Mikel Santiago (Portugalete, Vizcaya, 1975) recuerda leer con 11 años una de las novelas de El club de los cinco. El autor superventas pasó las últimas páginas lamentando que no pudiera retener más a los personajes y se dijo para sí mismo: "¡Qué pena!". Así nació ese largo y fructífero idilio que todavía dura entre la literatura y el novelista vasco.
Antes de convertirse en todo un fenómeno de la novela negra, Santiago trabajó durante 15 años como programador de software. "A mí me encantaba el aspecto creativo del ordenador. Tenía mi banda, grabé mis maquetas e hice Sociología. Estaba consagrado al rock. Cuando esto se fue al traste y me vi recién licenciado, me di cuenta de que era bastante bueno programando porque levaba desde los 13", cuenta durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.
El escritor vivió en Países Bajos e Irlanda mientras programaba. En este último país ambientó su debut "medio fantástico", La última noche en Tremore Beach, que le hizo recibir el sobrenombre de "hijo putativo de Stephen King". "Le cogí el gusto a la lectura de nuevo. Empecé a preguntarme si podía escribir. Y hasta aquí. Desde hace 7 años me dedico a esto en exclusiva", explica orgulloso.
La literatura, dice, le ha salvado de "muchas crisis personales y en momentos muy exigentes" como las crianzas de sus tres hijas. "Te ayuda a escapar, a estar en otro mundo. Echaba de menos salir de juerga y lo hacía mi personaje", relata entre risas. El autor presentará este miércoles en la Casa del Libro de Málaga su nueva novela, Entre los muertos (Ediciones B), con la que cierra su exitosa Trilogía de Illumbe donde se pregunta si es posible enterrar un secreto para siempre.
Despide su trilogía con Entre los muertos después de haber vendido más de 150.000 ejemplares. ¿Cuál es la receta de su éxito?
(Ríe). Nadie la conoce del todo. Me preocupo mucho cuando escribo cada novela aunque la anterior venga precedida de muchísimas ventas. Me esfuerzo en que sea diferente y original más allá de las dichosas fórmulas. Ofrezco lo que a le gente le gusta: novelas rápidas con buenos personajes y buenos giros argumentales. A muchos les encanta engancharse a estos libros en verano y terminárselo en unos pocos días. Eso es todo lo que ofrezco y me está funcionando.
La protagonista de su novela está enamorada de su trabajo hasta el punto de mentir para conservarlo. ¿Siente lo suyo como verdaderamente vocacional?
Absolutamente. Yo fui programador de software durante 15 años. Era una profesión completamente alimenticia. La literatura y la música son verdaderas pasiones. Ambas me encantan. No me pongo horarios cuando estoy escribiendo. Ahora estoy casi de vacaciones y sigo dándole vueltas a mis ideas en el ordenador todas las mañanas. Para mí, dedicarme a la literatura es una gran diversión y una enorme fortuna ahora que lo he conseguido. Con la música no me fue tan bien (ríe).
Tiene una banda de rock y unas mellizas. ¿Qué tal lleva la conciliación?
Es difícil sobre todo cuando estás de promoción fuera o de rodajes. En general, el escritor concilia bastante fácil. Trabajo en casa y me encargo de llevarla a las niñitas al cole. El problema es cuando debes viajar y estar muchos días fuera de casa. Por la banda de rock no hay que preocuparse porque ensayamos muy poco y apenas tenemos conciertos últimamente (ríe).
La novela negra ha estado considerada históricamente un género menor, y sin embargo es capaz de diseccionar muy bien la naturaleza del ser humano. ¿Qué le ve de atractivo en ella?
El género negro antes era un género menor. Hoy en día es mainstream. Se vende muchísima novela negra en España. Hay una gran producción nacional de lo que es la novela en clave negra que engloba el suspense, la intriga, la novela de detectives, el misterio doméstico. Antes también eran géneros muy comerciales en España, pero se vendían de autores norteamericanos, ingleses y escandinavos. Ahora se ha dado la vuelta a la tortilla y somos los autores españoles los que estamos vendiendo muchísimo, y copando las librerías y las listas de superventas. La novela negra es un vehículo más para entretener y dar placer intelectual a los lectores con los enigmas, y también meter otros niveles a la historia. En esta última novela hablo muchísimo de la infidelidad, el matrimonio, la relación madre-hijo y las diferencias sociales, y de cómo a veces las clases poderosas sienten que la ley no es para ellos. Mientras pasamos un buen rato también podemos reflexionar. Es lo que ha pasado con la novela negra siempre: es divertida y pueden hincar el diente en temas importantes.
