Los primeros recuerdos de Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) asociados a la literatura hunden sus raíces en la temprana niñez. La escritora recuerda aquellas apacibles noches donde su madre les leía cuentos a ella y a su hermana. En ese momento, la periodista cultural no sabía leer, pero dentro de ella estaba ya creciendo el germen de la futura lectora voraz que sería toda su vida.
La autora ha cautivado este año a la crítica y al público con Las formas del querer (Destino, 2022), una novela muy personal reconocida con el Premio Nadal este año. En ella, Martín explora las distintas formas del querer a través de los recuerdos de una familia a lo largo 80 años. Su protagonista, Noray, evocará las vidas de aquellos que hicieron posible la suya y lidiará con sus peores miedos como la anorexia.
Esta novela sobre la dignidad, la esperanza y la cultural oral es también una carta de amor a las palabras y a la escritura. "La literatura es lo más importante de mi vida, y por ella estaría dispuesta a sacrificarlo todo. Al fin y al cabo, es otra forma de amar, a través de las palabras", sostiene la protagonista en este relato costumbrista donde se abordan temas tabú como la anorexia, el suicidio y la muerte.
La periodista de cultura en ABC conversará con Ana Cabello, gerente de la Fundación Pérez Estrada, sobre su trayectoria, la misión de los escritores en la actualidad y su último libro este jueves en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga. El encuentro, cuya entrada se consigue previa inscripción en Eventbrite, está previsto a las 18:30. Antes habla con EL ESPAÑOL de Málaga.
Es una novela donde habla de muchos tipos de amor. El que se le tiene a la familia, a los amigos, a las parejas, a la escritura, a la literatura. ¿Qué seríamos los seres humanos si no amásemos?
Directamente no seríamos. El amor y el querer van implícito en el ser humano. No hay nadie que no ame o no quiera amar. Es lo que nos hace hasta cierto punto humanos. Recuerdo esta frase tan rimbombante pero cierta de que sin amor o sin querer no seríamos nada ni nadie.
Pero en muchos casos se ama mal: algunos renuncian a ser ellos mismos, otros hacen daño. ¿Hay que poner límites a eso que ahora se llama amor tóxico?
Hay que poner límites, sí. Si lleva el apellido tóxico directamente no es amor. Eso hay que tenerlo muy claro porque debemos tener cuidado con los mensajes que mandamos, sobre todo, a nuestras generaciones más jóvenes. Si te quieren mal o lleva el apellido tóxico claramente no es amor.
En un momento de la novela, la protagonista recuerda cómo se conocieron sus abuelos Tomás y Carmen. Ahora nos podemos conocer por una aplicación del móvil, e incluso no tener ninguna responsabilidad afectiva con esa persona…
Ha cambiado mucho la forma de enamorarse. Ahora queremos de otra manera. No quiero decir que queramos peor. Este cambio tiene mucho que ver con la transformación que ha experimentado la sociedad a lo largo de las últimas décadas, pero sobre todo a lo largo de los últimos años a raíz de la irrupción de las redes sociales y una serie de herramientas. Me cuestiono si a través de esas herramientas nos conocemos del modo adecuado. Estamos perdiendo esa capacidad para hablar cara a cara y para relacionarnos personalmente. A mí eso me da miedo. Me da miedo que esas nuevas formas del querer nos lleven a no conocernos a nosotros mismos bien y, por tanto, no llegar a conocer a la otra persona con la que aspiramos a compartir al menos una parte de nuestra vida. Ya no te diré que toda la vida porque soy de las piensan que el amor es eterno mientras dura.
Quizá a través de las pantallas nos conozcamos de una forma más superficial...
Así es. Es cierto que te permite conocer a la gente que de otra manera no podrías. Las redes sociales son una herramienta muy útil para escritores o periodistas. Debemos tener muy en cuenta cada uno cómo las usas, de qué modo y para qué. Una vez tiene muy presente eso, has avanzado y has ganado mucho.
La protagonista siente la escritura y la literatura como un auténtico refugio. ¿De qué les han salvado ambas?
La escritura y la escritura me han salvado sobre todo del abismo. Hablo de ese abismo al que estuve a punto de caer en un momento muy dramático y duro de mi vida. La escritura me permitió asirme a la vida y seguir adelante. Eso es muy parecido a lo que le pasa a la protagonista de mi novela, Noray. Ella se refugia en la literatura para poder seguir adelante en un momento muy complicado de su vida. Todos los que amamos la literatura, las palabras y los libros la sentimos como un refugio. Eso se ha demostrado más que nunca durante estos dos años de pandemia. El sector editorial ha sido el único dentro del universo cultural que ha salido beneficiado de esta crisis. En el momento que pudimos acudir de nuevo a las librerías lo hicimos en masa para rescatar a esos libros, esos autores y esos libreros que se habían quedado confinados. Esa es una lección muy bonita, quizá la única, que nos dejará la pandemia.
