"Todo es real, menos la historia de amor", bromea en un momento de la presentación. El periodista David Jiménez, durante veinte años corresponsal en Asia de El Mundo y durante doce intensos meses director de ese mismo periódico, ha presentado este lunes en Málaga su nuevo libro, El corresponsal, en el que ficciona sobre sus propias experiencias como reportero de guerra.
Tras el éxito editorial de El director, una obra de no ficción en la que sacaba a la luz todos los trapos sucios de sus intensos meses dirigiendo la cabecera nacional, Jiménez vuelve como autor para diseccionar su vida anterior contando sobre el terreno revoluciones, desastres naturales, destrucción. Divide su propia experiencia en dos personajes, el joven e idealista Miguel Bravo y el experimentado y desencantado Daniel Vinton, y en esa misma disyuntiva plantea su propia experiencia.
"A menudo me gustaría no haber visto algunas cosas. Me gustaría no haber visto menores decapitados en Borneo, menores ofrecidas como prostitutas a turistas en Camboya... Una vez conoces esas cosas, también conoces el otro lado", afirma Jiménez, que también argumenta que gracias a la labor del periodista sobre el terreno, se puede ayudar a cambiar ese tipo de situaciones.
Fue su caso cuando reportajeó sobre una aldea camboyana dominada por la prostitución infantil para turistas. Años después volvió y se encontró con comercios, oenegés y una nueva vida para el lugar. Los locales le contaron que el reportaje de un periodista español había sido el primer impulso para que el foco humanitario se pusiera sobre esa zona en concreto.
"Todas las veces que volvía a viajar como enviado especial sentía alivio personal de ver que me seguía importando la gente de la que estaba escribiendo", cuenta David Jiménez, que afirma que es justamente su miedo a endurecerse y acostumbrarse a ver tal sufrimiento el que le hizo dar un paso atrás de su labor como reportero: "Este es el mejor oficio del mundo siempre que lo sepas dejar a tiempo", cita a Hemingway.
Llegó entonces la oportunidad de comandar El Mundo, la cabecera para la que había durante dos décadas, pero desde la distancia. "Me he sentido más decepcionado en cuanto al comportamiento humano en el despacho de El director que en escenarios de El corresponsal", sentencia, tras lo que muestra su "incompresión absoluta la cobardía de quienes son capaces de venderse profesionalmente por tan poco".
"Hay periodistas muertos en su trabajo por contar la verdad en zonas peligrosas y hay periodistas que se venden por no perder su hueco en una tertulia. Nosotros lo mínimo que podemos hacer es tener el coraje de decir que no al poderoso, pero nos hemos acomodado y el valor de los principios es mucho menor que otros valores", defiende el periodista.
Fue contratado en abril de 2015 y despedido en mayo de 2016. Publicó tres años después el libro en el que diseccionaba todos los tejemanejes de su etapa en la dirección, tanto los externos con grandes empresas y partidos políticos como los internos de la propia redacción. "Visto con el tiempo, me hicieron un favor echándome", cuenta. El director fue un éxito que incluso está en proceso de adaptación al cine y que asoció el nombre de David Jiménez ya para siempre a sus trece meses en el cargo.
"Decidí escribir este libro para ver si se acuerda alguien de que también fui reportero", bromea en relación a su nueva obra, que define como "en parte, terapia": "Si no contara esas historias, sería mucho más difícil".
Es por eso que propone un viaje a Myanmar, la antigua Birmania, el país "más feliz y más triste del mundo", en el que "conocer el peor lado del ser humano, pero también el mejor". Allí, el lector acompañará al corresponsal con "intención de cambiar el mundo con sus crónicas y que descubrirá que es el mundo el que te cambia a ti" y cómo el miedo "nos pone frente al espejo".
"Esto que cuento en El corresponsal ya ha muerto. Este periodismo de aventura, de semanas en un mismo sitio, bares de corresponsales...", lamenta. Pero fue tan real como El director, defiende: "Al final, los dos libros son verdad".