Belén Cuesta (Sevilla, 1984) es a día de hoy una de las actrices más solicitadas del audiovisual español. Desde su aparición en el musical La llamada y la cómica serie Paquita Salas, obra de Los Javis, no ha parado de sumar logros a su carrera. Nadie olvida su papel de Rosa en La trinchera infinita, merecedor con todas las de la ley de un Premio Goya, y su aparición en un fenómeno mundial como La casa de papel.
La actriz criada en Fuengirola regresará este miércoles al Teatro Cervantes con una espléndida pieza del dramaturgo inglés Martin McDonagh, adaptada por David Serrano. En el espacio cultural malagueño atesora "un bonito recuerdo": protagonizar su primera obra de teatro donde su hermano hacía el diseño de iluminación. Le acompañará en este thriller psicológico un elenco excepcional formado pro Ricardo Gómez (Carlitos en Cuéntame cómo pasó), Juan Codina y Manuela Paso.
La intérprete se pondrá en la piel de Katurian, una mujer que escribe cuentos macabros que hablan al espectador de infancias destruidas por la violencia, de un mundo que una vez fue un lugar casi perfecto, pero en el que, en un momento determinado, todo se torció. Sus cuentos brutales, terribles y al mismo tiempo bellos se parecen sospechosamente a una serie de crímenes. Ahí empezará todo...
Vuelve al teatro con El hombre almohada después de triunfar en la gran pantalla y en series. ¿Qué ha aprendido encima de los escenarios?
Creo que es donde más se aprende, desde luego. El hecho de repetir, de poder hacer un mismo texto y un mismo personaje durante mucho tiempo, hace que como actor aprendas mucho y rectifiques. El aprendizaje es lo más importante que te da el teatro. También te permite probarte como actor y escuchar a tus compañeros desde otro lado. El teatro sin duda es el sitio donde más se aprende.
He leído que la obra es tremendamente física y a la vez propone debates morales muy complejos. ¿Cada función la deja KO a nivel físico y psicológico?
Sí, me deja un poco KO. En una de las primeras entrevistas que hice al estrenar la obra conté que la función nos arrasaba al terminar. Ahora esa sensación existe, pero también hemos aprendido a disfrutarla y a que el agotamiento con el que acabamos sea gustoso y placentero. A nivel interpretativo es una suerte poder hacer un texto tan complejo e interesante, con millones de capas. Salimos agotados, pero felices.
El espectáculo, como la propia protagonista en sus relatos, muestra la parte más oscura y violenta del ser humano. ¿El teatro debe revelar ciertas verdades molestas o generar incomodidad al público?
El arte en general debe hacerlo. Es una de sus cualidades. El teatro existe para eso mismo.
El hombre almohada también arranca la carcajada del público a través del humor negro. ¿Debe haber límites a la hora de hacer comedia?
Yo creo honestamente que no. El debate de los límites genera mucha controversia, pero pienso que la propia naturaleza del humor es así. No se deben poner límites. Lo que a uno le genere como espectador es un viaje de ida. El espectador entenderá el humor o no, el drama o no, de la manera en que lo perciba por su propia naturaleza.
El dramaturgo inglés se define como un "elegante pesimista". ¿Y usted?
Intento ser algo más optimista (ríe). Me considero una persona positiva. La vida ya te trae pesimismo sin que uno se esfuerce mucho. Intento ser optimista y lo más feliz posible, y disfrutar de cada momento.
Es imposible olvidar su papel de Rosa en La trinchera infinita. Con él ganó el Goya a mejor actriz protagonista. ¿Le gustaría verse en un rol parecido?
Me gustaría poder contar historias tan maravillosas como la de La trinchera infinita, y volver a trabajar con directores tan generosos. Como intérprete me interesa poder contar historias que sean tan potentes, y que signifiquen tanto para el público. Como actriz me encanta probar distintas cosas: hacer dramas, comedias o acción. Lo divertido de nuestra profesión es ponernos en un lugar de riesgo. Unas veces la haremos mejor, otras peor.
Interpretará a Bárbara Rey, la vedete más deseada de España, en una serie de televisión. ¿Cómo se está preparando el papel?
Está siendo muy interesante. La parte de la vida que se cuenta a mí me fascina mucho independiente de que ella sea Bárbara Rey. Se está contando la historia de una mujer fascinante en una época muy complicada para ellas. Estamos trabajando mucho. Yo estoy descubriendo y aprendiendo cosas de ella y de la época que no sabía. La gente debe conocer esa parte de su vida tan bonita, emotiva y dura.
Muchos le han puesto cara tras hacer de Manila en La casa de papel. ¿Cómo se siente al formar parte de un fenómeno mundial?
Ha sido una suerte formar parte de La casa de papel. Como actriz ha sido una oportunidad explorar un registro que no había hecho nunca y formar parte del fenómeno, al que he llegado cuando todo había pasado. Me dio vértigo. He disfrutado y me he reído muchísimo.
En su momento se discutió mucho que hiciera el papel de un personaje trans. ¿Volvería a aceptarlo a pesar de las críticas?
El hecho de aceptar un papel depende de muchas cosas. Uno debe hacerlo sin tener en cuenta más que lo que uno piensa. He recibido muchísimo apoyo. Lo que más me ha gustado ha sido poder interpretar a Julia. A la hora de elegir analizo el personaje, la historia que se va a contar. Me interesa la historia de la mujer que voy a interpretar independiente de como sea.
En febrero de 2022 recibió la Medalla de Andalucía. ¿Se siente andaluza por los cuatro costaos?
Absolutamente, cada vez más. Echo mucho de menos mi tierra.
Sus primeros pasos en el oficio los dio en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga (ESAD). ¿Qué lugar ocupa esta ciudad en su vida?
Los mejores años de mi vida sin duda los he vivido aquí cuando estudiaba en la ESAD. En Málaga hice los mejores amigos, que siguen estando en mi vida hoy, estudié interpretación y recibí el Goya. En la ESAD empezó todo. Aquí atesoro algunos de los recuerdos más bonitos de mi vida.
¿Con qué sueña una actriz que ya ha ganado un Goya?
Sueño como todos los actores con seguir trabajando, contar historias maravillosas y coincidir con compañeros talentosos.