La protagonista padece anorexia e intenta suicidarse. Es valiente hablar de estos temas tabú…
Todos los temas relacionados con la salud mental siguen siendo tabú en nuestra sociedad. Las personas que padecen o que sufren una enfermedad mental siguen estando estigmatizadas. No igual que hace 20, 30 o 40 años. La literatura es una herramienta muy útil para rostros a estas historias. Detrás de cada diagnóstico hay un nombre, una persona, una vida. Es muy importante llamar a las cosas por su nombre. Dejémonos de eufemismos y de rodeos. Es un deber para mí como escritora contar las cosas como son y llamar a las cosas por su nombre.
El padre de Noray llama al psicólogo "loquero". ¿Por qué todavía nos cuesta ir al psicólogo y darle importancia a la salud mental?
Nos cuesta verlo. Ojalá llegue el día en que ir al psicólogo sea algo tan natural como ir al dentista o al dermatólogo. El psicólogo no deja de ser un refugio de nuestra mente.
Antes hablábamos de amor. El libro es también un homenaje a las enseñanzas, a los dichos y a las palabras que se aprenden de generación en generación. ¿Cómo de importante es no olvidarlas ni borrarlas de nuestra memoria?
Es fundamental. Uno de los motivos que a mí me lleva a escribir el libro es reunir toda esa sabiduría popular tan rica para que no se pierda. Lo que no se cuenta no existe y lo que no se cuenta y permanece en nuestra memoria termina por olvidarse. Uno de mis mayores temores es el olvido. A través de la literatura pretendo apresar todos esos recuerdos, compartidos de generación en generación, y evitar que se vayan por el sumidero de nuestra memoria, que es muy frágil y limitada. Quería reflejar ese universo tan particular, y ese lenguaje muy rico que se está perdiendo cada vez más y que forma parte de una cultura muy valiosa, la de la oralidad. Esa es la fuente de la literatura.
Algunas de las frases de la familia de Noray contienen mucha sabiduría: "Pelando patatas se conoce a una persona: si se lleva mucha carne es una desprendida, y si apenas raspa la piel, es una egoísta".
El objetivo es que quede ahí reflejado. Ya que está en un libro costará más trabajo que se olvide (ríe).
Da una gran importancia a las palabras en su novela. La protagonista tiene un nombre cuyo significado significa "poste o cualquier otra cosa que se utiliza para afirmar las amarras de los barcos". ¿Cómo de importante es nombrar con palabras el dolor o lo que nos aflige?
Es fundamental. Las palabras tienen un significado muy concreto y debemos usarlas conscientemente. Siempre digo que las palabras, la escritura, son la materia prima más delicada que existe. Los que nos dedicamos a esto tenemos un altavoz, un micrófono público, y debemos tener mucho cuidado con las palabras que utilizamos. Debemos de ser conscientes de su importancia y valorarlo como tal.
¿Se habla con mucha ligereza hoy día, no? Basta con asomarte a las redes sociales...
Sí y cada vez más. Reivindiquemos el valor de las palabras, de lo dicho y de lo escrito. Y reivindiquemos también el diálogo, el pararnos, el no ir a ese ritmo tan frenético que nos obliga a la inmediatez constantemente. Lo que hace es que impere en el discurso público a día de hoy esa ligeraza con la que se tiende a opinar. Incluso a veces de manera furibunda sobre temas acerca de los que realmente no tenemos ni idea. Cada día surgen expertos en temas distintos (ríe).
Aparece la Guerra Civil y esa España dividida en dos bandos. ¿No cree que ese revanchismo parece superado en las nuevas generaciones?
En la novela aparece la Guerra Civil porque lógicamente la historia de la familia de Noray discurre paralela a la historia reciente de España. Tenía que aparecer de alguna manera. Debemos mirar nuestro pasado de frente. Es una tarea que le corresponde a cada uno. Yo he tenido la suerte de no vivir ese revanchismo, ese enfrentamiento, y tiendo a pensar que la sociedad española es una sociedad cada vez más madura y preparada para enfrentarse al futuro habiéndose reconciliado ya con su pasado.
También recuerda que la ley de vagos y maleantes incluía a los homosexuales. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, pero todavía hoy corren el peligro de que les peguen palizas o los sigan estigmatizando. Mira lo de la viruela del mono…
Eso tiene mucho que ver con lo que hablábamos antes del cuidado a la hora de usar las palabras. Es necesaria una reflexión desde los medios de comunicación sobre cómo usamos las palabras y sobre qué palabras usamos en los titulares. Estamos hablando de seres humanos. Seamos, por favor, prudentes y pensemos en que el periodismo debe contar la realidad. Me pregunto hasta qué punto son necesarias todas las informaciones de este tema cuando no es necesario. Hago una llamada a la prudencia y a que pensemos que efectivamente detrás de cada nombre hay una persona. El periodismo es contar la verdad de los hechos simple y llanamente. Reivindiquemos el periodismo más allá de la tiranía del clic.