Parece que esas clases altas de las que habla en su nuevo libro están vacunadas contra la ley. Con ellas no va la cosa...
Sí. En muchos aspectos, la justicia y la ley es frustración. No nos permite hacer cosas y nos corta el rollo. Hay gente que está menos acostumbrada a que le corten el rollo. Ante ciertas normas son ellos los primeros en rebelarse. La ley es un invento para manejar la sociedad, y a veces se queda precisamente en eso: en un invento.
Uno de los desafíos, imagino, ha sido escribir la novela desde el punto de vista de una mujer. ¿En algún momento se sintió un impostor o todo lo contrario, estuvo más cómodo?
Me he sentido muchísimo más escritor. He hecho un desdoblamiento entre mi subjetividad con la subjetividad de un personaje. Muchas veces me han criticado por tener una especie de metapersonaje, que es el protagonista que subyace detrás de todos mis héroes en mis anteriores novelas. En esta ocasión he construido un personaje fuera de mí. He seguido un estricto proceso. He entrevistado a muchas mujeres. Nerea la conforman un montón de mujeres muy diferentes: desde policías a mujeres ajenas a la investigación criminal.
La lluvia, la orografía escarpada, la atmósfera de sincretismo. País Vasco es un personaje más en la novela. ¿Se imagina haberlo ambientado en el sur?
Un escritor del sur, nacido aquí, sabrá sacarle el relato a su paisaje. A vuestras playas, a vuestros mares, a vuestros pueblos. Mis montañas, mi mar y mis bosques me ayudan en mi relato. La lluvia, las tormentas y la bruma son recursos que apoyan continuamente la novela. Sé jugar y sacarle todo el partido del mundo a estas cosas. No dudo que un escritor inteligente pueda sacarle punta a una playa de Cádiz o a las calles de Sevilla. Es cuestión de darle una vuelta.
El narcotráfico y las drogas están presentes. ¿El norte de España sigue marcado por ese estigma?
Sí. La novela está inspirada en la actualidad. Muchísimas de las subtramas son casos reales de la Ertzaintza registrados a partir de 2020. Hay narcotráfico de muchos tipos. Predomina la marihuana. Está muy de moda ahí arriba, sobre todo las plantaciones. País Vasco siempre va a tener su cicatriz desde los años de la violencia. También ocurrieron muchas cosas mientras la policía estaba muy centrada en determinados tipos de crimen y quizá se desatendían otros que ahora mismo están mucho más perseguidos.
Si hablamos de estigmas, uno no puede hablar de País Vasco sin pensar en la ETA. ¿Las heridas del pasado ya han cicatrizado o hay mucho que hacer?
Desde hace diez años o más se está empezando a ver que había otro tipo de crímenes. Hay cosas que no se han solucionado todavía. Siempre vamos a tenerlo ahí y no hay que olvidarlo. Hay que pasar página, pero siendo sensibles con la memoria. Es lo que estamos intentando al menos gran parte de la ciudadanía donde me incluyo. En la trilogía siempre ha habido alguna mención. Fueron años en los que (la ETA) fue omnipresente y es imposible escapar de ello como escritor y persona.
La novela está conectada al presente: aparece el Tinder, el Facebook y el WhatsApp. ¿Es imposible desvincularte de esto al escribir un libro ambientado en nuestra época?
Totalmente imposible. Más allá de eso, hablando con la policía durante la investigación de mi última novela me ha desbaratado millones de situaciones por los malditos móviles. En primer de delincuencia, en la primera clase te dice que no lleves un móvil encima si vas a cometer un crimen porque nos tienen pillados. En la novela ha sido costoso y difícil caminar alrededor de este tema. El móvil me ha fastidiado muchísimas escenas de tensión, miedo y acción. Malditos móviles.
El día que sea rica o no utilizaré móvil o contrataré a alguien para que gestione todas mis cosas.
Me apunto a eso sin duda.
Está inmerso en un proyecto de serie de true crime. La televisión pública vasca lo estrenará en octubre.
Es una docuficción de crímenes reales relacionados con País Vasco. A veces a través de la víctima, otras a través del asesino. No todos han ocurrido allí. Hemos montado ocho capítulos alrededor de diferentes historias. Aparezco al otro lado de la pantalla hablando. Respecto a las adaptaciones de mis novelas, hay varias cosas en marcha. Pero aún no puedo adelantar nada ni dar detalles.
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