualquier ser humano. Me parece importantísimo. Todavía nos queda tanto por recorrer. Hay una falta muy grande de cultura sexual. Somos muy primarios, especialmente los hombres. Eso tiene que ver con la falta de educación sexual. El sexo es como el comer. Ahora no cogemos un trozo de carne cruda y le damos un bocado de forma salvaje. No. Fíjate que en las maravillas logramos hacer en la cocina. Llegamos a hacer cosas exquisitas que nos dan mucho placer. La cultura del sexo no existe. "Lo único que quieren es metérnosla como potros salvajes", dice Molly en un momento. Se creen que las mujeres sólo servimos para eso. Eso todavía hoy perdura.